Kousei Yoshida tenía 10 años cuando llegó a México, solo, triste y en duelo. Su familiar más cercano era su tío Dai Yoshida, quien residía en el país desde hace años y acababa de renunciar a su carrera de agente para dedicarse a cuidar de Kousei.
De ahora en adelante trabajaría como profesor de robótica en una prestigiosa universidad, por lo que tendría que llevarse a Kou consigo mientras daba sus clases.
Kou detestaba eso, aún no hablaba el idioma y no conocía a nadie ni a otros niños. Casi dos años después ya podía dialogar y entender con más claridad el español, pero seguía sin disfrutar su nuevo estilo de vida.
Era un desafortunado día de enero de 2007, o al menos así lo veía él, cuando conoció a Frey.
Furioso por tener que acompañar a su tío, quién fungiría como juez en un concurso de robótica que organizaba la universidad, buscó la manera de salir de ese lugar. Hecho a correr apenas piso un pie afuera del Centro de Convenciones, lo único que deseaba era ir directo a casa y encerrarse en su habitación.
Ensimismado en sus emociones no se percató que, a un costado, otra niña que también corría se atravesaría en su andar chocando con él. Ambos cayeron al suelo.
—¡¿Es que acaso no ves?! —gritó molesto— ¡Fíjate donde caminas!
—¡Fíjate tú! —respondió ella con el mismo el tono en que le había hablado.
Kou ensanchó los ojos. ¿Cómo se atrevía?
A diferencia de él, Frey corría para alcanzar el camión de comida antes de cerrar.
Dioney era uno de los participantes del torneo de robótica y por supuesto, sus primos estaban ahí para apoyarlo. Mientras Yuliana iba en busca de su hermano, los otros tres habían salido del Centro de Convenciones por comida, razón por la cual Frey se echó a correr cuando vio que el camión estaba a punto de cerrar.
Kou la vio bien, podría decirse que tenían casi la misma edad. Él era un joven de piel blanca, pelo y ojos cafés como Frey, aunque los tenía ligeramente rasgados y en altura era un poco más alto que ella.
Él volteó a verla, sorprendido por la contestación. Kou era un niño solitario, se había hecho fama de insoportable y sus compañeros preferían evitarlo, pero ella, sin conocerlo ni temerle le acababa de regresar la contestación.
—¿Cómo atreves? —resopló de nuevo.
Frey bufó.
—¿Primero me tiras y ahora te ofendes?
Kou estaba por responderle una vez más, de no ser porque la voz de su tío le advirtió que lo había encontrado.
—¡Kou! —Lo escuchó acercarse— ¡Kousei ahí estas! No huyas así.
Frey se percató que el joven pareció molestarse porque lo encontraron.
El adulto de pelo corto y negro, complexión delgada y ojos rasgados, se acercó a los niños, los observó y soltó una respiración cansada.
—¿Ahora qué has hecho?
—Nada —se defendió—, ¡Ella no se fija dónde camina!
—¡Tú tampoco te fijaste! —contraatacó Frey.
—Me disculpo por el comportamiento de mi sobrino. —El tío del niño se acercó a ambos y los ayudó a levantarse, después se inclinó y con la vista mirando hacia abajo se disculpó.
Era obvio que no eran mexicanos. «Nadie aquí pide perdón así» pensó Frey.
Kou desvió la mirada molesta, ella se preguntaba ¿qué diablos pasaba con ese niño?
Al poco instante escuchó la voz de Froilán que venía detrás, la habían alcanzado él y Lulú.
—¡Frey! ¡Qué bueno que te encuentro! Iban a matarme si te perdía —decía Froilán animado, hasta que observó la escena, entonces cambio su tono a uno nervioso— ¿Ahora qué hiciste?
—Yo nada, él que no se fija —dijo Frey repitiendo la misma frase que Kou.
Este volteó a verla furioso, un breve silencio se hizo, sin embargo, el ambiente no era tenso. Entonces el señor Yoshida comenzó a reír. Los chicos se le quedaron viendo ¿Qué tenía de graciosa esa incómoda situación?
—Lo siento. —Se disculpó entre risas— Te pareces tanto a Kou.
Kou alzó una ceja y Frey parpadeó un par de veces.
—No lo creo —dijeron los dos al mismo tiempo.
Enseguida se callaron y se dieron cuenta, de manera incómoda, como coincidían.
A Froilán también le causo gracia la extraña situación, pero no tenían mucho tiempo, por lo que intervino llevándose a Frey.
—Una disculpa por el comportamiento de mi prima —dijo—, a veces es muy impulsiva. Tenemos que irnos. —La tomó del brazo y comenzaron a andar alejándose de ellos.
—Pero... mis taquitos... —Chillaba Frey mientras regresaban al evento.
—Iremos por unos en la noche. —Froilán la reconfortó.
Kou solo vio cómo se alejaban, sus voces se iban apagando conforme a la distancia. Había dicho que era su prima, pero parecían hermanos... un deje de nostalgia asomó su rostro. Su tío comprendió la mirada perdida de su sobrino, así que le propuso regresar al evento e interactuar con ellos, quizá podría conseguir nuevos amigos... pero Kou se negó, no quería saber nada de la extraña niña, ni interactuar con nadie.
Un mes después, Kou le pedía con fervor a su tío que lo entrenará para agente, tal cual como él lo había sido hasta hace poco tiempo. La respuesta era un rotundo no.
—No es la vida que tus padres hubieran querido que tuvieras —le decía su tío.
Pero eso no provocaba más que hacer engrandecer el deseo de Kou por aprender a cuidarse por sí solo. Tenía un objetivo en mente y no se iba a detener hasta cumplirlo. A cambio de entrenarlo en el combate y armas cuerpo a cuerpo, Dai le convenció para retomar las clases de Tae Kwon Do, como cuando estaba en Japón. Kou aceptó de inmediato, era mil veces mejor que pasar las tardes encerrado en el cubículo de su tío mientras daba cátedra.
Lo que Kou no se esperaba era encontrarse con cierta niña problemática en su misma clase.
Frey gustaba de tomar entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo, pero lo más cercano que tenía eran las clases de Tae Kwon Do.
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Editado: 16.10.2021