EMMA
Iba de camino al aeropuerto. Había planeado ese viaje durante meses, todavía me sentía un poco melancólica al recordar la reacción de mi madre cuando se lo dije; me ponía demasiado triste saber que ella no lo aceptaba; después de todo habían pasado dos años desde que había iniciado mi relación con Jared. El camino se hizo largo mientras aún pensaba en eso. El clima estaba caluroso, como era costumbre en la guaira, así que abrí la ventanilla del taxi, y miré las calles tratando de distraerme.
No podía entender a mi madre. Ella no confiaba en él; la razón era porque él me llevaba un par de años de más. Recordarlo me hacía sonreír, me sentía feliz al imaginar su rostro.
Cuando llegué al aeropuerto me dirigí al baño. El calor me hacía sudar y mi piel no estaba especialmente preparada para eso. Quería lucir bien cuando llegara a Perú; aunque sabía que eso no iba a ser posible después de un día viajando de un país a otro. Me miré en el espejo y me alivié al ver que no estaba tan destruida como pensaba. Como Jared me había dicho que allá hacía frío llevaba una ropa abrigadora; aunque con el intenso calor que hacía; el abrigo lo tenía guardado en mi bolso de mano. No sabía si el espejo de ese baño estaba muy abajo, o yo seguía siendo demasiado alta, pero apenas alcanzaba a verme la mitad del cuerpo, tuve que flexionarme un poco para apreciar mi rostro. Jared decía que yo era la mujer más hermosa del mundo, pero yo siempre creí que estaba algo ciego.
Mi celular sonó, era mi madre. Ella había accedido a que viniese, después de gritarme y discutir durante dos semanas, pero me había condicionado a que la llamaría todo el tiempo.
—Hola má —saludé.
—¿Ya llegaste al aeropuerto? —preguntó.
—Sí, ya estoy aquí y en unas horas subiré al avión.
—Aún no pierdo la esperanza de que entres en razón y no viajes —dijo, pero por su voz, parece que se arrepintió después de haberlo dicho.
—¡Aarrgg! —Me estaba enojando y no quería irme de esa forma.
—Emma, entiéndeme, no quiero que te pase nada —suplicó—, viajar tú sola es muy peligroso.
—¡Mamá, ya! ¡Por favor! —pedí—. No vamos a llegar a ningún lado. Ya decidí viajar, ya está todo listo y pagado y solo será por un mes. Trata de comprenderme por favor, yo quiero hacer esto. —Se quedó callada por unos minutos.
—Prométeme que te vas a cuidar —contestó entre sollozos. Me lastimó mucho escucharla, yo adoraba a mi madre a pesar de todo, pero ella debía entender que esto era lo que yo quería.
—¿Me llamarás?
—Todos los días mamá, todos los días —enfaticé tratando de mantener la compostura.
No me dijo nada más y colgó. Era una mezcla de sentimientos y sentía que iba a explotar, estaba muy triste por dejarla; también estaba muy nerviosa. Era la primera vez que iba a viajar sola. Estaba demasiado feliz de poder ir a verlo para darle esta gran sorpresa, ya que Jared no me esperaba.
Después de estar sentada en el avión me quedé mirando una película hasta que llegué a Lima. Seguí a la gente que salía a por montones, mientras una azafata me indicó la dirección que tenía que seguir para hacer el trasbordo a Arequipa. Avancé apresurada entre la gente buscando un teléfono para poder llamar.
Una chica muy amablemente me preguntó si necesitaba algo, y trató de conversar conmigo. Recordé lo que me había dicho Jared sobre no confiar en desconocidos; así que tuve mucho cuidado con lo que le dije. Lo más importante que le comenté era que no tenía dinero, y no sabía cómo haría para avisarle a mi mamá que ya estaba en Perú sana y salva. La chica sonrió y me prestó su móvil para que efectuara la llamada.
Mi mamá estaba histérica. Se puso a gritarme que hacía una hora que tenía que haberla llamado. Traté de explicarle la situación; además había una diferencia horaria; pero mi mamá seguía muy preocupada y hacía muchas preguntas, tuve que cortar, no sin antes decirle que cuando llegara a Arequipa la llamaría.
Le devolví el móvil, algo avergonzada por el tiempo que me había demorado. La chica solo sonrió y me dijo que no había problema. Seguí a las personas hasta que llegamos a un lugar donde se hacía la transferencia; después de eso solo me quedaba ir a la sala de espera. Lo malo era que tenía que pasar la noche en el aeropuerto.
Ya eran las doce cuando todo estuvo listo para partir, solo tenía que esperar a que llamaran para abordar. No pude dormir nada por los nervios, estaba ansiosa por ver a Jared.
La chica que me había prestado el teléfono me despertó cuando se hizo la hora. No sabía en qué momento me había quedado dormida, pero ya era hora de abordar el avión. Salté del asiento sintiendo como mi corazón se aceleraba; muy emocionada formé la fila hasta que finalmente entré al avión.
Al cabo de una hora y media ya estaba aterrizando en Arequipa. Agradecí haberme acordado de llevar mi abrigo grueso, ya que realmente hacía mucho frio. Me coloqué una bufanda en el cuello y lo subí hasta tapar mi boca y nariz; me estaba congelando. Cuando por fin pude salir del avión, ya era de mañana y el sol brillaba con fuerza, el cielo estaba despejado. De pronto me sentí algo mareada; el frío y la altura eran una mala combinación. Al bajar noté que algunas personas estaban tomando fotos, así que volteé a ver y comprendí lo que Jared siempre me decía: “no hay nada más hermoso que mi volcán cubierto de nieve”.
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Editado: 02.08.2022