Un auto estaciona frente a la ventana de mi departamento.
Que no es departamento alguno que sea o haya sido mío, ni siquiera que conozca.
Se me ocurre por primera vez que resulta muy curiosa esa irreverencia del sueño con la ley y la sarta de requisitos registrales que hacen al derecho de propiedad. En el sueño cualquier lugar es nuestro, así, de golpe, de facto, sin que medie dinero ni papelerío ni escribano ni nada. Aparte nadie viene a disputarte la posesión. El sueño es una de las formas más perfectas de socialismo que existen.
Vuelvo al auto.
No queda estacionado en la vereda, aclaro, sino contra la ventana misma, en un tercer o cuarto piso, sobre una especie de viga.
No alcanzo a preguntarme como llegó ahí, que veo otros autos estacionados de igual manera en los departamentos vecinos.
Como ocurrió con un sueño anterior, corrijo el argumento para que no me brinde la explicación fácil de una rampa o algo por el estilo (descubrí hace poco, después de esa experiencia, que existe algo llamado "sueño lúcido"... no en el sentido de ser consciente que se está soñando, lo cual es común, sino de guiar al sueño). Prefiero, decía, el misterio.
Se me ocurre que sería muy fácil abrir la ventana y empujar el coche al vacío. Y que no tendría penalidad por hacerlo, dado que el espacio que ocupa es indebido. Pero me abstengo.
Me pregunto qué significa y no tengo respuesta.
Sigo soñando entonces con estacionamientos anómalos, hasta que llego al sentido: se trata de dejar mal parado a otro.
Es un dilema, justamente, que debo resolver mañana temprano.
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