Malecón

El sol en el occidente, creando colores espectaculares que se reflejaban en las nubes y el mar, la brisa salada que aventaba con delicadez pequeñas gotas frías con sabor a sal. Suspiraba, esperando el momento para ver a su querido guardián. Era el día de su cumpleaños y quedaron de verse para dar un paseo por el malecón, mientras contemplaban el atardecer cerca de la costa. Le tenía un regalo, un anillo. Era un anillo de plata muy grueso; cuando lo vio supo que era perfecto para esas manos, qué eran fanáticas de las joyas. Hidan llegó. La saludo dándole un beso en la mejilla y abrazándola, por otra parte, le deseo feliz cumpleaños y el mayor no pudo esconder una gran sonrisa.

Lyla le enseñó su regalo de cumpleaños y él, no pudo contenerse a no probárselo, al tenerlo en su dedo, decidió que se le veía muy bien. La joven le pidió que algún día le regalará su anillo favorito, ese que tiene una estrella de cinco picos y la piedra cambia de color, depende del estado de ánimo; él contestó que no.

Después de su afectuoso saludo, caminaron por el malecón compartiendo anécdotas de todo lo que hicieron en la ausencia del otro. Ambos disfrutaban de sus vidas ocupadas por trabajo y estudio, además no faltó un par de chistes respecto a los conocidos de los dos.

Terminaron su recorrido y llegaron una tienda de antigüedades, dónde Hidan, le regaló una esfera de vidrio de color naranja.

– ¿Para qué es esto? –Cuestionó confundida, la esfera, a pesar de su enorme tamaño y material, era muy ligera.

–Te enseñaré a concentrar la energía dentro de los objetos.

– ¿Es posible?

–Sí, por eso te voy a enseñar…