Paso por el pasillo lateral de una cabaña y cuando llego a la entrada tropiezo con una rama y caigo al lado de un montón de perros que están echados junto a la puerta. Curiosamente no se inmutan. Uno de ellos viene a lamerme la cara. Una señora mayor sale de la cabaña y me dice que no me asuste, que son buenos. Yo, todavía en el piso, le respondo que me dí cuenta, que de lo contrario... Dejo la frase en suspenso, pero no por creer sobre entendida la continuación, si no por no encontrar la forma de terminarla. Le pregunto a la señora -el diálogo sigue conmigo en el suelo- por el nombre de los perros. Ella empieza la enumeración por uno marroncito, que está a mi derecha: "éste, Segundo Apellido..."
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