2006
Un año después de la muerte de la abuela, los niños Viera recibirían sus poderes. Para ese entonces ya no residían en el pueblo, acababan de mudarse a la ciudad y viviendo en una misma casa, pues habían perdido todo con la matriarca de la familia.
Las cosas eran aún peor para Frey, antes al menos soportaba unas horas las humillaciones de sus primos, ahora lo padecía a todo momento.
Los días eran siempre igual, escuela, maltratos y llorar hasta quedarse dormida. Poco a poco olvido las palabras de su abuela, no podía sentir compasión por su familia si ellos le llevaban al límite. Empezó a odiarlos en secreto, sin darse cuenta, convirtió una frase en su mantra, cada noche antes de dormir:
"Voy a vengarme de todos aquellos que me han hecho daño, ¡Lo juro!"
Comenzaba imaginar como sería hacerlos sufrir, y por supuesto, pensó en un plan para llevarlo a cabo. Pero solo tenía diez años, ¿Qué podía hacer?
Entonces aparecieron sus habilidades y con ellas, Nila.
Se presentó ante los chicos, se enteró de que eran cinco y todos estaban descubriendo sus poderes el mismo día de la apuesta. Les aseguró que eran especiales y acababan de ser elegidos para convertirse en guerreros contra fuerzas mayores, aunque que solo uno podía quedarse con sus poderes, mientras que volverían a ser normales.
—El que gané, no solo conservará sus habilidades, sino la de los demás también —les mintió—. Yo los entrenaré.
Una sonrisa iluminaba su rostro. Mientras los mayores dudaban de lo que sucedía, Frey lo veía todo como una oportunidad, una para ser mejor que ellos y así... vengarse.
—¿Así que quieres vengarte? —repetía Nila en una ocasión cuando estaba a solas con Frey.
—Eso quiero —decía la niña con firmeza.
Nila soltó una ligera risa.
—Puedo sentir que en definitiva ustedes no se llevan bien, pero ¿Tanto los odias?
Frey no respondió al instante, meditó un poco desviando la mirada y entonces contestó:
—Sí. Voy a vengarme de todos aquellos que me han hecho daño, ¡Lo juro!
Nila alzo la cara con sonrisa de satisfacción, no hubo más necesidad en Frey para convencerla. A partir de entonces no volvería a estar sola.
—Bien —decía Nila—. Te entrenaré aparte y organizaremos un plan. Lo haremos a tu manera.
Así transcurrieron los meses Nila y Frey, entrenando casi todas las tardes. Mientras la niña pasaba tiempo con su maestra, poco a poco le tomaba aprecio. Después de su abuela era la persona más cercana a ella que no le juzgaba, humillaba o maltrataba. Nila le incitaba a mejorar y aplaudía cada uno de sus logros: "¡Excelente puntería!", "¡Buena patada!", "¡Mejoraste en ese gancho!", "¡Tienes habilidad para esto Frey!" eran solo algunas de las frases que motivaban a la niña.
En poco tiempo, Nila se convirtió en lo más cercano a una hermana mayor para ella. Mientras sus primos vivían sus vidas ocultando sus poderes, Frey se obsesionaba con su plan de venganza.
Ninguno de los demás niños Viera se molestaban en preguntar sobre lo mucho que Frey se esforzaba. Consideraban que era inferior y que solo huía de ellos. A su vez, entre los cuatro convivían cada vez más con sus poderes, incrementando el sentimiento de duda por despedirse de sus habilidades. Sabían en cualquier momento tendrían que decir adiós, pero eso les provocaba sentir incertidumbre.
—¿Están seguros de que quieren hacer la prueba? —preguntaba Dioney cuando se reunían a solas los tres mayores.
—¿Tenemos otra opción? —decía Froilán.
—Tenemos —aseguraba Yul—, no realizarla. Somos tres contra uno, cuatro contando a Lulú. Estoy segura de que si nos enfrentamos a Nila y nos negamos a realizar la prueba no podrá contra nosotros.
—¿Qué hay de Frey? —agregaba Froilán— ¿No le avisaremos?
—¿Para qué? —se burló Yuliana— Su opinión no cuenta. Mientras nos tengamos a nosotros ella no importa.
Dioney y Froilán no contestaron, no estaban de acuerdo, pero nada podían hacer contra el carácter de su prima. Así fue como Frey, usando su invisibilidad, escuchó todo y subió a su cuarto a desarrollar el plan de venganza.
Fue entonces cuando el gran día llegó.
—Así que no harán la prueba —contestaba Nila.
Froilán y Dioney voltearon a ver a Yuliana, ya no estaban tan seguros, pero no había vuelta atrás, acababan de decirlo y no iban a retractarse. La chica mantuvo su semblante firme, aunque por dentro estaba muy nerviosa. Negó con la cabeza.
—No vamos a realizarla —volvía a decir Yuli con seguridad.
—Está bien —fue la contestación de Nila.
Los tres mayores estaban inquietos, ¡No podía haber sido tan fácil! Ninguno lo creía, pero si Nila no iba a hacer nada para impedirlo, optaron por darse la vuelta y empezar a caminar. Todos excepto Frey.
—Frey, nos vamos —le ordenó Yuliana al percatarse de que la niña no se movía.
—No —contestaba ella por primera vez con seguridad.
Al instante se giraron a verla. Yul con el rostro enojado y los otros confundidos.
—¿Qué dijiste?
—Que no —enfrentó.
—¡No te pregunte si querías, dije que nos vamos!
—Y yo dije que no iré con ustedes.
Yul se detuvo y miró con firmeza a su prima. Frey no se inmutó por primera vez.
—Vas a ir con nosotros ahora mismo o...
—¡¿O qué?! —gritó— ¿Vas a volver a pegarme? –Yuliana se acercó para golpear a la niña, pero no lo logró, esta vez no, interpuso su antebrazo y la arrojó lejos ocupando uno de sus campos de fuerza—¡Escúchame bien! Nunca más vas a volver a ponerme ni un dedo encima. ¡Nunca! De ahora en adelante todos ustedes me van a respetar.
Froilán, Dioney y Lulú que se encontraban atrás se sorprendieron. Todos estaban atónitos. Excepto Nila quién disfrutaba del espectáculo. Yuliana no se lo esperaba, jamás se lo había imaginado. Los primos se acercaron a la mayor y le ayudaron a levantarse. La niña en cambio, se paró a un lado de Nila, ambas sonreían con regocijo ver las caras de asombro.
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Editado: 16.10.2021