Pasamos tres días enteros entrenando de esa forma. Nos encontrábamos muy estresados así que limitamos las conversaciones al mínimo. Ninguno de los hombres se había dedicado a la cacería o la pesca, así que Mikel se estaba encargando de eso junto con Naythiry, y en sus momentos libres se ponían a entrenar en combate, siendo Mikel su maestra. Cada vez pasaba más tiempo entrenando, así que se me estaba haciendo más fácil lograr la concentración y me sentía mucho más ágil y fuerte. El calor de mi marca ya era constante y cotidiano, me había acostumbrado a moverme de esa manera; sin embargo, ya no había más cambio, y sentía que todo lo que había hecho aun no era suficiente para levantar los metales. Pero no todo eran malas noticias, los demás estaban muy animados porque habían alcanzado el objetivo del entrenamiento, solo Miguel se sentía tan desesperado como yo, aunque él no guardaba su frustración.
—Al Getulio no le agrada que lo superemos ¿verdad? —me preguntó Alonso con una amplia sonrisa.
—No es eso, créeme —respondí con seriedad mientras miraba lo que hacían los demás.
—¿A qué te refieres con eso?
—Miguel hace mucho que llegó al límite de fuerza que le da la marca, él ha logrado esparcir de forma uniforme el calor en todo su cuerpo. —Me senté en el pasto.
—Si eso fuese así, no se pondría de esa forma —refutó.
—Es lo que temía ¿verdad? —Las palabras de Alberto sonaban vacías mientras se acercaba junto con Jesús y Christian.
—¿Qué es lo que temías? —preguntó confundido Christian.
—Que no será suficiente para levantar el metal —concluyó Alberto mientras se sentaba delante de mí.
—No lo sabremos si no lo intentamos. —Alonso trataba de sonar entusiasmado cuando de pronto escuchamos a Miguel gritar. Fuimos a ver lo que estaba pasando y lo encontramos agarrando su lanza y arrojándola contra un árbol lleno de desesperación. La lanza traspasó el ancho tronco del árbol y se clavó en otro que se encontraba atrás mientras él caía de rodillas. Nadie habló, y yo me sorprendí por la fuerza con que lo había arrojado—. Ven, yo creo que si podremos lograrlo.
—No lo sé —dijo Jesús.
—Es temprano, intentémoslo de una vez. —Traté de sonar animado, me levanté y me estiré perezosamente—. Si no tenemos éxito tendremos el resto del día para descansar.
—¿Y si tenemos éxito? —preguntó Alonso con una amplia sonrisa.
—Festejaremos todo el día —respondió Jesús mientras le estiraba la mano a Alberto para que se pusiera de pie.
—¡Getón! —gritó Christian mientras le hacía señas con la mano para que se uniera a nosotros.
Caminamos hacia la casa del anciano que se encontraba sentado en la entrada, ni siquiera se levantó de su asiento, siguió fumando apacible con una sonrisa de burla.
No hicimos caso y entramos al depósito donde estaban los metales, me dirigí hacia el que en la otra ocasión sentí que podía levantar, Miguel hizo lo mismo mientras los demás miraban atentos. Apoyé mis dos manos en el metal acomodándome lo mejor que pude y jalé de él con todas mis fuerzas. Solo pude levantarlo alrededor de diez centímetros antes de dejarlo caer pesadamente. Retrocedí dando traspiés hasta caer sentado, me sentía muy agotado; levanté la cabeza y vi a Miguel recostado en el suelo, que respiraba agitado.
—Es imposible —balbuceó mientras trataba de recuperar el aliento.
—¿Qué esperan? —les dije con una sonrisa— ¿Creen que solo los dos lo vamos a intentar?
—Pero si ustedes no pudieron, no tiene sentido que terminemos todos así, hasta las patas —Rio Christian y todos con él.
—¡Ne! —refutó Miguel—, ustedes aún no saben cuál es el metal que les corresponde. —Se quedaron en silencio mientras que Miguel y yo empezamos a reír.
—Tienes razón —afirmó Alonso acercándose a las piedras. Pulseó algunas hasta que cogió la segunda más grande y pudo levantarla un poco. Jesús fue de frente a la tercera más grande y pudo levantarla incluso más que Alonso; Alberto y Christian se demoraron, pero al final encontraron sus metales, el sexto y el décimo respectivamente.
Para el final de los intentos de todos, nos encontrábamos extenuados y agitados. Nos sentamos en el suelo tratando de recuperarnos, no habíamos logrado mover los metales como queríamos, pero nuestro ánimo no había decaído, pues andábamos haciendo bromas y riendo. No supe en qué momento o quién fue el que nos levantó la moral, pero se sentía bien después de tres días completos sumergidos en nuestro entrenamiento.
—No está mal para solo tres días —aseguró Alberto mientras se ponía de pie con lentitud.
—Si tú lo dices —dijo Alonso todavía de espaldas en el suelo.
—Sí, ha sido un buen avance —Jesús sonó más serio—, así no logremos conseguir esos metales, nos hemos vuelto más fuertes.
—¿Crees que sea suficiente para cazar dragones? —La pregunta de Christian nos enmudeció.
—¿Tú que dices Jared?, porque a mí pensar, es más que suficiente —contestó sarcástico Miguel.
—Será imposible —respondí cortante.
Salimos en silencio, el buen humor que tuvimos se apagó, y para rematar nuestro ánimo, Naythiry y Mikel nos dijeron que Dariun se había recuperado y se había ido, no sin antes amenazar a Mikel por su desobediencia.
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Editado: 02.08.2022