Cronicas de una guerra: sombras del tiempo

CAPÍTULO XV

Salir de la biblioteca no fue una tarea sencilla. Probablemente alertados por el alboroto de la batalla en el interior, más y más soldados de ambos hemisferios aparecieron en el camino de los tres guerreros de la resistencia.

Unkas, sin embargo, se encargó de cada uno de sus atacantes sin demasiado esfuerzo, envolviéndolos en las sombras y llevándolos lejos de ellos. El tan solo pensar en ser transportado de aquella manera le daba escalofríos a Duncan y le recordaba por qué no había que meterse con el viejo sacerdote.

Cuando por fin salieron del enorme edificio, se encontraron con un escenario aún peor que adentro.

―Parece que hemos quedado en medio de una nueva batalla.

El paisaje alrededor de la biblioteca parecía salido de una película apocalíptica. Se podían escuchar explosiones por doquier, había grandes humaredas y se veían ataques salir disparados en todas direcciones.

―Tendremos que usar los túneles. ― Masculló Hinto, apoyándose contra una de las paredes de la biblioteca y usando sus poderes para abrir la puerta de uno de los tantos túneles subterráneos que había en Marte. Duncan, sin embargo, no se movió, sino que se quedó inmóvil mirando el paisaje. ―Duncan, ¿qué estás esperando?

―Tenemos que decirles. ― se giró para mirarlos a ambos. ―De quién es la culpa de esta guerra, quizás así dejen de luchar.

―Esos soldados no nos harán caso, ya viste lo que pasó ahí dentro.

―Pero...

―Hinto tiene razón. Debemos informar de esto, pero a los líderes de los clanes no a los soldados.

El guerrero del fuego lanzó un suspiro. ―De acuerdo, pero deberíamos hacerlo cuanto antes.

―Primero salgamos con vida de aquí. ― Hinto apoyó una mano en su espalda y lo empujó dentro del túnel.

 

El camino subterráneo no resultó tan tranquilo como esperaban. Tardaron bastante en alejarse de la zona de combate, por lo que durante dicho tiempo, tuvieron que asegurarse de no ser aplastado por rocas que caían del techo o paredes que se derrumbaban producto de la vibración causada por el combate en la superficie.

Mientras caminaban, Duncan recordó algo. ―¿Qué ocurrió con las espadas?

―No te preocupes por ellas, las tenemos escondidas.

Hubiera deseado un poco más de explicación al respecto por parte de su viejo amigo, pero se conformó con saber que estaban en manos de la resistencia. Las espadas de las que hablaba eran el arma más poderosa de Marte y probablemente de aquel sector de la galaxia. Creadas con metal extraído de estrellas moribundas y forjadas con las llamas del Fuego, eran las armas que el escuadrón principal del ejército real solía usar en casos de extrema necesidad.

Existían seis, una para cada elemento, para cada clan, y eran tan poderosas que guerras enteras habían terminado tan solo porque fueron empuñadas, sin ser usadas. La razón era que se combinaban a la perfección con los poderes del guerrero que era elegido para usarlas e incrementaban el poder de éste a niveles astronómicos. Si alguno de los hemisferios ponían sus manos en ellas, la guerra terminaría en un abrir y cerrar de ojos... Al igual que la mitad de Marte.

―No las han usado, ¿verdad?

Hinto negó con la cabeza. ―Aunque me he visto tentado de hacerlo más de una vez. ― Duncan miró a Unkas, pero el anciano no hizo comentario alguno, simplemente siguió caminando. ―Quizás debamos sacarlas para ir a hablar con los líderes.

―Pueden llegar a ser una buena motivación para que nos escuchen.

Nadie volvió a hablar hasta que salieron nuevamente a la superficie, ya dentro de los límites helados del polo sur. Sin embargo lo que encontraron no fue solo la tundra congelada, sino otra batalla a flor de piel.

Las llamas que invadían el cuartel general de la resistencia podían verse desde lejos, así como también a quienes luchaban para defenderlo.

Los tres corrieron hacia el edificio, desviando ataques y derrumbando a tantos enemigos como pudieron. Al parecer, eran los del sur quienes habían atacado. Unkas corrió, con el libro en la mano, hacia lo más profundo de los cuarteles, mientras que Hinto buscó desesperadamente a Kanda, la princesa.

Duncan, por su parte, se quedó en la entrada luchando, donde se encontró con Shappa. ―¿Qué ocurrió?

―El hemisferio sur, no sé cómo nos encontraron, hará una media hora oímos una explosión en la entrada y antes de darnos cuenta ya los teníamos encima. ¿Cómo les fue en la biblioteca?

―Quedamos en medio de una emboscada y luego en un laberinto de espejos, pero conseguimos información, sabemos quiénes son los responsables de todo.



#19927 en Fantasía

En el texto hay: amor gay, aliens, poderes elementales

Editado: 09.10.2019

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