Crown

Capítulo 2


Dos años pasaron volando para Melia. Con el tiempo, se había adaptado a aquella vida. Aunque, no olvidaba su otra vida. Y de vez en cuando, pensaba en su madre, en la corte, en su yegua...

Finalmente, tras insistir mucho por parte de los dos, se había quedado con Alex y Grethelle convirtiéndose en una mas de aquella pequeña familia. Tras unos meses, el niño y ella habían limado sus asperezas y ahora eran como uña y carne. La mujer, sonreía al ver a la que consideraba su hija llevarse tan bien con su hijo. Su niño mimado. Entre los dos, cuidaban de la mujer y llevaban el dinero a casa. A cambio, Grethelle les cocinaba sus maravillosos platos.

Ese día, caminaban hacia el herbolario para conseguir unas plantas medicinales para la mujer. Pues hace un año habían descubierto que tenía un grave problema en los pulmones. Lo que la dificultaba para respirar y cuando el aire era demasiado denso o contenía algo fuera de lo habitual, tosía hasta caer rendida. Y muchas veces tosía sangre. Aquello, preocupaba mucho a los dos jóvenes. Ellos, hacían lo posible para hacerla sentir mejor. Incluso, Melia le había preparado un pequeño bálsamo para el pecho que la ayudaba bastante. Pero no lo suficiente. Finalmente, concluyeron que necesitaban un sanador. Pero había un gran problema: no tenían suficiente dinero. Y en aquellos tiempos, encontrar a un sanador era muy difícil. Y caro.

Tras unos meses si mejora alguna, Melia tuvo que usar un poco de magia para sanar algo a la mujer. Dejando al descubierto que era una hechicera que sabía utilizar sus poderes. Aquello, la preocupó bastante. Ya le había costado mucho ganarse su confianza. Y lo perdería todo por eso. Pero no se arrepentía. Mas se llevó una sorpresa que al día siguiente, Alex la esperara para ir juntos a trabajar. Aunque lo hicieran en diferentes lugares. Cuando le preguntó si no estaba enfadado, él tan solo se encogió de hombros y dijo "No me gusta que me oculten cosas, pero, sé que tienes una buena razón para hacerlo". Tras aquello, Melia se prometió a si misma que protegería a aquel chico al que consideraba su hermano pequeño.

Mientras salían del herbolario, los dos jóvenes de catorce y dieciocho años charlaban. El primero, aunque pareciese muy joven, era muy maduro para su edad. Demasiado, en opinión de la mayor. Sabía y comprendía cosas que niños de su edad no tenían ni idea. Por ejemplo, mientras los demás niños de aquella ciudad, ayudaban a sus padres, él hacia cálculos y fórmulas matemáticas demasiado avanzadas para su edad. Incluso Melia, que había recibido una gran educación, debía reconocer que era muy inteligente. Y aparte de estudiar, también sabía robar y convencer a la gente. La chica estaba convencida de que, si Alex le pedía a alguien que se tirase por un barranco, la persona lo haría gustosa, incluso. Aquella habilidad tan natural que desprendía aquel joven, a veces la hacia estremecer. No conocía a nadie, con tales capacidades natas. Ni siquiera su amigo de la Academia de Magia, el mas hábil de su grupo en la especialidad de la Oscuridad, era capaz de hacer eso sin un ápice de práctica. Y aquel al que consideraba su hermano, lo conseguía. Impresionante, se repetía una y otra vez.

Tras un prolongado suspiro al que preocupó a la chica, pues su hermano no era de los que suspiraban, Alex la hizo entrar apresuradamente a la casa. Tras entrar rápidamente a la habitación del chico y cerrar la puerta, Alex se tiró en su cama de cara. Melia se acercó a él y se sentó en el borde mientras lo miraba. El cabello rebelde del chico, caía formando pequeños mechones castaños. Ella, apartó con cuidado cada uno de ellos y le preguntó dulcemente que le ocurría. Con un suspiro, el castaño le entregó una carta guardada debajo de la cama. En él, un sello de una estrella con una runa se apreciaba claramente. Melia soltó aquel sobre de la impresión. Rápidamente lo cogió y lo abrió.

Querido Alexander Hydros Novermade:
 


 

Nos gustaría informarle que dispone de una beca
 


 

para entrar en la Academia de Magia Básica, Ambreus.
 


 

Esperamos verle en la Primera Ceremonia.
 


 

Si desea ir, encontrará las instrucciones en la segunda carta.
 


Atte: Frydlya Kevrelson.

Melia tragó seco ante esas pocas líneas. Especialmente por aquel nombre que lo firmaba. Miró fijamente a aquel niño tirado en la cama. Y le dio un golpe en la nuca. Él se levantó algo adolorido mientras se frotaba la parte en la que le había dado la chica mientras la miraba fijamente. Cuando se sentó en la cama, Melia le enseñó la carta con una mirada inquisidora. Exigía respuestas. Por la cara de Alex, entendió lo que quería decirle la joven.

-Llegó hace dos días. -encarnó una ceja ante eso. No obstante, el chico siguió hablando como si nada. -cuando la vi, me sorprendí. Jamás habría creído que tendría la posibilidad de ir a una institución así. Toda mi vida he pensado que moriría siendo alguien mas del montón. Pero esto, -señaló la carta aún entre las manos de Melia - lo cambiaría todo. Pero, no puedo ir. -rehusó de la mirada fulminante de la chica apartando la vista para dirigirla hacía la calle. -Jamás dejaría a mamá y a ti aquí solas. ¿Que pasaría si os pasara algo? Especialmente con lo delicada que está mi madre. -acabó con voz rota conteniendo el llanto que purgaba por salir. Al verle en ese estado, Melia no dudó al abrazarlo. La cabeza del menor se acostó contra su hombro mientras unas traicioneras lágrimas humedecían la tela.

Unos minutos después, al separarse, los ojos de la heredera de aquel reino refulgían de dulzura. Con voz muy dulce, como una hermana del que cuida a su niño mimado, le hizo mirarla a los ojos para que ella añadiese:

-No te preocupes por nosotras. Estaremos bien.

-Pero... mama... no puedo dejarla... no os puedo dejar aquí... -la chica lo cortó en seco.



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En el texto hay: elementos, magia, poderes

Editado: 05.01.2021

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