—En ese caso: Todos o ninguno —sentenció Yuliana
Frey volvió a ver a su familia. Dioney y Froilán la veían con seguridad, estaban de acuerdo con la mayor de los cinco.
—Todos o ninguno —repitieron los chicos.
Frey pasó su vista hacía Lulú, no iba a arriesgar a su hermana menor, ya no.
—Todos o ninguno —mencionó también.
Los ojos de Frey se humedecieron aún más, pero esta vez de conmoción. Una parte dentro de ella se sentía muy feliz porque uno de sus sueños se había hecho realidad; eran una familia apoyándose.
—Gracias... —susurró afable.
El resto le dedico una sonrisa y antes de cambiar de táctica.
—Encerrémosla de nuevo, después encontraremos la manera de desaparecerla sin perder a uno de nosotros —ordenó Yuliana.
—¿Cómo? —preguntó Lulú.
—La piedra —respondió Frey—, en algún momento de la batalla la perdió. No la traía consigo durante este rato.
—Eso explicaría por qué no ha podido detenernos con solo apretar su puño —analizó Dioney.
—Debe estar perdida en alguna parte de esta zona —recalcó Froilán.
—Si no la encuentra, no nos tendrá en su poder —pensó Frey en voz alta.
—Es cierto —repuso Yul, volvió su vista hacia los chicos— ¿No vieron nada?
—Apenas pudimos pelear sin que alguno de nosotros no fuese atacado —señaló Froilán.
—Encontraremos la forma —mencionó la mayor.
En ese momento, Luyana soltó un bufido, se cruzó de brazos y frunció el ceño.
—Solo soy una niña, debería estar jugando, no peleando —resopló.
Frey alzó la vista coincidiendo con la de Yuliana, entonces voltearon a ver a la pequeña.
—¡Es cierto! —dijo Yul con una idea en mente— Somos niños, no deberíamos pelear, deberíamos jugar.
Miró emocionada a los chicos, Froilán y Dioney se sintieron confundidos, al igual que Luyana. Frey no, ella entendió el punto y jamás había agradecido tanto una de las muchas torturas que vivió a lado de sus primos, hasta ahora.
—¡No me la den y rómpanla! —les dijo Frey.
Ambos chicos y Lulú miraron dubitativos a la niña antes de entender la referencia, solo entonces exclamaron una sonrisa. Los cinco primos tenían un plan.
***
Los Viera, desde metros de distancia observaron cómo se acercaba la diosa a las afueras del bosque.
—Todo esto ha sido muy divertido —dijo burlándose—, pero es hora de terminar. Sus poderes son más valiosos que los de sus antepasados.
Frey se enderezó y sus primos la imitaron. Ya no había necesidad de seguir ocultos, así que se acercaron a la orilla del bosque. Los cinco se juntaron, de nuevo estaban frente a la diosa, igual que sus antecesores hace más de quinientos años.
—Mientras sigamos de pie seguiremos luchando —encaró Yuliana.
La diosa vio en ellos la seguridad que había percatado en Frey antes. No encontraba más temor, cambio su semblante a uno más serio.
—Son solo niños —bufó.
—Lo sabemos —mencionaron los cinco al tiempo que se encogían de hombros.
—¡Niños insolentes!, Si quieren morir, que así sea.
Una vez más, la diosa extendió sus brazos, los edificios semi destruidos se tambalearon y de sus palmas emergió energía oscura.
Juntó las manos a la altura del pecho y su ataque se dirigió directo a los niños. Estos volaron con excepción de Frey quien evito el impacto con uno de sus campos de fuerza, aunque el ataque no cesó, un chorro de energía le atacaba.
Entonces, sin miedo alguno, la niña decidió arriesgarse a transformar su escudo en una serie de rayos que contraatacaron la energía de la diosa.
Un choque de fuerzas se produjo y la Señora, desde su lugar pudo percibir el azul brillante que iluminaban los ojos de Frey. No evitó recordarle a Ahuic cuando la enfrentó cinco siglos atrás.
La diosa tambaleó, cosa que Lulú aprovechó para correr creando un torbellino de polvo con ellos dentro. Al fondo, Yul se acercó y se posicionó frente a la Señora y con ambas manos emitió energía. Sus ojos se iluminaron como los de Frey, pero en el color de su don: verde.
La diosa se abalanzó contra ella, aunque está se hizo a un lado y contraatacó con sus bolas de energía, volaba bajo por si era necesario hacer emerger alguna enredadera. Durante un momento hubo intercambios de ataques, lanzando rayos y esferas de ambas energías, una contra la otra. Si alguien pudiese ver de lejos, sin duda encontraría un espectáculo de destellos verdes y negros.
A un costado de la diosa, llamaradas aparecieron, está los esquivó, después surgieron cristales de hielo de las cuales se defendió con sus dagas de obsidiana. Entre Dioney, Froilán y Yuliana comenzaban a formar un equipo de ataque y, pese a que la diosa encontraba el modo de esquivarlos y contraatacarlos, cada vez se le hacía más difícil. Sin embargo, se percató de una cosa, ni Frey ni Luyana peleaban apoyando a sus primos mayores.
La desesperación se hizo presente. Se deshizo de Dioney y Froilán arrojando polvo de concreto a sus ojos, después los golpeó con un trozo de asfalto. Yuliana quedó sola.
Usó una daga, arrojándola hacía ella, logró que cayera al suelo, entonces se acercó con el propósito de acorralarla contra la pared. Alzó el brazo con otra daga en mano y apunto a la chica, pero su ataqué falló: Frey apareció de pronto desapareciendo su invisibilidad ante sus ojos.
También traía navaja en mano, una azul turquesa recibida como regalo del señor José. La diosa retrocedió y Frey sonrió de lado, entonces se abalanzó contra ella embistiendo con tajos firmes.
Macihuatli no quiso quedarse atrás y también se defendió. El sonido de las cuchillas al chocar se escuchaba en el aire, quizá Frey tenía menos habilidad, pero no por eso detenía su forma de atacar. Buscaba la oportunidad de defenderse.
—Nila te enseño bien —dijo la Diosa al acercarse.
—Nila no me enseño todo —refunfuño Frey.
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Editado: 16.10.2021