El Sauce va despertando. Tiene en mente un montón de preguntas, pero no puede decir una sola palabra. Piensa que todo fue una terrible pesadilla, pero no: allí está el tronco cortado.
Una vocecita, desde el suelo, no le da tiempo para llorar la pérdida de su querido amigo:
— ¡Buenos días! ¡Soy Robinia el falso! ¿Cómo está?
El Sauce escucha la voz y el nombre extraño, y trata de aclararle:
— ¿No será Acacio Falso?
—Sí, eso. ¡Soy muy chiquito ahora, pero ya voy a crecer! Le cuento que mi papá tiene muchos amigos y parientes en todo el mundo.
— ¡Ahhh, no te puedo creer! ¡Hijo de tigre! ¿Así que sos hijo del Acacio? —sorprendido dice el Sauce.
—Sí. Por cierto, ¿dónde está él? —pregunta el Acacio Jr.
Esa pregunta no sabe cómo responderla y enseguida ve venir la excusa para salir del apuro:
— ¡Ahí vienen las Hormigas! ¡Y los demás! ¡Qué bueno! ¡Miren, un hijito del Acacio!
Van llegando todos. Deciden seguirle la corriente al Sauce, rodeando al Acacio Jr. para festejar su llegada.
— ¡Bienvenido, Acacio Junior, el falso! ¡Estamos listos para servirle! ¡Un honor! —dicen las Hormigas.
Se despierta primero Tenorio. Distraído, está a punto de pisar al pequeño Acacio. Las hormigas se dan cuenta y para evitarlo, lo pican y lo desvían.
—Pero, ¿qué hacen? —pregunta Tenorio.
— ¿Usted es ciego? ¡Mire! ¡El hijo del Acacio! —dicen las hormigas.
— ¡Welcome, my friend! —Tenorio lo saluda contento y adolorido.
Se va despertando Barrito, y las Abejas todas rodean al Acacio, que sigue estirándose y ya tiene más altura.
Tenorio, al ver que su compañero está despertando, se le pone delante, protegiendo a la planta de Acacio y susurra para que no lo oigan:
— ¡Cuidado, no lo pises! ¡Si no, te pican las Hormigas!
Y sigue, confidente:
— Este es hijo del que cortaron ayer. Tiene que crecer para que lo corten también ¡Ojo! ¡Las Hormigas lo defienden! Pero no le dicen la verdad. Creo que tienen un complot con los Hombres… seguro.
El Sauce sigue sorprendido por la presencia de este amigo nuevo. No quiere pensar más en nada, solo quiere darle la bienvenida a Jr., los reta a los Cerditos, que siguen hablando por privado:
— ¡Ojo, ustedes dos! ¡Dejen de cuchichear! Vamos a darle la bienvenida al joven Acacio. Propongo que le cantemos una canción.
— ¡Sí! —gritan todos muy contentos.
— ¿Qué canción? —pregunta Tenorio.
— ¡Lo que cada uno sabe cantar! Yo hago ruido con las hojas y el viento. ¿Ustedes? —dice el Sauce.
—Nosotras sabemos zumbar. ¡Zzzzzzzzzzz! —dicen la Abejas.
Tenorio da muestras de su mejor “oink” de tenor, mientras Barrito estremece la Laguna con su gran “oink” de barítono. Cada uno va aportando su granito de ruido. Las Hormigas—las únicas silenciosas— proponen dar el ritmo picando a los Cerditos, que van saltando a medida que ellas los pican.
— ¡Muerdan despacio! —dice Tenorio.
Las hormigas se preparan.
El Acacio Jr. los ve y él también quiere aportar algo, pero solo puede agradecer por esta bienvenida:
— ¡Gracias por este recibimiento! Ustedes son muy divertidos.
— ¡Que empiece la función! —grita el Sauce.
La Gallinita, al oír la propuesta, viene corriendo como siempre y se ofrece de directora. Comienza el ensamble, dando lugar a una melodía con ritmo de rap: el Rap de la Bienvenida.
El viento está alegre también y colabora esparciendo esta buena nueva: el Acacio dejó semilla. Hay otra oportunidad.
Va llegando la noche y los festejos se aquietan. El Acacio Jr. se siente cansado, y el Sauce, al notarlo, empieza a silenciar a todos:
— ¡Dejémoslo dormir! Está muy cansado. Mañana seguimos. Hoy fue mucho para él.
La noche asoma, con la Luna, que está ansiosa por oír el plan de las Hadas:
— ¡Chicas, chicas! ¿Dónde están?
Nada se oye, todo está en calma ahora. La Luna insiste:
— ¿Justo hoy no vienen?
Desde la oscuridad, se oyen las Hadas, que chistan a la Luna:
- ¡Shhh! ¡Estamos trabajando!