El autobús se detuvo despertando a Darlin la cuál estaba recostada del hombro de Ángela.
—Llegamos —Avisó el hombre que conducía, las dejó en la calle de la dirección que Ángela le había dado minutos después de salir de la propiedad de los Manxueta, el conductor no entró hasta el callejón sino que las dejó en la autopista dónde solo caminarían algunas dos cuadras. Darleni tomo su mochila, Ángela se quedó con la mochila de la menor ya que, está aún seguía medio adormida y empezaron a caminar hacia casa.
—¡Ángela me alegro que hayan llegando! —Saludó la vecina del frente desde que las vió entrar por el callejón. Ángela sonrió, se acercó a ella y beso la mejilla.
—Sí, ya estamos aquí. Gracias al cielo llegamos bien.
—¿Cómo la pasaron por allá? —La mujer le agarró la mejilla a Darlin asiendo que tomara un poco de energía.
—¡Muy bien! —Respondió Darleni.
—Conocimos a un principe y una princesa, y la princesa se hizo nuestra hermana —Darlin dijo todo con rapidez y con una energía que no se veía venir.
—¿En serio?
—Si, y jugó con nosotras menos pero no con Angela.
—Eso está bien.
—Pero ya estamos aquí y también aquí uno se divierte, o no? —Dijo Ángela las niñas las miraron.
—Claro que sí —La vecina le pasó la llave de la casa y Darleni la tomó con la mano derecha.
—Mirian muchas gracias por cuidar la casa, te lo agradezco. De verdad muchas gracias por el favor.
—No es nada mujer, tú has hecho mucho por mí también —Ángela Sonrió por el gesto. Entraron a la casa y estaba más limpia de lo normal, aunque un poco llena de polvo tal vez Mirian se había tomado la molestia de limpiar los regueros que dejó su hijo. Descansaron un rato en la cama para aclarar sus mentes, la diferencia de ambiente a veces te ponía incómodo o mejor dicho confundido.
Un rato después Ángela mandó a las niñas a la casa de su madre para que ella sepa que ya llegaron y aprovechó para colar un café más tarde luego de beber la taza, trapeo el piso, le puso otro matel a la mesa, arregló un poco más la cocina y empezó a lavar la ropa sucia en el patio trasero, escuchó algunas voces y supo de inmediato que eran sus hermanas peleándose.
—Darleni hay un poco de café —Grito sacando ropa de la secadora para tenderla.
—Sí, gracias —Respondió la adolescente.
Tendió las sábanas y terminó de lavar toda la ropa, se sentó en la esquina de la puerta aún en el patio trasero mirando las ropa moverse por el viento, no caían al suelo porque las sostenía con palillos de tender, bostezó. Ya eran aproximadamente las cuatro de la tarde, se había quedado dormida en el mismo lugar pero escuchó las voces de sus hermanas y eso la despertó. Tal vez peleándose otra vez, tenía pereza para levantarse pero debía ir para saber cuál era el problema de sus peleas.
—Darlin! Qué sucede? —Suspiro y volvió a bostezar, la niña entró en la habitación de repente.
—Le dije que entrarán no sé si quieres —Dijo la niña al frente de ella.
—No entiendo —Ángela bostezó por quién sabe cuántas veces.
—La señora Mercedes trajo al principe —Dijo Darling. Lo último lo dijo sonriendo y salió de la habitación.
—Dios mío! —Exclamo la joven. El corazón de Ángela se aceleró, se había quitado la ropa y estaba en shorts y franela, nerviosa buscó entre la ropa que tenía limpia en el closet y encontró un vestido amarillo de cuadros tenía los pies descalzo pero olvidó ponerse las zapatillas.
—Ángela, lo siento, me insistió demasiado me iba volver loca —Fue lo primero que dijo la señora Mercedes cuando ella salió. El principe estaba parado en la cocina tocando la greca, la cocina le parecía el lugar más pequeño he incómodo de hábitat por su tamaño. Ángela miró hacia al frente de la puerta y vio que la vecina miraba hacia dentro, le hizo un ademán de pregunta la cuál Ángela entendió. Ángela le devolvió un "te explico luego" y se sentó en una de las sillas.
—¿Que hace aquí? —Preguntó, el joven aún estaba concentrado mirando las partes de la greca con una curiosidad extraña la había desarmado, aunque la expresión de su cara le decía que no le gustaba el olor que desprendía—. Y bien? —Esta vez habló más alto para llamar su atención.
—Quería verte. Si Francesca me dejó —Hizo una pausa tratando de poner las partes de la greca dónde van sin éxito. Ángela se sorprendió con la información.
—Te dejó, por qué?
—Ella se dió cuenta —Él se volteó hacia ella dejo la greca desarmada en la meseta, sus ojos verdes se posaron en ella con suavidad. Ah Ángela le gustaba esa mirada, no podría especificar cuál era el significado de aquella mirada se la había visto dos veces, la primera vez fue en la casa de Nelson antes de irse y está. Pensó que era su nueva manera de mirarla.
—¿De qué? —Ya su intuición le decía que era lo que el joven le iba a decir pero aún así quería escucharlo de su propia boca.
—De que me gustas más de lo que me gustó ella —La señora Mercedes se quedó boquiabierta, se lo sabía pero no esperaba que se lo dijera a Ángela. ¡El principe se le había declarado ah Ángela!. Las niñas miraron de sopeton a su hermana esperando su respuesta. Lo cual ambas niñas esperaban que fuera positiva, Ángela no sabía que decir su corazón palpitaba demasiado fuerte y sabía que si habria la boca iba a tartamudear.
—¿Es una broma? —Preguntó un minuto después de retomar su control nervioso, Ángela levanto su rostro aunque se sentía con las mejillas caliente le sostuvo la mirada, el joven tomó la otra silla y se sentó en su frente muy elegante, cruzó su pierna pero luego la bajo cuando vio la mirada de desaprobación de Ángela, al momento no entendió pero imaginó que era por su forma de sentarse.
—No, no es broma, estoy siendo lo más sincero posible. Es la primera vez que...
—Esperen —La señora Mercedes lo detuvo, ambos jóvenes la miraron—. Podemos ir a un lugar donde no tengamos las niñas y yo que escuchar su conversación.
Nikolais miró a la chica en frente de él esperando su respuesta, Ángela suspiró, pensó un momento.
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Editado: 10.08.2022