—Hoy se cobra y los ladrones lo saben —Arregló Adalia una frase conocida del país. Ángela echó una carcajada y acomodó las losas en la meseta.
—Un quince de julio y aún no hay tantos comensales ¿Que les estará pasando? —Cuestionó una de las cocineras sentada en una esquina cerca de la puerta, fumaba un cigarrillo.
—Aun es temprano, desde las cuatro en adelante pidanle a Diosito que no se les antoje venir a comer camarones que está en la lista de platos —Respondió Adalia mirando como una de las cocineras los preparaba en platos que ya habían pedido—. ¿Compraste sapas nuevas?
—Sí, fue en un baratillo y son muy cómodas. Les compré a las niñas también —Ángela miraba las sapas de un lado a otro.
—Escuchen todos —Interrumpió Mauro las conversaciones—. El señor Nelson viene a este país con un príncipe —Habló cuando todos le habían prestado su atención, estaba entre medio de la cocina.
—Dios míos! —Una de las cocineras se agarró el pecho. Una cosa que le pareció muy dramático a Ángela.
—Lo llevará a la finca y quiere que algunas de ustedes vayan a limpiarla y otras a servir mientras el principe este aquí, se escogerá las mejores cocineras de todos los restaurantes.
—Eso significa que Mercedes está ahí —Comentó Adalia—. Señora Mercedes recuerde ese es el hombre rico que me mandó Dios, escojame como ayudante —Prosiguio la joven, Kevin y los demás echaron una carcajada.
—Viene con su novia —Mauro Enfatizó novia mirando a la chica, Adalia se encogió de hombros.
—Una latina es una latina, que importa él se puede enamorar de mi tan solo con verme —Ángela se echó a reír.
—Ya déjense de tonterías, si te escojo no es para que andes de conquistadora, es para que me ayudes.
—Escogeme a mi también —Protestó una de las cocineras.
—Como cocinera me eligieron solo a mí, solo quiero ayudantes. Además tú eres muy vieja necesito carne bonita para que sirvan —Kevin y otros empleados se echaron a reír, Ángela trato de no reír tan fuerte por la mirada que le había dado la cocinera a Mercedes.
—Usted es tan mala —Comentó Kevin sin poder dejar de reír.
—Llegaron más comensales —Aviso el seguridad del restaurante.
—Bien, Señora Mercedes dígame quienes va con usted.
—Adalia, Maritza y Ángela.
— ¿Ángela, está segura?
—¿Por qué no estaría segura? —Cuestino la mujer—. Además estoy segura que cuando lleguemos allá el señor Nelson preguntará por ella.
—Ángela no puede ir, tiene dos empleos, cómo se supone que hará el otro que le corresponde si está por allá de vacaciones —Protesto Mauro.
—¿Al final no está trabajando? ¿Cuánto tiempo es?
—Son tres días.
—Ah, de todos modos no puedo ir, mis hermanas —Comento la chica en medio de la problemática, Ángela tomó algunos platos que sirvieron y salió para entregarlos, también para tomar los pedidos de los nuevos comensales. Mercedes se fue tras de Mauro el cuál entro a la pequeña oficina.
—¿Quiere que lleve a la vieja Andrea allá?
—Mercedes no tienes que llevar tantas ayudantes irán dos cocineras más del otro restaurante.
—Estoy segura que ellas llevarán su equipo.
—Lo siento pero no puedo hacer eso, ella no es la niña bonita, debe trabajar en ambas cosas si quiere que se le pagué y ya se terminó está conversación —Mercedes se cruzó de brazos y salió de la oficina con una cara de pocos amigos, a la mujer no le gustaba perder pero no podría hacer nada más ya que, al final el encargado era él.
—¿Camarones? claro aún hay —Ángela escribió en su pequeño cuaderno el cuál ya tenía pocas hojas en blanco. Entro a la cocina y entrego las anotaciones.
—Angela te quedas, la señora Mercedes no pudo hacer nada.
—Adalia está bien, de todos modos con quién dejaré a mis dos hermanas esos tres días están tomando los exámenes de fin de curso y debo estar para ellas.
—Ver un principe no pasa todos los días Ángela.
—¿Y qué voy a ganar yo viéndolo? Ni que se fuera a interesar en mí.
—En ti no, pero en mi sí —Ángela echó una carcajada negando con la cabeza.
—Estoy segura que esa novia debe ser la mujer más linda existente en este mundo así que, yo soy tú y no me hago ilusiones.
—Ay ya cállate, déjame ser —Adalia sacó el dedo del medio y se fue con una bandeja de brownie hacia afuera. Ángela se encogió de hombros aún riendo y se fue a tomar los platos para entregar a sus dueños.
Al cabo de unas horas ya habían pocos en el centro del restaurante, eran aproximadamente las cinco y media y al parecer ya no iban a llegar más.
—Hoy nos vamos a la hora de normalidad y es extraño porque es quincena —Dijo Kevin.
—Tienes razón, recuerdo cuando abrió esto, los quince y los treinta eran abrumadores —Comentó una de las cocineras encendiendo un cigarrillo.
—Y bien, cuántos me deben —Kevin miró por encima de Ángela como si buscará a alguien, Ángela se agachó.
—Yo creo que nadie —Susurro la joven casi debajo de la mesa.
—Creo que estoy viendo un pege lagarto dejabo de la mesa, hay que matarlo —Comentó el chico asiendo que algunos soltaran carcajadas.
—Sabes qué Kevin, le voy a contar todo esto a tu hija cuando crezca. Tu padre me cobró una receta, tu padre es un miserable —Ángela le hablaba a una pata de la mesa como si fuera la niña.
—No te cobro si te vuelves madrina de ella.
—De alguna manera quieres sacarmelo verdad pero no te preocupes lo acepto. Quiero ser su madrina.
—La más pobre, porque a ti hay que darte —Comentó Adalia en una esquina cruzada de brazos.
—No seas envidiosa Adalia nunca serás madrina de mi hija.
—No quiero ser madrina de tu hija Kevin, quiero ser mujer de un príncipe.
—Sigue soñando, soñar no cuesta nada —Adalia le sacó el dedo del medio.
—Las mujeres pobres siempre se la quieren lucir pidiendo cosas exagerandas, pidan un plomero o un albañil, no un príncipe —Esta vez hablo Mercedes.
—Señora Mercedes no sea tan brusca —Susurro Kevin pero su susurro se escuchó perfectamente. Ángela se echó a reír.
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Editado: 10.08.2022