—¿Qué tienes? —Gabriel caminó al rincón de la habitación. Se había abrumado al mirar a su hija abrazándose en el vértice de la pared. Temblaba cómo si tuviera frío.
Al escuchar su voz, ella le miró; sus ojos cafés inspeccionaron los suyos.
—No sé—, contestó. Le tendió la mano temblorosa.
—¿Tienes frío? ¿Estás asustada?
—No me acuerdo.
—¿Qué estabas haciendo aquí sola? —, suspiró.
—Dormía,—la joven le tomó fuertemente del brazo porque no podía sostenerse bien en pie. Gabriel levantó la ceja ¿Había pasado algo del otro lado para qué estuviera así?
—Sí—, afirmó—tienes el don de olvidar cosas importantes.
—A veces es bueno.
—No…—El otro día él había mandado noticias sobre sí mismo a la joven, por consecuente, podía asegurar que ya no recordaba ni una pizca del mensaje. —¿Y bien?
—Creo que tengo muchas cosas que hacer.
—¿Tarea? —, cuestionó el mayor. Comenzaron a caminar, la llevó hasta la cama dónde ambos tomaron asiento.
—¡Y no he hecho nada! ¡Joder! ¡Tengo que irme de aquí! —Ella seguía temblando.
—¿A dónde?
—Tengo que irme—, se levantó de la cama de un salto, con rapidez su padre le cogió el brazo, fue delicado para no lastimarla.
—Te acompaño, tranquilízate.
—¡No! ¡Yo no iré contigo!
—Sólo mírate…—La joven se miró de pies a cabeza, estaba consiente que temblaba, sonrió traviesa, y puso su mano sobre su pecho agitado.
—Ya sé que tengo…Me ha dado una crisis de ansiedad—, comenzó a reír.
Gabriel le miraba incrédulo, “ansiedad”, no era una palabra común en su vida cotidiana.
La risa de la joven le invadía la mente, seguía observándola y ella, parecía estar mejor. Su piel pálida volvió a tener el color apiñonado; sin embargo, sabía que le faltaba un tornillo. Era lo que la hacía especial…destacaba claramente de sus demás hermanos, todos estaban locos, y podía asegurar que ella era la que más lo estaba. Le calmó que por lo menos, ella nunca preguntó porque estaba ahí.
#32637 en Otros
#10527 en Relatos cortos
#23683 en Fantasía
#9477 en Personajes sobrenaturales
Editado: 05.04.2018