Iba en busca de Gabriel, necesitaba verlo y obtener venganza; estaba furiosa porque no le permitió terminar con la vida de su hermano menor y él, la contraatacó aquel día en el comedor. Ya había tomado otro camino en su viaje, dejó atrás a Eckhart y Aram.
Yacía en una ciudad donde sus habitantes no se observaban caminar por las calles en cantidad, era muy grande, y sólo se topó con una señora que caminaba con su hija por un callejón, en el cuál, pidió información. En el templo antiguo encima de la montaña, había una cueva y ahí Gabriel dormía. Aunque para llegar a él, tenía que cruzar el lago. Llegó a la orilla y se subió a una canoa que era manejada por un señor de mediana edad.
—¿A dónde va en este día tan lluvioso?
—Voy allá arriba—, señalo las escaleras que estaban al otro lado.
—Dicen que hay un monstruo y es peligroso.
—Llévame al otro lado, por favor.
¿Su padre un monstruo? ¿Acaso se alimentaba de vez en cuanto de algún habitante de ese pueblo?
La canoa comenzó a navegar, en el cielo las nubes tronaron y las gotas de lluvia comenzaron a caer. Se puso la capucha de su sudadera color azul marino para cubrirse.
El señor de tez morena, pelo blanco, guayabera, sobrero y pantalón vaquero color café, no le quitaba la vista. La canoa comenzó a tambalearse de un lado a otro, provocando que cayera al lago; el agua estaba muy fría; salió disparada a tomar aire y luego sintió una mano que le jalaba del pie, comenzó a patalear hasta zafarse.
Decidió nadar hasta la canoa pero tenía problemas para llegar a ella, sin embargo, otro conflicto debía enfrentar; había personas en el lago impidiéndole llegar a la canoa.
Como pudo luchó en el agua golpeando a las siluetas. Sus rostros no eran visibles; por lo menos le rodeaban diez individuos que iban tras su rastro.
Otra canoa se interpuso en su camino. Vio una mano extendida y no dudo en tomarla. Al poner un pie en la madera comenzó a temblar de frío.
—Gracias.
—No quiere que lo molestes—, contestó el hombre que la ayudó. Lo miró ¿Conocía a Gabriel?
—Necesito verlo.
—Te dejaré en los escalones, el camino que sigue depende de ti.
***
Seguía lloviendo, llevaba más de cien escalones recorridos y no llegaba a la cima de la montaña. Se sentía perdida en una especie de ilusión, además moría de frío y las siluetas negras aún la perseguían. Corrió para perderlos, estaba segura que al llegar ahí se esfumarían.
En la cima todo el terreno era plano, el piso era el mismo de los escalones, piedras antiguas talladas y colocadas con dedicación en el suelo. El terreno era espacioso y vacío; al fondo pudo ver el escondite de Gabriel. Sin dudar un segundo más gritó su nombre. El vampiro tardó en salir. Iba con su típica capa negra y capucha, saludó torciendo la boca y desganado.
Un rayo dio la pauta para comenzar una pelea. Lyla se abalanzó a él y lanzó puñetazos, los cuales Gabriel esquivaba limpiamente; ya conocía todos sus movimientos. Con un golpe de suerte, después de tantos intentos en esquivar y tratar de golpear a su padre, ella acertó dándole un golpe en el abdomen, pero el mayor desapareció.
—Doppler…
—¿Qué esperabas? —Gabriel estaba a su lado observando hacía el pueblo de abajo.
—Vine a matarte…
—Inténtalo. —La reto sonriendo. La rodearon más Dopplerganger. Se enfrentó con todos, los esquivaba y atacaba intentando no ser herida; cuándo golpeaba a uno en un lugar exacto, desaparecía; sin embargo llegaban más.
Ya estaba entendiendo la táctica de su padre; la estaba agotando y Lyla perdió. Gabriel la tomó por el brazo derecho y la levantó por encima de su cabeza, luego con fuerza la estampó en el suelo mojado. La caída la sofocó y le abrió la cabeza. Empezó a sangrar, olía su sangre y sintió su calor. Los doppler desaparecieron y el verdadero Gabriel salió a su encuentro.
Oyó los pasos en el agua. Vio a su padre que le miraba desde arriba; el cielo nublado provocaba que sus ojos azules brillaran con más intensidad. Se vieron por segundos. Él no se movió, si se ponía en cuclillas podía causar un desastre, de por sí, el olor de la sangre de Lyla siempre le ha parecido muy apetitosa; se ha tentado muchas veces, pero también tuvo que aprender a abstenerse porqué aún no llega el momento.
—Te he dicho que no me molestes—, dijo—odio que me despierten antes de tiempo.
—Cállate.
—Lyla, si quieres matarme tienes que ser más fuerte. Yo no tuve que hacer nada. Lo que viste era mi sueño ¿Cuándo entenderás que no voy a dejar que mates a alguien sólo porqué lo quieres muerto? Lo que has aprendido es para ti, no para usarlo contra alguien más. —Hizo una pausa. Torció los labios y después suspiró, —Rhys viene en camino.
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Editado: 05.04.2018