El lunes por la tarde, después de toda una jornada de clases, Viola y Tamara hacían la tarea cerca de la entrada de la academia.
Viola no podía dejar de pensar en las posibilidades de escapar. Tal vez si usaba sus habilidades de levitación, evadía los intentos del gigante guardia por detenerla y llegaba lo suficientemente lejos, podría ser libre.
Pero era imposible.
Si remotamente llegaba a escapar, —lo cual ya era muy improbable ya que no tenía magia para levitar y el gigante era demasiado poderoso—, no habría lugar a donde ir. Su planeta estaba a miles de miles de años luz de distancia, sólo se podía llegar a él con magia de teletransportación, una magia sumamente difícil y que no podía hacer.
Queriendo olvidar las inmensas ganas de ir a su hermosa isla, ver a su familia, nadar y retozar en la playa, no pudo más que concentrarse en otra cosa que tampoco dejaba su mente y decir:
—Nicolás es un idiota.
—No lo es.
—¡Claro que lo es! —gritó Viola. Se sentía tan metida en el asunto que hasta movía las manos de forma frenética, tratando de mostrar sus emociones—. Es un engreído, degrada a los demás e incluso insulta a los mismos maestros.
Viola estaba preocupada por Tamara. Nunca la había visto así, tan obsesionada con alguien más.
Nicolás era de lo único que hablaba. Después de clases se sentaba con él, comía con él y hacían la tarea juntos, —o un intento de tarea, ya que toda la escuela sabía que era el tiempo en que se besuqueaban—, e incluso iban juntos a las clases.
—Nicolás es un joven ejemplar —lo justificó enseguida Tamara, la ilusa Tamara—. Es muy poderoso, su familia es muy poderosa, tiene una imagen que conservar, muchas responsabilidades, cosa que los demás interpretan como orgullo y egoísmo.
—Já, claro que te creo. ¿No puedes al menos intentar conocerlo antes de besarlo?
—Es demasiado guapo, no puedo resistirme.
Viola contuvo las ganas de reír. Su hermana, Heather, todas eran demasiado patéticas. Su suceptibilidad al enamoramiento, las hormonas masculinas y la atrayente posibilidad de escalar socialmente las hacían lo que todos denominaban adolescentes promedio.
—¿Guapo? ¿De verdad? Es normal, no es el tipo de chico que te gusta. No es como...
—Cállate.
El tono con el que Tamara interrumpió a Viola fue afilado, duro y no sonaba como ella. No era su hermana, la tímida Tamara que apenas si podía hablar con alguien que no fuera de su familia, la Tamara que siempre estaba insegura sobre sus poderes, que no creía nunca poder superar a su hermana.
—Está bien. Como sea.
Viola volvió a centrar la vista en su cuaderno.
—Tú eres la persona que menos puede juzgarme —dijo Tamara segundos después, como intentando dejar su punto bien claro.
—¿Yo? —Viola casi estuvo a punto de soltar una carcajada—. ¿Ahora que hice según tú?
—Hablaste con Jeremy, dejaste que guiara al hombre planta que llevó a Heather a su dormitorio.
Viola apretó los labios. Estaba demasiado contrariada tratando de decidir en su mente si lo que estaba oyendo tenía sentido.
—¿No se supone que estabas inconsciente? ¿Cómo podrías saber eso?
—No estaba taan inconsciente.
—Ah, claro —Viola rodó los ojos, luego explicó—: Jeremiah, porque así le gusta que lo llamen, él sólo intentó ser amable.
—Y Nico también sólo intentó ser amable.
—Nico te drogó.
Tamara rara vez se sonrojaba, y, sí lo hacía, era un sonrojo provocado por el enojo. Sus mejillas se colorearon de rojo, estuvo a punto de gritar un montón de cosas, pero solo soltó:
—No tienes ninguna prueba acerca de eso. El agua era mágica, todo era mágico ahí y un exceso de magia puede provocar eso. Desmayos, fiebres...
—Ganas irreflenables de desnudarse, los sentidos demasiado desarrollados, las ganas de decir un montón de tonterías y besarte con un chico que apenas conoces, sí, atribuyélo a la magia.
—Tú siempre eres así, no puedes confiar en nadie, vives del sarcasmo y odias a todo el mundo. No te irá nada bien con eso y yo no pienso quedarme para verlo.
—No entiendo lo que dices. Se supone que yo era la traidora que había socializado con el enemigo, pero ahora resulta que soy alguien que siempre desconfía de los demás. ¿Soy o no soy?
—Mira, ahí está Nico, nos vemos en la cena.
Viola no tuvo tiempo de decir nada más. Tamara se levantó, saludó a Nico con la mano y le dedicó una sonrisa de lo más falsa.
Sus sentimientos no eran de amor. Viola frunció el ceño, confundida.
Sino le atraía, —la razón por la que se supone que estaba tan cerca de él y no podía resistírsele—, ¿Por qué se le acercaba? ¿Qué se supone que quería de él?

—La magia de la persuasión es fácil y difícil a la vez —explicó la profesora Mayers para tratar de que sus alumnos la entendieran mejor—. Piensen en lo siguiente; nuestro cerebro tiene miles de millones de conexiones, conexiones que nos hacen pensar, reír, soñar. Ahora, como magos, nosotros no sólo tenemos la posibilidad de leer, (como algunos que leen sentimientos, por ejemplo), sino que también podemos crear, dar forma a la mente, pensamientos y acciones de alguien. La persuasión es eso. Si cada uno de ustedes se concentra en su energía y en la capacidad de transmitirlo a su pareja entonces las cosas saldrán mucho mejor. ¿Han entendido bien? —todos los chicos asintieron— ¿Alguna pregunta?