Crónicas del Quinto Sol: La diosa negra

27. Cholula

Ni Cristian ni Kousei insistieron con la pregunta. La frialdad y firmeza con que Frey había respondido les dejaba en claro que no era momento de tocar el tema.

Permanecieron callados durante un rato más y antes de retomar la conversación con una plática banal.

Si bien la distancia entre Huauchinango y Puebla capital no era larga, pero sí era tediosa en épocas festivas. Justo en esos momentos México se encontraba de "puente" -varios días de descanso por fechas especiales, iniciados en fin de semana y extendiéndose hasta lunes—. Este puente ocasionaba que miles de personas salieran de sus rutinas para distraerse visitando pueblos mágicos y otras zonas turísticas del país.

Estaba por terminar el puente del primero de mayo por lo que los autos que regresaban a la urbe ocasionaban bastante tráfico. Los niños aguantaron calor, mucho aire alborotándoles el cabello y sudor ante el sol.

Tres horas de viaje se convirtieron en casi seis. Para la una con cuarenta y cinco de la tarde ya se encontraban en Puebla capital. Ahora debían dirigirse a Cholula, otro viaje de al menos cuarenta minutos.

Don Manuel había prometido llevarlos hasta su destino, pero se vio sorprendido por un problema dentro del local al que llegaba con su mercancía.

—Dispénsenme niño Cristian, se lo prometí a su abuelo —se disculpaba el señor.

—No se preocupe. —Cris lo tranquilizaba— Nosotros entendemos. Sabremos llegar.

—¿Están seguros? —Don Manuel denostaba inquietud.

—Por supuesto, estamos cerca —añadió Frey—. Me han dicho mis padres donde me esperarán —mintió para convencer.

Don Manuel pareció dudarlo, de ningún modo estaba bien dejar a tres niños solos, pero Frey hablaba con tal seguridad que de verdad le convencía su palabra. Además, el abuelo de Cristian le había dicho que los niños sabían cuidarse. Sin más remedio accedió a sus peticiones y optó por creer.

—Está bien, pero no confíen en nadie.

—Así será, muchas gracias. —Cristian sonrió y se despidió.

—Ándele pues, con cuidado.

Los niños agradecieron y comenzaron a caminar. Atravesaron el centro histórico, la gran catedral, los portales y demás calles hasta llegar a la base de servicio que los llevaría a Cholula. Con el dinero que portaban pagaron tres pasajes.

Tomaron asiento hasta el final donde pudieran estar juntos y Frey traía consigo un tubo porta planos de esos que usaban los arqueólogos o arquitectos, el señor José se lo había dado para guardar el mapa. Lo acomodó entre sus piernas tras sentarse.

—¿Bien? ¿Cuál es plan? —preguntó Kou.

—Aún no lo sé —respondió Frey— Cris ¿Qué decía el mapa?

Cristian buscó entre sus cosas, sacó una libreta pequeña donde había realizado sus anotaciones respecto a la traducción. El niño pensó que hacer notas sería más práctico, aunque no descartaba usar el mapa por si tenía alguna duda.

—Dice que está dentro de la pirámide —explicó—. Debemos entrar por los túneles, lo escondieron en el segundo nivel. —Bajó la libreta y miró a sus compañeros— Se puede tener acceso a ellos, pero solo es un corto trayecto.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Frey.

—Mmm... la pirámide está debajo de la iglesia, semi oculta como un cerro. Solo te permiten entrar en ella haciendo un pequeño recorrido. ¿Nunca han venido?

—No —respondieron Kou y Frey al unísono.

—A ver si entiendo —dijo Kou— ¿A pirámide solo entrar por un túnel? ¿Cómo atravesamos pirámide?

—Yo sé cómo —respondió Frey con mirada pensativa—. Pero no podemos dejar que nos vean.

—Significa que esperaremos hasta que sea de noche para infiltrarnos ¿cierto? —interrogó Cris.

Frey asintió con la cabeza.

—¿Habrá guardias? —preguntó Kou— ¿En noche?

—No lo sé, solo he venido una vez en una excursión escolar.

Kou soltó un bufido. Frey lo miró mal y después se dirigió a Cris.

—Una vez dentro necesitaré que nos guíes, aunque no haya túneles abiertos. Sé que podemos pasar.

Cristian asintió con la cabeza.

***

Cuando los niños llegaron a Cholula, se dirigieron a conocer la pirámide, así que pidieron un recorrido por el museo y por el trayecto del túnel. Pagaron sus entradas y aunque para quien atendía en taquilla le era extraño que tres niños acudieran solos, no existían restricciones al momento de vender los boletos.

Frey y Kou conocieron el museo; las piezas que se exhibían y las fichas informativas por cada mural. Para Kousei todo era nuevo, una cultura muy distinta a la suya se abría paso frente a sus ojos y debía admitir que le era fascinante.

La pirámide era impresionante; tenía una gran altura y en la punta se podía apreciar una iglesia de color naranja, pequeña a comparación de la bestialidad de tamaño del cuerpo piramidal. En el resto de su base algunas partes se encontraban desenterradas y otras aun cubiertas de tierra.

Al entrar al museo, a Frey le llamó la atención un mural enmarcado con figuras de guerreros cholultecas frente a guerreros españoles. No era antiguo, sino uno pintado sobre tela para adornar la entrada del recinto.

—Vamos Frey, aún debemos entrar al recorrido del túnel —llamó Cristian sacándola de su ensimismamiento.

—Allá voy —respondió ella.

Frey se acomodó el tubo para planos sin perder la vista del mural. Una idea corrió por su mente y aunque era arriesgada, esperó el momento para llevarla a cabo.

Pasó la tarde, después de visitar el museo y el corto recorrido del túnel tenían una mejor idea del plan que querían llevar a cabo. Observaron desde fuera la magnitud de la pirámide. Sin duda era de gran tamaño.

En la punta del cerro se ubicaba una iglesia, lo demás era una parte de tierra que cubría a la pirámide escondida debajo. De uno de los lados se observaba la entrada turística al túnel, del otro: escaleras y rocas. No dejaba de ser hermosos lo poco visible de lo que alguna vez fue un gran centro ceremonial prehispánico.




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