Si dijera que mi viaje fue sencillo, sería una gran mentira.
Poco tiempo después de haber abandonado mi hogar, al anochecer, me detuve a descansar en un pequeño claro del bosque que separa nuestros campos y las tierras del reino más cercano. No supe si aquel lugar tenía nombre, pero bajo la influencia de las estrellas decidí llamarlo Idaabo.
Las estrellas aquella noche brillaban más que nunca, y poco a poco me deje llevar por su belleza hasta quedarme dormido.
Desperté por la mañana con dolor de garganta, como era de esperarse. Me sirvió para aprender que no es una buena idea dormir mirando al cielo.
Junté mis cosas y continué el camino. Luego de un rato, divisé a lo lejos algunas casas, así que decidí acercarme.
Me encontré en un mundo desconocido para mí hasta ese entonces. La gente caminaba por las calles, había tiendas, casas altas, niños por todas partes, y desde algún lugar de ese pequeño asentamiento se oía música. Tiempo después descubrí que la música era algo bastante común entre la gente, pero sin embargo, aquella fue la primera vez que tuve contacto con ella.
No se cuánto tiempo pasé admirando el lugar, pero supongo que fue bastante, ya que un hombre se me acercó diciendo que si quería mantenerme con vida, no llamara tanto la atención.
Se notaba que era una persona entrada en años, y con un buen estado físico. Tenía un aspecto amable pero serio, lo que me hizo confiar en él casi instantáneamente.
- ¿Qué estás buscando? - preguntó.
- Necesito algo de dinero - le dije - Me encuentro visitando diferentes pueblos, y buscando suerte. También me gustaría saber si puedo ser útil para este lugar de alguna manera.
- Muchacho, este sitio es una porquería - respondió - No hay suerte ni siquiera para nuestros habitantes, pero podrías ir a la taberna, y hablar con el dueño. Siempre se conoce de personas que están dispuestas a pagar algunas monedas por trabajos que no quieren hacer. Aún así, tendrías que tener cuidado, la gente honesta escasea últimamente.
Fue suficiente para mi, así que me dispuse a ir hasta la taberna. En el camino reflexioné acerca de las palabras de este hombre ¿cómo que no había suerte? Yo escuchaba música, veía gente, había tiendas... Miré a mi alrededor con más detenimiento, y pude notarlo. Si, había gente, pero tenían un aspecto muy deteriorado. Si, había tiendas, pero sus fachadas estaban en pésimas condiciones. Y finalmente, si, había música, pero puedo deducir que seguramente era para no perder la poca esperanza que aquellos ciudadanos perdían día a día.
Sin darme cuenta, llegué hasta la entrada de la taberna. Entré y me decepcioné un poco. El ambiente era lúgubre, triste... Unos pocos hombres estaban repartidos en mesas por aquí o por allá, bebiendo. Sólo bebiendo.
Me acerqué hasta el tabernero, y pregunté si había alguna tarea para mí.
Me miró de pies a cabeza y dijo
- No creo que tengas lo necesario para la clase de tareas que van a asignarte - Y siguió limpiando sus vasos de manera indiferente, ignorando mi presencia.
- ¡Tengo una espada! - Repliqué, creyendo que a eso se refería él.
Rió burlesca y exageradamente.
- ¡Dice que tiene una espada! - gritó.
Todos los hombres en el lugar empezaron a reír de la misma manera, pero sin siquiera voltear sus rostros.
Acercó su cabeza, y casi susurrando dijo:
- Hijo, son tiempos difíciles, y las espadas no salvan a nadie, si es que no saben usarlas.
Me levanté muy molesto y me dirigí a la salida, viendo en mi partida que todos allí tenían sus propias espadas. Ahora lo comprendía.
Apenas hube salido, una mano tocó mi hombro. Me di vuelta, y allí había un hombre, con semblante duro, y un poco siniestro, y una gran cicatriz en la mejilla, que bajaba desde su ojo derecho, del cual era completamente ciego.
- Tengo un trabajo - me dijo - Hay un tipo que ha estando entrometiendose en mis asuntos, y... Necesito que alguien se encargue de él…
- ¿Que me encargue de él?
- Exactamente eso - respondió.
- ¿A qué se refiere con "eso"?
Río y giró sus ojos.
Se llevó un dedo al cuello, y lo movió desde un lado hacia el otro, lentamente, mirándome como si fuera algo obvio.
Allí lo entendí.
- ¿Acaso me ha visto usted cara de asesino? - grité consternado.
Enfureció. Me dio un empujón que me echó por tierra y sacó su espada.
- ¡Te he visto cara de idiota! ¡Pagarás el precio por ofenderme!
No comprendía nada de aquello, pero al momento en que estiró su mano hacia atrás para atravesarme el pecho, una voz familiar resultó mi salvación.
- Ya basta Ospan. El niño acaba de llegar, no es manera de recibir a los invitados.
El tal Ospan guardó su espada.
- Solo seguirá con vida porque te respeto Cedwick. Pero controla a esta basura.
Entró nuevamente a la taberna, sin mirarme o disculparse.
Me levanté y me sacudí el polvo.
- ¿Qué tal te fue? - dijo aquella voz.
Alcé mi vista, y ví al hombre que me habló en la entrada del pueblo
- He tenido días mejores - respondí - Asi que... Cedwick.
- Cedwick Omodeka. - dijo estrechandome la mano - Sabía que ibas a meterte en problemas, pero no creí que tan rápido, y no creí que... Con él.
- ¿Quién es él?
- Te contaré más adelante... ¿Conseguiste algo?
- Solo conseguí hacer el ridículo. Aparentemente "no tengo lo necesario"
Editado: 14.12.2024