—No hubo rastro de Mar Fac, mucho menos de Nila y Lluvia. Aún con los esfuerzos de búsqueda de Dioney y Lulú no tuvimos respuesta. Se llevaron la vasija y sin mi collar en su poder desconocemos si pueden liberar a la Diosa Negra. Dioney quiere investigar más al respecto mientras conservemos el diario. Yuliana lo está leyendo de nuevo, ahora con detenimiento, piensa que quizá pueda encontrar alguna pista o algo que nos brinde más información de la que ya tenemos, pero tampoco hay novedad. Casi todo lo que ha leído es lo que ya vivimos. —Frey hizo una pausa— De igual manera queríamos pedir tu ayuda y la de tu abuelo, son los únicos que conocen sobre las leyendas y que pueden leer los códices.
—Es cierto —dijo Kou—. Los Viera necesitarte.
—Cuenten con mi ayuda. Nuestra ayuda —repuso Cris hablando por él y su abuelo.
—Gracias. Por cierto, mi prima me contó sobre los antifaces —Frey se dirigió a Kou—. Creí que los habías tirado a la basura.
Kou no la miró, se sonrojó. No había olvidado la promesa a su mejor amiga.
—Creer que serían útiles en algún momento —respondió.
—Lo fueron, gracias por cuidar a mi familia.
Kou no respondió, pero a Frey no le importó, lo conocía y su silencio era una forma de decir "De nada". Sonrieron. Aún existía esa especial conexión de su amistad.
—Oye —habló Cris—, ¿Cómo tomaron sus padres su regreso?
—Dioney les modificó la memoria a mis papás, los suyos y a la mamá de Froilán. Les hizo creer que todos estuvimos en el accidente, pero que no fue grave para ninguno. De esta manera justificamos nuestros moretones, raspones y las puñaladas que sufrimos durante la batalla.
—Así como el auto —recordó Kou.
—Así como las pequeñas abolladuras del auto —ironizó Frey, ya que de pequeñas no tenían nada—. Claro que los rasguños no nos eximen de la condena que nos espera, ¡estaremos castigados de aquí hasta que ocurra una pandemia! —Cristian y Kou no pudieron evitar reír— ¡No se burlen! Aún no asisto a la secundaria y ya es un hecho que no iré a ninguna fiesta.
Los tres niños caminaban por las tranquilas calles de la unidad habitacional, volvían de comprar comida para todos. Mientras tanto, el resto de los Viera hablaban de lo sucedido en los últimos días, solo esperaban el regreso de los niños para seguir dando información. Habían pasado cerca de dos días desde la pelea, claro que los padres estaban molestos, sin embargo, no podían estar atrás de ellos a todo momento, por lo que confiaban en que su anciana tía Rosita los cuidará, sin saber, que era una cómplice más en el secreto de sus sobrinos.
—¿Conocen algo al respecto sobre la chica de la máscara que nos encontramos en Cholula? —preguntó Cris.
—Nada. Dioney dice que también investigará al respecto, pero hasta ahora no hemos encontrado algún indicio —trató de explicar Frey—. Creemos que es alguien que conoce las leyendas y no sabía que estaríamos ahí esa noche. Se sorprendió en cuanto me vio, además aún debemos cuidarnos de otros asuntos.
—Quizá trate una cazador de tesoros —supuso Kou.
Frey lo meditó, eso podía ser posible. Tal vez ni siquiera existía relación alguna con ellos y todo fue casualidad.
—Sí, es probable —respondió Frey—. Como sea, aún no tenemos explicación sobre la pieza precolombina que Dioney encontró entre sus cosas el día de la persecución del alacrán. Así como debemos cuidarnos de quienes ocasionaron el accidente y de un posible ataque de Mar Fac. Sin mencionar el tentativo regreso de la Señora.
—Manténganse alerta —aconsejó Kou.
Frey asintió y hubo un breve silencio.
—¿Qué hay de los policías y medios locales que vieron los hechos? —preguntó Cris cambiando un poco de tema.
Estaban llegando a casa y podían oír las voces de Yuliana y Froilán desde fuera.
—Ya lo sabrás —mencionó Frey abriendo la puerta.
Los niños entraron y dejaron las bolsas en la mesa. Los tres Viera mayores los esperaban desde hace un rato.
—Ahora que han llegado a la sala de juntas —mencionó Yul.
—¿El laboratorio? —preguntó su prima.
—No, el patio. Hoy somos más —respondió refiriéndose al par de niños.
Frey rodó los ojos, Cris y Kou se encogieron de hombros y salieron atravesando la cocina, donde la tía Rosita preparaba de comer para todos. Sonrió al verlos pasar a la "sala de juntas".
Luyana ya se encontraba afuera jugando con sus muñecas, aún tenía raspones en la cara, pero se le veía feliz y tranquila y eso, para el resto era un gran alivio. Así siempre debería ser.
—Lu —llamó Froilán—, tenemos que hablar.
—Cierto —se apresuró a contestar dejando sus muñecas de lado y acercándose a sus primos.
Llegaron hasta el árbol y se sentaron en círculo bajo la sombra que este proporcionaba. Todos tenían rostros raspados, moretones, heridas en manos, brazos y piernas, pero por increíble que fuera, mentalmente se encontraban bien. Sin duda, ninguno era el mismo de hace una semana y aunque ya nada en sus vidas sería igual, estaban en la mejor disposición de aceptarlo.
—Tenemos un diario —comenzó Yuliana señalando la libreta—, pero debemos recuperar los otros.
—¿Hay más? —preguntó Lulú.
—Mictecacíhuatl me dijo que después de esto buscáramos a Coatlicue y encontráramos el resto de los diarios. Lo que significa que sí, hay más y no están en nuestro poder —comunicó Frey.
—Lo mismo me dijo —informó Dioney.
—¿Quién es Coatlicue? —preguntó Froilán.
—La diosa de la vida, la muerte y el renacimiento —compartió Cris—, es considerada madre de dioses y por tanto madre de Huitzilopochtli, dios de la guerra.
—Fue una de las pocas deidades que no lograron ser atrapadas por la Diosa Negra —añadió Dioney recordando la visión que la señora del inframundo había compartido con él—. Ella puede ayudarnos.
—Están conscientes que hay mucho más de por medio de lo que alguna vez imaginamos, ¿cierto? —recalcó Froilán.
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Editado: 16.10.2021