2006
Estaban frente a frente. Nila se abalanzó contra Frey, lanzó un golpe que la niña esquivó.
La contrincante era más grande que ella. Su tez era morena, pelo largo, lacio y negro, complexión mucho más delgada que cualquiera de las primas Viera y provocativa. Su nombre era Nila, aparentaba tener alrededor de 18 años, pero en realidad su edad era mucho mayor de lo que imaginaban. También poseía habilidades de fuego y se había encontrado a los Viera al mismo tiempo que aparecieron sus poderes.
Los primos no sabían como es que Nila conocía de ellos, ni la relación que tenía con sus nuevas habilidades, pero quisieron confiar en ella cuando se presentó como su guía y quién podía ayudarles a utilizarlos de manera correcta.
Desde entonces se había tomado la tarea de apoyarlos con sus habilidades y en ese momento se encontraba entrenando a Frey en combate. Solo las dos.
—¿Tanto los odias? —Nila hacía preguntas de manera socarrona para provocarla. Frey no respondía, pero contraatacaba bien— ¿Por qué quieres ganar la competencia? ¿Acaso piensas conservar tus poderes?
Nila sacó fuego de su mano derecha e intentó atacar con un puño.
Frey la esquivo con un campo de fuerza, después la agarró el brazo y del pecho quedando frente a ella, le paso el pie por el talón tirándola de espaldas y puso una rodilla sobre el estómago aun sin soltar el brazo. Enseguida colocó la pierna libre encima de la cabeza de ella y se echó hacia atrás atrapando a su entrenadora con una llave.
—Sí, quiero ser yo quien los conserve —respondió. En ese entonces Frey tenía solo 10 años.
Nila sonrió. La niña se hizo a un lado, permitiendo que su maestra se levantará. Entonces pidió un descanso.
—Peleas mejor que tus primos —le dijo Nila con dificultad, el entrenamiento le hacía jadear.
—Pero soy más pequeña —soltó con desilusión.
La maestra prestó atención al gesto de Frey, desconfiaba de sí misma.
—¿Sabías que los niños de la cultura mexica entrenaban desde tu edad para ser guerreros? Incluso antes —Nila le brindó seguridad—. Eres buena en esto, no dejes que apaguen tu flama.
La joven pelinegra, más alta y más morena que Frey, mostró la palma de su mano y del centro creó una ligera llama. La niña estaba maravillada. Se recargaron en la pared y tomaron cada quien un poco de agua.
—Eres afortunada, casi no existían niñas guerreras en esa época —le dijo más animada—. Ahuic y Nochipa fueron la excepción.
Nila tomó otro sorbo de agua. Frey se percató de la extraña mirada asomó el rostro de su maestra.
—¿Quién es Ahuic?
Nila volvió su vista a la niña, posó una mano sobre su la cabeza y le sacudió el pelo.
—Suficientes preguntas por hoy —le dijo—. ¿Ves esos cuchillos?
Frey siguió a donde señalaba su maestra; en un estante descansaban dos pares de navajas de obsidiana. Asintió con la cabeza y Nila le sonrío.
—Ve por ellos, te enseñaré a usarlos.
2008
Frey retrocedió lento procurando que nadie se diera cuenta y cuando creyó conveniente usó su poder de invisibilidad. Solo entonces corrió. Se adentró entre la maleza de la carretera y huyó.
Intentó buscar rastro de lo que sea o de quien sea que se haya llevado a su hermana, así como de las posibles pisadas de ella. Algún objeto o algo, pero lo más extraño que vio fue el rastro de dos líneas paralelas que avanzaban una larga distancia, la suficiente como para alejarse de la carretera o civilización alguna. Frey llevaba consigo su mochila, donde por fortuna había guardado una linterna y las galletas de su hermana.
Junto a Dioney y Lulú solían realizar figuras sombra cada que visitaban a sus tíos, el patio de su casa se prestaba para jugar. Dioney le había dicho que la llevará por si acaso. Jamás pensó que esta situación fuese el "por si acaso".
Hasta ahora había aguantado las lágrimas, pero darse cuenta de que no harían figuras de sombras y Lulú no comería sus galletas le provocó una sensación de pesar. Se detuvo, estaba sola lo sabía, el cuerpo se le tensó de lo caótica que se había vuelto la noche, se recargó sobre el tronco de un árbol y se soltó a llorar.
Que sea la única ocasión, se dijo.
Lo hizo, las lágrimas cayeron, no imaginó que se sentiría sola o que alguna vez tendría que afrontar una situación así. Primero sus padres, después el internado y ahora el accidente y la desaparición de su hermana.
Con mucho miedo por su familia, se permitió desahogarse sola bajo ese árbol, a mitad de la nada, con la poca luz de luna que atravesaba las hojas de las ramas. Recordó la imagen de ambos primos, inconscientes y ensangrentados, temía por ellos. Tiempo atrás intentó algo de lo que después se arrepintió. Haberlos visto en ese estado le hacía arrepentirse aún más. Y luego, estaba Luyana, le asustaba el daño que pudiera recibir. Como hermana mayor no entendía de que forma la perdió de vista... pero no era momento de lamentarse.
Las palabras de Yuliana vinieron a su mente; "Olvida las prohibiciones que he hecho sobre ti y hazlo". Su prima jamás había tenido tanta confianza en ella... Y no iba a defraudarlos. Tragó saliva, se limpió las últimas lágrimas y se levantó.
—Mi familia me necesita —susurro con más confianza
Ahora mismo solo se tenía a ella, pero ya lo había hecho antes y volvería a hacerlo; enfrentarse a las adversidades. Así que tomó valor y siguió andando.
Pronto llegó a campo abierto, se acababan los árboles y la maleza y con ellos el rastro. Ni siquiera estaba segura de haber recorrido el camino correcto, pero quería confiar. Visualizó que unos pasos adelante, un par de huecos en la tierra formaban algo parecido a la huella de mini explosiones, justo donde terminaba el rastro de las líneas paralelas.
Frey se preguntó si esto la conduciría a su hermana, no tenía idea de a dónde ir así que se detuvo a pensar un momento en su siguiente paso.
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Editado: 16.10.2021