Cronicas de una guerra: sombras del tiempo

CAPITULO XVI

Se aparecieron en una zona residencial de calles tranquilas y edificios bajos. Era un día bastante fresco, las nubes cubriendo por completo el cielo y un viento que amenazaba con volverse más fuerte en cualquier momento. Duncan los guió por una de las calles hasta llegar a una de las pocas casas que había en el barrio. Había tan poco movimiento de gente que el arqueólogo supuso que sería domingo.

―¿En dónde estamos?

―Washington D.C.

―¿Crees que la capital del país más poderoso de la Tierra será un buen escondite?

―Estados Unidos dejó de ser el país más poderoso del planeta hace varias décadas. ― Duncan tocó el timbre de la casa y se giró para mirarlos con una sonrisa. ―Y de todas formas, sé que aquí estará segura.

Un hombre de unos cincuenta años de cabello negro azabache, los recibió y el arqueólogo se giró automáticamente con una sonrisa. ―Hola papá.

El aludido tardó un momento en responder. ―¿Duncan? Te ves...

―Más viejo, lo sé. ¿Podemos pasar?

Jaime Leblanc asintió con la cabeza y se hizo a un lado, dejándolos entrar en su casa. ―Hinto, es bueno ver que aún sigues... vivo.

―Lo mismo digo, señor Leblanc.

Una vez estuvieron en la seguridad de la casa, el arqueólogo miró seriamente a su padre. ―Sé que debes tener un montón de preguntas, es una larga historia, pero necesitamos tu ayuda.

―Okey...― la mirada del hombre pasó de su hijo a la niña que estaba aferrada a la mano de Hinto. ―Sabes que haré lo que sea por ti, hijo.

―Gracias papá. ― los cuatro de sentaron a la mesa. Kanda en el regazo de Hinto, completamente callada, probablemente aún algo mareada por el viaje. ―La versión resumida es que viajé en el tiempo, Marte está en guerra y tenemos que esconder a Kanda.

―¿Del... futuro? No sabía que los marcianos podían viajar en el tiempo.

―Ninguno de nosotros lo sabía, señor Leblanc.

―Hinto, por favor, llámame Jaime. ― el hombre le dedicó una sonrisa a la niña que estaba en sus brazos. ―Un placer conocerte, Kanda, soy Jaime, el papá de Duncan.

La niña le devolvió la sonrisa, pero fue toda la respuesta que consiguió. ―Kanda es miembro de la familia real y necesitamos protegerla de los dos hemisferios.

―Entiendo. Bueno, no se preocupen, estará a salvo aquí, me aseguraré de ello. ― les dedicó una sonrisa a ambos adultos, que se relajaron visiblemente.

Algo que Duncan siempre había agradecido de su padre era que no hacía demasiadas preguntas. Si veía que necesitaba ayuda, simplemente se la proporcionaba, confiando plenamente en él. Estaba verdaderamente agradecido de ser su hijo.

―Oh, casi lo olvido. Yo no debo saber nada sobre esto.

―Descuida, acabas de irte de excavación, así que no te pasarás por aquí por al menos dos semanas.

―Gracias, papá.

Se dispusieron a irse, pero Jaime los detuvo antes. ―¿Por qué no se quedan un rato más y comen algo?

Ambos lo pensaron y decidieron que sería una buena idea quedarse. Habían luchado dos veces sin mucho tiempo de recuperación, y ya habían pasado varias horas desde el desayuno, por lo que les vendría más que bien algo para recuperar energías.

Desde su perspectiva, hacía ya muchos años que Duncan había dejado de vivir con su padre, pero siempre recordaba sus comidas. Jaime adoraba cocinar, por lo que siempre estaba dispuesto a hacer algo para cualquier tipo de invitados que tuviera. Emma adoraba ir a almorzar de su abuelo, siempre decía que era el día en el que mejor comía de la semana.

Y aquel almuerzo no fue la excepción. Mientras comían, Hinto y Duncan se permitieron relajarse un poco, mientras sus estómagos se llenaban y la energía regresaba a sus cuerpos.

Pero el deber los llamó pronto. Apenas terminaron de cenar, ambos guerreros sintieron que el fuego se estaba inquietando: algo estaba mal en Marte. Aún peor, al menos.

Hinto se despidió de Kanda con un abrazo, prometiéndole que volvería a por ella lo más pronto posible, Duncan hizo lo mismo con su padre y volvieron nuevamente a Marte.

 

Volvían a estar en el templo, el único lugar en que pudieron pensar estarías relativamente seguros. Parecía como si todo el planeta se hubiera convertido en una enorme zona de batalla. Allí a donde miraran, soldados de ambos bandos estaban luchando.

―Intentaré hacer contacto con Unkas, tu vigila. ― comentó Hinto, alejándose de la entrada, de la triste vista que tenían delante, y dirigiéndose hacia donde estaba la ahora pequeña llama del fuego.



#19946 en Fantasía

En el texto hay: amor gay, aliens, poderes elementales

Editado: 09.10.2019

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