Estacionó el coche frente al edificio donde debía recoger una caja con objetos suyos. Salió del vehículo y caminó entre la ligera lluvia hasta el edificio, empujó la puerta de vidrio y luego subió las escaleras al tercer piso. Anduvo hasta la habitación número catorce y llamó a la puerta.
La persona que abrió la puerta no tuvo tiempo de reclamar, pues la joven entró apresurada. Sólo de ver a las personas que ahora tenían el dominio de lo que antes era su hogar temporal, le enojó. Tomó sus cosas en el fondo de la sala, que fueron guardadas delicadamente en una caja por un amigo. Después vio a la chica que le miraba desde el umbral, deslizó su mirada de arriba abajo y se preguntó si no tenía frío con el atuendo de verano de camiseta blanca y pantalón corto de color rosa.
—¡Gracias! —, exclamó irritada. —Espero que no encuentren quien les pague la renta.
Sonrió con cinismo y salió de la habitación con pasos muy largos y sonoros; tras ella escuchó un portazo; sin embargo, nada pudo borrar la sonrisa en su rostro.
—Idiotas…
Se lo merecían, aquel lugar se había convertido en su refugio. Un lugar tan preciado como interesante. En su estancia en ese edificio y ese departamento pequeño, pudo disfrutar de momentos buenos y malos, en los cuales aprendió más cosas de la vida. Contempló el edificio por última vez desde el balcón, sus paredes color verde pastel y gastado le originó nostalgia. No recordaba cómo llegó a vivir ahí. Vagamente por su mente se pasaban las imágenes de Aram y Rhys, aunque no estaba segura si había llegado por obra de uno de los dos.
Acomodó la caja entre sus manos y brazos en una mejor posición para que no se le resbalará al bajar las escaleras. Descendió con mucho cuidado, abrió la puerta de vidrio con la espalda, cruzó la calle con mucha suerte, pues no pasaron autos que la detuvieran en su andar. Colocó la caja por unos segundos en el suelo mojado, mientras abría la cajuela del vehículo y de nueva cuenta, sintió las gotas de lluvia caerle a la cara.
Guardó la caja en la cajuela, la cerró con fuerza, quitó los seguros con la llave del coche. Vio a su alrededor, sentía que la observaban. Al no ver a nadie se adentró al coche el cual tardó en prender, pues los recuerdos comenzaron a ir y venir por su mente. Se quedó con las manos tiesas en el volante al tratar de procesar todos los recuerdos que se acumulaban. Eran imágenes de sus seres queridos, de conversaciones, aventuras, tristezas, alegrías y muertes…Con fuerza tomó una bocanada de aire y discernió entre el bien y el mal de sus recuerdos.
Un auto gris claro se estacionó al lado, del cual bajó un señor bronceado con un abrigo color gris oscuro que combinaba con su traje y sus zapatos negros. Sacó un paraguas y una maleta. Aunque la joven escuchó cuando el señor desconocido gritó al ser estampado en su propio auto, si hubiera querido pudo haberlo ayudado, pero el vampiro de la espada de fuego se encontraba afuera, lo que ocasionó que aguantará la respiración.
Se habló a sí misma para tranquilizarse, estaba diciéndose que esa criatura no iba tras ella, pues de haberlo sabido hubiese llegado directamente a su auto. Veía de reojo por la ventana y observó cómo aquel ser nocturno succionaba la sangre de la yugular del humano. Le dio asco y apretó el estómago al sentir las náuseas invadir su aparato digestivo.
Pasaron unos minutos y escuchó que alguien más llamó al vampiro de la espada de fuego.
—Sé que vive por aquí…
—¿Sí? ¿Quién te lo dijo?
—Ay por favor…aquí debe de estar…
En su interior comenzó a darse un debate, su parte humana quería huir de ese lugar cuanto antes y, su parte oscura, la cual llevaba días encerrada, quería pelear. Mas no pelear de la forma que suele hacerlo con poderes mágicos, puños y patadas…quería dar la cara y demostrar que ella no le tenía miedo. Encendió el auto y bajó el vidrio, luego puso la reversa y antes de acelerar escuchó que la voz de aquella criatura le llamó:
—¡Lyla! ¡Cuánto tiempo! —Ella le miró indiferente.
—¿En serio?
—¡Que alegría me da verte!
—A mi no…
La joven abrió la puerta al ver que su atacante había bajado del coche con rapidez y se abalanzó hasta su lugar. Le pegó con ella y corrió, el otro vampiro que acompañaba al portador de la espada de fuego se quedó quieto en el asiento del copiloto del coche gris.
Lyla con enojo, se lanzó sobre el vampiro de los ojos rojos y le mordió el cuello quitándole el pellejo. Algo que fue placentero para el vampiro pues con una sonrisa de lado a lado y con excitación le recordó que había pasado la línea.
—Me pregunto si tu padre va a matarte al saber que has bebido de mi sangre…
Lyla saltó ante el comentario y se alejó del vampiro.
—Lo planeaste…—, dijo para salir corriendo.
Agarró vuelo al correr y saltó al techo del estacionamiento; sin embargo, alguien que no era el vampiro de la espada de fuego la seguía. Podía sentir su furia a metros de distancia y su deseo por destruirla y para el colmo, se trataba de la pareja del vampiro.
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Editado: 24.01.2020