Caminaba por unas calles que no reconocía, el sol brillaba en lo alto oculto entre nubes y humo, todo estaba destruido, no había nadie y todo estaba en silencio, a los costados se veían los restos de edificios y casas en ruinas humeantes, el calor era insoportable, un olor extraño se respiraba en el aire, era un olor conocido, pero no lograba descifrarlo.
Seguí caminando, preguntándome donde estaba, qué era lo que había pasado, cuando a lo lejos divisé una figura. Estaba de pie, pero el humo no me dejaba ver con claridad, empecé a caminar más rápido hasta correr, la silueta se hacía más grande, distinguí que era una mujer; una brisa de aire disipó el humo por un momento y pude verla. Era ella, mi amada. Reanudé la carrera y grité su nombre, pero no me escuchaba. Seguí corriendo hacia ella, gritando con todas mis fuerzas, esquivando pedazos de edificios destruidos, hasta que por fin volteó mirándome sorprendida, en su rosto se vio la duda, como si no pudiera reconocerme. Me detuve con cuidado diciéndole que era yo, que había regresado, dudó por unos instantes más, hasta que sonrió y se lanzó a mis brazos, estrechándome con fuerza, lloraba y decía que sabía que estaba vivo, que volvería a verme, entre sollozos no dejaba de decirme que me amaba.
Con la voz entrecortada le decía que la amaba, que lo era todo para mí. Me dejé llevar por su cálido abrazo y sus lágrimas que caían en mi hombro, acaricié su mejilla con ternura y buscando su mirada le susurré que todo estaba bien. Ella me regaló su hermosa sonrisa, me tomó de la mano y jalándome despacio, me dijo que fuéramos al refugio.
En el momento que me dispuse a seguirla, una sombra pasó rápido por encima de nosotros. Emma volteó a verme con su rostro descompuesto por el miedo. Quise halarla del brazo y salir corriendo, pero fue muy tarde, un destello seguido de un fuerte estruendo me heló la sangre, reconocí aquel sonido, era la descarga del dragón azul. Me llené de miedo buscando de donde provenía el ataque, quise protegerla, pero fue tarde, el rayo impactó en ella, lanzándome por los aires y estrellándome contra una casa en ruinas. Medio aturdido me levanté ayudándome de una pared en ruinas. Di tras pies y caminé con dificultad; empecé a gritar su nombre con las lágrimas corriendo por mis mejillas. Traté de llegar a Emma, mientras el dragón alzaba vuelo.
Al ver el cuerpo de mi amada en el suelo, sin vida, caí de rodillas, una mano se posó en mi hombro, tomándome por sorpresa.
—Tampoco pudiste salvarla. —Volteé asustado al escucharlo, era Magnus que me miraba con el cuerpo quemado, haciéndome saltar del susto.
Desperté de golpe cayendo de la cama, respiraba agitado mientras intentaba limpiar las lágrimas. Traté de concentrarme para tranquilizarme «es una pesadilla, es una pesadilla» me repetía. Cuando volví a recobrar mi temple, me estiré, colocándome de pie.
—¿Otra pesadilla? —me preguntó Miguel soñoliento.
—No, la misma —le dije sin ánimos, había tenido la misma pesadilla durante la última semana, todo era lo mismo, pero se sentía demasiado real y cada vez me atormentaba de la misma forma, como si fuera la primera vez.
—Lo bueno es que nos sirve de despertador —bromeó riendo bajo mientras se estiraba perezosamente—. Otro día más de trabajo, totalmente aburridos, en un pueblo más aburrido aun —empezó a quejarse; como todos los días desde que llegamos a ese pueblo.
Me senté en la cama, mirando el granero donde me encontraba. Empecé a alistarme para volver al trabajo, hoy se cumplía un mes desde que el dragón azul casi nos mataba. Estiré mi cuerpo comprobando que mis heridas y golpes ya habían sanando. Compartía la idea de Miguel, de verdad que era demasiado aburrido estar ahí, pero no teníamos alternativa. Teníamos que conseguir dinero, puesto que habíamos perdido nuestras armas y no estábamos en condiciones de mantenernos con vida por nosotros mismos, miré a Miguel caminar hacia la puerta, renegando y balbuceando palabras que no lograba entender, seguí sus pasos sin ánimos.
El sol recién estaba empezando a salir cuando me acerqué a la puerta del granero, todo estaba en silencio, no había nadie en las calles del pueblo; que constaba de tan solo dieciocho casas, diez a un lado y ocho al frente; separados por una larga y ancha calle había un bar, una jefatura, una posta médica, una tienda de abarrotes y una posada; que era donde trabajaba Naythiry.
La gente de ese pueblo era desconfiada, a pesar de que ya teníamos ahí un mes, nos seguían mirando raro, no permitían que ningún niño se nos acercara. Realmente no era incómodo, prefería que la gente no se nos acercara para no tener que entrar en conversaciones innecesarias. En cambio, a Miguel no le agradaba ese trato, él había vivido en otro pueblo y todos eran amigables, y que lo trataran de esa manera le resultaba extraño. Nos sentamos sin decir nada cerca de un tronco; como era habitual, esperábamos que Naythiry llegara con el desayuno. Ella por otro lado se había adaptado al pueblo, siempre estaba sonriendo, todo el mundo la trataba bien, fue gracias a ella que nos dieron el trabajo en primer lugar, aunque no era mucho, al menos nos iban a pagar algo de dinero para poder conseguir algunas armas y algunos viáticos, no quería quedarme en ese lugar más tiempo del necesario.
El trabajo que nos consiguió fue el de armar una barricada alrededor del pueblo, para protegerse de personas no deseadas y algunas bestias salvajes que a veces se colaban por el bosque. Nuestro trabajo estaba casi por terminar.
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Editado: 02.08.2022