Ella era fascinante, única e increíblemente fascinante.
Su voz, su cabello, su simple manera de observar la vida, de sentarse a sólo mirar lo maravilloso que es el cielo y su conexión con el mundo, la forma en la que ella pertenece a ese mundo, mientras yo solo miro desde fuera.
Hoy lleva esa chamarra ochentera demasiado colorida y desgastada que ya todos relacionaban con ella, sus labios simplemente con brillo que me hipnotizaban, estábamos sentadas cerca de la presa, podíamos sentir en el rostro las gotas de agua que el viento arrastraba.
No recuerdo un momento más feliz en mi vida, lo que me hace pensar en lo relativa que es la felicidad, lo que realmente significa y el porque no aparece más frecuentemente en nosotros.
No estoy realmente segura de si ella sentirá lo mismo, espero que sí, necesito que si, este sentimiento no puede no ser recíproco, no quiero ser una simple ilusionada más.
Las estrellas, los planetas y absolutamente todo gira en torno a nosotras, a este momento.
¿Debería de decirle? No, sería un error, lo arruinaría.
¿Y si el error es quedarse callada? El silencio podría volverse una condena a largo plazo que tal vez no soporte.
Ella accedió a estar aquí, conmigo, eso debería de significar algo. O tal vez no.
Tal vez si son simples ilusiones en mi cabeza, ¿ella está realmente aquí? ¿por qué lo estaría?
Creo que me estoy volviendo loca.