Crónicas del Portador del Tecno Tiempo (i): Krei Lumon

Ĉapitro kvar

—Vamos a ver, Hugo, que me pones nerviosa, si me vas a arrastrar hasta este puto rincón al menos explicame por qué coño lo haces.

Hugo suspiró, armándose de paciencia.

—Mira Noe, con todo lo lista que eres, me he dado cuenta antes que tú de que el origen de coordenadas del hechizo que han aplicado a la habitación está en este rincón, lo que le convierte en el último punto que va a ser reducido. Pienso que es lógico que primero nos pongamos a salvo y luego te lo explique.

—No creo haberte dado permiso para llamarme Noe. Y te pido que no te acostumbres a hacerlo, ya que es algo que me da muy mal rollo.

Hugo no respondió y se puso a mirar el móvil. Dividió la pantalla y colocó en la parte superior la página de programación de hechizos y en la inferior la web del hosting del servidor que utilizaban.

Noelia, que parecía haberse quedado esperando una respuesta, hizo lo propio y también se concentró en su smartphone.

—Ninguno de los dos hechizos que he preparado nos puede servir para salir de esta —dijo.

—Yo solo tuve tiempo de terminar uno, que lanza una descarga eléctrica, así que tampoco nos vale —dijo Hugo.

—Podría intentar anular mi hechizo de bloqueo de la habitación para tratar de escapar antes de ser aplastados —propuso Noelia—. Aunque es posible que caduque o se debilite antes de que la habitación se reduzca lo suficiente.

—Esa es una de nuestras esperanzas —respondió Hugo, ausente.

Su idea era retomar la configuración del plan de alojamiento que había contratado Noelia. Tenía que haber una forma de ampliarlo para permitirles lanzar algún hechizo potente de defensa. Esa era una de sus escasas posibilidades, a su juicio.

Empezaba a notar de nuevo un fuerte dolor en la espalda y la cabeza. Cogió de su mochila un ansiolítico y le pidió más analgésicos a Noelia.

—Te los puse en tu mochila.

Mientras Hugo intentaba localizarlos, la chica continuó.

—¿Has pensado en lanzar tu hechizo de ralentización del tiempo? Nunca recuerdo el nombre.

ŝanĝi Tempon —respondió Hugo mientras se tragaba las pastillas sin agua, por miedo a entrar en el cada vez más peligroso y menguante cuarto de baño.

—Ese. ¿Lo has pensado?

—Sí, pero el servidor no aguantará ni su versión más light. Por eso estoy intentando buscar la forma de configurarlo para hacerlo más potente.

Noelia frunció el ceño.

—Ajá. ¿Y qué te parecería la idea de que trabajásemos en equipo, salieras de tu burbuja y dejases de hacer la guerra por tu cuenta? Prueba tu puto hechizo en su versión lite para estar seguros de que no funciona mientras yo me encargo de mi servidor.

Hugo no tuvo más remedio que reconocer que Noelia tenía razón.

—Está bien.

Cerró la parte de la pantalla de su móvil que cargaba la web del hosting y se centró en la aplicación de hechizos. Cargó, no con mucha esperanza, la secuencia ŝanĝi Tempon -90 1. En la aplicación original de Narciso esa fórmula era la que menos maná consumía.

No funcionó.

—Nada —informó.

—¿Nada qué? —respondió Noelia, concentrada en lo suyo

—Que no funciona, ni en la versión más liviana.

—O sea, que un mojón.

—Sí.

—Pues yo me acabo de gastar 100 euros en una ampliación de la memoria RAM del servidor. Por lo que he visto en el monitor web, cuando lancé mi hechizo de protección lo que se disparó fue el consumo de memoria. Pero estos cabrones acaban de responderme que la mejora estará disponible en un plazo máximo de veinticuatro horas.

—¿No habíamos quedado en que no usaríamos datos personales?

Hugo comprobó como Noelia se encendía de nuevo, como si le estuvieran prendiendo fuego.

—A ver, summun del intelecto humano, llevamos dos ataques sufridos en menos media jornada y no hemos usado ni una coma de nuestros datos personales. Tú mismo usas una SIM de prepago que en cualquier momento te dejará tirado, y sin datos. ¿Para qué? ¿Piensas que sigue importando esa mierda para que nos localicen?

—No —reconoció Hugo.

—Joder, lo siento —dijo Noelia—, estoy nerviosa y muy crispada. No veo como vamos a salir de esta y no estoy poniendo mucho de mi parte para respetar la tranquilidad que empiezo a comprender que necesitas.

Hugo se sorprendió. Era la primera vez que recordaba que la chica le pidiera disculpas.

—No te flageles. Eres borde, pero forma parte de ti, para bien y para mal. Ya me he acostumbrado a ello y no va a suponer un gramo más de desequilibrio en mi estado de ánimo. Eso es algo que arrastro por otras razones, bastante recientes, y que me gustaría superar y... bueno, tal vez nunca podré hacerlo porque puede que este sea el final del trayecto.

Noelia le miraba ahora con cierto halo de dulzura. Tal vez lástima, pensó Hugo.

—¿Cuándo fue la última vez que lloraste delante de alguien?

—Hace meses, delante de mi ex-mujer, bueno aún legalmente mi esposa, cuando de un día para otro me dejó tirado y se llevó con ella a lo que más quiero en este mundo. Se llama Olga. Dentro de diez días cumple cuatro años.

—¿Y a solas? —continuó Noelia.

Hugo apreció que el rostro de su compañera suavizaba cada vez más sus facciones.

—¿A solas qué?

—Que cuando fue la última vez que lloraste a solas, gilip... ¡perdón!

Hugo sonrió.

—Todos los días.

Noelia asintió, como si no fuera una sorpresa para ella.

—¿Y tú? —dijo Hugo.

—Puede que sea más reservada que tú, lo que me sorprende, o al menos me habría sorprendido al principio, cuando te veía como un témpano de hielo con la misma sangre en las venas que el canto rodado de un arroyo.



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En el texto hay: ciencia ficcion, tecnologia, suspense

Editado: 29.06.2020

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