Se levantó temprano para prepararse para ir a trabajar. Tenía que salir antes de la casa en su auto por si había alguna obstrucción en las calles por las protestas ocurridas en los últimos días. Ni siquiera encendió la televisión, al igual que en el día anterior, puesto que no tenía ganas de seguir viendo lo que ocurría.
Al llegar al hospital en el que trabajaba, se puso su uniforme del área de urgencias y vio la sala de espera cuando fue al mesón para que le asignaran un paciente. La sala estaba en ese momento casi vacía, por lo que todo parecía indicar que sería un día como cualquier otro. El país al fin volvía a la normalidad mientras el mundo convulsionaba por la guerra que ya llevaba un año declarada, pero eso a ellos no les afectaba. Vivían aislados del resto del planeta, el que todos llamaban "el país al final del mundo".
O como ellos decían: a la cresta del mundo.
Después del almuerzo, regresó a su puesto habitual como médico de emergencias.
—Doctor, lo necesitan urgentemente en pabellón —le alertó una enfermera—. Llegó un herido con impacto de bala en la pierna.
Se extrañó por ello, puesto que por lo general los heridos de bala llegan para el turno de la noche, no en el de día. Acudió lo más rápido posible y realizó la extracción del proyectil. Al salir, se desinfectó lo más posible y tomó aire, tratando de quitar de su cabeza la imagen del niño ensangrentado, un paciente poco común en esos casos.
—Doctor, lo necesitan nuevamente en pabellón: una mujer tiene un perdigón en el tórax.
Y así, llegaban uno tras otro los heridos a bala o perdigones. La sala de espera estaba saturada de pacientes que convulsionaban, otros gritaban en la agonía y otros simplemente se lamentaban mientras sangraban. El hospital era un caos a esa hora, y ni siquiera eran las cinco de la tarde. Todos los médicos y enfermeros corrían de un lado a otro, realizando primeros auxilios mientras esperaban la atención de los heridos e incluso debían realizar reanimaciones, sin desfibriladores, puesto que ya no daban a basto.
—¿Qué mierda está pasando? —preguntó indignado el médico a la recepcionista—. ¿Por qué hay tantos heridos a esta hora?
—Doctor... ¿no ha visto las noticias?
—No, ¿por qué?
La mujer le señaló la televisión que estaba en la sala de espera. Las noticias mostraban que la ciudad estaba ardiendo en llamas y anunciaba que a las siete de la tarde iba a comenzar el toque de queda, que se prolongaría hasta las seis de la mañana. A su vez, la pantalla estaba dividida para mostrar enfrentamientos entre manifestantes y militares.
—Mire... ahí no están mostrando todo de hecho.
Le mostró algunos videos que circulaban en redes sociales, incluso un par correspondían a pacientes que él mismo había atendido. Los militares y la policía disparaban en protestas pacíficas, ya fuera al aire o a las mismas personas. En algunos casos, solo estaban a un par de metros de las personas. Asimismo, habían algunos videos que mostraban el montaje que había detrás de los disturbios, que culminaba en incendios ocasionados por los mismos policías, para hacerlos pasar como hechos por los manifestantes en las noticias, las cuales decían que habían sido realizados por organizaciones terroristas.
Las noticias mostraban saqueos e incendios, mientras que internet dejaba en evidencia lo que había detrás, aunque varios registros estaban siendo borrados y algunas cuentas desaparecían, como parte de la censura.
En eso, llegaron un par de hombres de las fuerzas especiales y se dirigieron al mesón de recepción.
—Necesitamos sus registros —dijo uno.
—Es información confidencial de los pacientes —se negó la mujer—, nadie puede tener acceso a ellos sin su consentimiento, ni siquiera sus familiares. Es parte de sus derechos como pacientes.
—Señora, estamos en Estado de Excepción. Aquí no cuentan sus derechos.
—Disculpe —interrumpió el médico—, pero ella tiene razón, es parte de su trabajo.
—Señor, solo estamos siguiendo órdenes.
—Sí, pero nuestran órdenes en el hospital son resguardar los derechos de los pacientes...
—Señor, si se rehúsa vamos a tener que detenerlo por obstrucción.
—A ver, yo solo estoy cumpliendo con mi juramento de asegurar el bienestar y proteger a mis pacientes por sobre todo, y para ello debo resguardar sus derechos...
—Queda detenido por obstrucción a la justicia y por encubrimiento a terroristas.
—¿Qué? ¡No pueden hacer esto! Soy médico de urgencias, piense al menos un minuto en las vidas de estás personas.
El otro policía lo golpeó en el estómago, lo derribó y le puso las esposas. Algunas personas grababan y lo subían a redes sociales, pero pronto los registros fueron borrados de las redes sociales, al igual que los demás que circulaban. Se estaba censurando la realidad que estaban viviendo, tanto por parte del gobierno como por las empresas internacionales detrás de las plataformas.
Editado: 29.11.2019