Cruce de tormentas

Mar en calma

Dáriel comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando la costa de la isla de Nubla se alzaba a sus ancianos ojos azules, bajo su capa de viaje y sosteniéndose en su bastón de sauce, Rhaidifax sentía que se acercaba cada vez más a su objetivo. En días anteriores no había podido dormir, cada vez que cerraba los ojos veía la agonía, la angustia y la muerte, la prisa era su primer pensamiento, necesitaba con urgencia llegar a la isla antes que ellos, si no lo hacía, quizá no podría perdonárselo en la vida. A pesar de que La Dalia Negra estaba considerado el navío más veloz del océano de Orde, no podía evitar que su corazón se encogiera de temor al pensar que llegaría tarde. Con el paso de los días y sus noches una sombra crecía cada vez más en su interior, por vez primera Rhaidifax sentía el miedo.

No se había movido de la cubierta desde que salieran del Puerto de Dareshka y de eso hacía cuatro días. En realidad había tenido suerte en encontrar a Ragarast, el contramaestre de La Dalia Negra cuando se dirigía al puerto en busca de transporte. No pensaba que el navío hubiera fondeado en la imponente ciudad después del incidente que su capitana hubiera tenido con el jefe de puerto varios meses atrás, pero como comentó Ragarast: el Gobernador de la ciudad, Glabber, nunca se atrevería a decir que no a las exquisitas mercancías que La Dalia Negra siempre descargaba en sus muelles. El contramaestre, que conocía muy bien la estrecha amistad que había entre Rhaidifax y su capitana, no dudó en llevar al necesitado anciano a bordo del navío. En todo el tiempo que había estado allí, el viajero solo había hablado con la capitana para indicar su destino y la urgencia de su viaje. A la capitana, una mujer misteriosa a la cual muy poca gente había visto su rostro porque siempre lo cubría con un pañuelo de color lavanda, le bastó solo unas horas para tener todo preparado para zarpar y dar órdenes de maniobra.

Y allí estaba él, perdido en sus temores, dejando que la ansiedad creciese en su ser, esperando una respuesta desde lo más profundo de su alma, una respuesta que no podía encontrar. De pronto sintió una presencia, una compañía que conocía muy bien y que además siempre le dio seguridad y armonía.

—Espero no sea demasiado tarde –dijo ella con ese acento tan suyo colocándose a su lado. —Ha sido una travesía tranquila y la velocidad ha sido óptima.

—Aún tengo la sombra de la duda en el corazón Kalisha –respondió él.

—No dejes que la luz abandone tu alma viejo amigo. No te lo había preguntado antes porque creo saber el motivo de la premura de tu andanza, pero… tan solo quiero saber, qué hay de cierto en mi intuición en cuanto a lo que buscas.

Rhaidifax suspiró profundamente antes de contestar, con los ojos aún en el horizonte dijo:

—No se te puede engañar amiga mía. Siempre fuiste muy curiosa. Hace siete días tuve un sueño, fue algo que hizo temblar hasta a mi propio corazón, al despertarme sentí como la magia se estremecía a mi alrededor, sabes muy bien lo que eso significa… y emprendí el camino hacia Dareshka sin saber que allí me encontraría con tu barco, la verdad es que tuve suerte en encontrarte en el puerto. Aún así sabes que siete días son suficientes para que los hayan encontrado antes que yo.

Ella lo miró a través de la pequeña cavidad que quedaba entre su sombrero de capitana y el pañuelo lavanda, buscando cruzarse con la de él. Por un momento sus ojos brillantes lo estudiaron, buscando algún indicio que delatara la veracidad de sus intenciones, pero en el rostro cubierto de arrugas no apreciaba ni un ápice de movimiento alguno, al no ver signos de qué preocuparse se quedó un momento admirando el Puerto de Bora.

—Rhaidifax, sabes que me moriría de gozo al igual que tú si encontraras eso que buscas y lo más importante, que sea el momento de desvelarlo. Pero también cabe la posibilidad de que sea una trampa. ¿No lo has pensado ya? Viejo amigo. Sabes que eres uno de los seres que habita en este mundo más buscado por el Imperio.

En esta ocasión sí que se giró hacia ella, sus miradas se cruzaron como dos caminos en un sendero perdido y tras un intento de sonrisa soltó:

—Tiene gracia que seas tú precisamente quien me diga eso, cuando en la mitad de los puertos del Imperio estás considerada más una Bruja Pirata que una Capitana de Navío.

—Unos tienen la fama… y otros el provecho –contestó con cierto tono irónico.

—Cabe la posibilidad de que este sea mi último viaje amiga mía, pero si no hubiera decidido venir, no podría perdonarme el saber que podría haber hecho algo por salvar una vida –dijo mirándola esta vez directamente a los ojos, para luego clavarla nuevamente en el horizonte.



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En el texto hay: magos, elfos, dragones

Editado: 20.09.2021

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