Rápidamente cambió su expresión mientras lanzaba un gritó de júbilo que fue respondido por todas las personas que se encontraban en ese lugar. Disimuló su sorpresa y caminó hacia la puerta al tiempo que brindaba con los presentes. Miguel se acercó a la puerta con una amplia sonrisa.
—Espérate —le dije mientras lo tomaba del brazo, alejándolo un poco de la ventana—, deja que salga solo. —Él no dijo nada, esperando que Alonso saliera disimulado del bar, se quedó mirándonos perplejo y sin decir nada empezó a caminar alejándose de nosotros. Miguel y yo nos miramos y con un asentimiento de cabeza, comenzamos a seguirlo a una distancia prudente, cuando estuvimos lejos del bar se detuvo y volteó a encararnos.
—¿Getulio? —preguntó en broma mientras Alberto llegaba en su caballo.
—Te encontramos, cholito —le dije. Alonso se abalanzó hacia mí, me cargó y me abrazó con fuerza.
—Pensé que no los volvería a ver, de verdad no puedo creer que sea cierto —dijo lleno de emoción, Alberto se acercó a él, que volteó y lo abrazó también.
—Vámonos de este lugar, para poder conversar con tranquilidad durante el viaje —dijo Alberto mientras Alonso abrazaba a Miguel. Al escuchar sus palabras volteó a vernos a todos sorprendido.
—¿Irnos? ¿A dónde?
—Es una historia larga de contar —le respondí colocando mi mano en su espalda— resumiendo, vamos a ver la forma de regresar a nuestro mundo.
—Pero, yo no me puedo mover, mañana tengo el campeonato —explicó.
—¿No quieres volver a nuestro mundo? —le preguntó Alberto algo enérgico.
—No puedo irme, mañana después del torneo si quieren nos vamos —sentenció reemplazando la sonrisa que tenía por un semblante serio.
—No tenemos tiempo para esto —le refutó Alberto mientras volteaba a mirarme.
—Tranquilicémonos un poco, vamos a otro lugar para conversar y contarnos todo —dije. Le lancé una mirada a Alberto para que no dijera nada más.
—Muy bien. Desde ya les digo que viajaré con ustedes, pero después de mi torneo —repitió mientras se alejaba de nosotros y se encaminaba a la plaza.
Una vez en la plaza, le contamos todo lo que había pasado, le presentamos a Naythiry, cada uno le contó su historia, y como habíamos llegado hasta ese lugar, le explicamos lo de las runas y los dragones, Alonso se quedó callado por unos minutos, tratando de asimilar toda la información que le soltamos de golpe.
—De verdad men, estás diferente, pareces una mole. —Miguel rompió el incómodo silencio que se había instalado entre nosotros, Alonso solo atinó a sonreír, respiró profundamente y empezó a contarnos su historia.
—Después de ese día en la casa de Christian, aparecí en el bosque. No podía moverme, estaba demasiado cansado y llegué a pensar que sería comida para los animales que aullaban a mi alrededor. Cuando de pronto llegó Theodor, que, al verme indefenso, me llevó a su casa. No sé cómo llegué a ese lugar, pero ahí entrenaban a gladiadores para los torneos —dijo mientras señalaba el coliseo—. Me volví su esclavo, trabajé en ese lugar hasta que vio que tenía porte y aptitudes para ser un gladiador, así que empezó a entrenarme. —Nos relataba mientras sonreía con melancolía—. Me trató como si fuera su hijo, me entrenó personalmente. Él había sido un gladiador que consiguió su libertad, estuvo a mi lado hasta hace un año aproximadamente, que murió en una cama —contó mientras se ponía de pie y nos daba la espalda. Se notaba un dolor inmenso en sus palabras—. Después de su muerte, su hijo se encargó de los gladiadores, y me hizo entender que era su esclavo, así que, empecé a ser tratado como tal: un gladiador sin derechos —dijo sonriendo mientras nos volvía a encarar—. Durante un año completo, la pasé pateando todo tipo de traseros, hasta que no tuvo más alternativa que nombrarme su campeón, y aquí me encuentro, a una pelea de lograr mi libertad —finalizó levantando la voz, mirando desafiante a Alberto mientras señalaba el estadio—. ¿Y ustedes me piden que renuncie y me valla a una cacería de brujas con ustedes? —rio irónicamente—, no lo creo. Sí o sí, pelearé mañana y conseguiré mi libertad —se cruzó de brazos—, no pienso irme siendo un esclavo perseguido por escapar. —Todo se volvió a quedar en silencio mientras Alonso esperaba una respuesta.
—Entonces ve a descansar, gana tu pelea y nos vamos —acordó Alberto mientras se ponía de pie y le daba la espalda. Se alejó a paso tranquilo, yo me acerqué a Alonso para despedirme, le di un abrazo.
—Suerte mañana, estaremos en las gradas animando y esperándote para irnos —le dije mientras sonreía y palmeaba su hombro—. Tenemos que volver a nuestro mundo —aseveré con seriedad mientras me di la vuelta siguiendo a Alberto, dejando que Miguel se despidiera de él por esa noche.
Naythiry y Miguel nos siguieron sin decir nada, yo caminaba al lado de Alberto, estaba preocupado si esta sería la mejor forma… dejarlo luchar en ese torneo. No me parecía una buena idea, pero la decisión ya había sido tomada. Alberto nos condujo a un granero, estaba a unas cuadras de la plaza, estaba todo oscuro, parecía que no había nadie en ese lugar.
—En el segundo nivel hay una estera de paja, no es muy cómoda, pero al menos no dormirás en el suelo. —Alberto le dijo a Naythiry mientras le enseñaba las gradas.
—Gracias —respondió ella, asintiendo con timidez.
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Editado: 02.08.2022