Cruel tempestad

Capítulo 13º Lagrimas.

"Tengo la mente vacía, tengo el corazón lleno de recuerdos, te veo en la lejanía de los primeros días cuando te conocí, y sin poder evitarlo te siento cercano a mí como si nunca hubieras desaparecido de mi lado, te recuerdo cada día, y estoy deseando volver a verte, no me hago a la idea de no tenerte, mi sexto sentido me dice, que volveremos a encontrarnos, y no pierdo la fe."

Son los pensamientos de cada día de Amanda, no se rinde, ha formado una coraza, la hace más fuerte, para sobrellevar los días en el yate junto a Melissa, no pierde la esperanza, pensando que volverá a encontrarse con David de nuevo.

Mientras los días van pasando, Melissa y Amanda, no se separan, para protegerse la una a la otra, tienen miedo de Damián, que vaga por el yate como un fantasma por la noche, con un bate de beisbol en la mano, y como un alma por el día, apareciendo de repente, dando gritos y amenazando.

Los días son largos, ya apenas queda comida que van racionando para que les dure, más tiempo, duermen juntas en la misma suite, quedándose una cada noche de guardia, pues oyen los pasos de Damián en la noche, y de día salen un poco al sol, las dos juntas a la proa del yate, con un cuchillo que esconden bajo la toalla, por si se acerca él, poder defenderse.

Damián recorre el yate de punta a punta, camina, vagabundeando en silencio, con la vista perdida en la nada, pero con Amanda en sus pensamientos, su aroma lo huele en cualquier parte, su mente se ha desquiciado, por una mujer que lo desprecia, pero él, tiene sus planes, deshacerse de Melissa, y por fin se quedará solo con Amanda, la dominará, y la hará suya, la quiere solo para él.

Esta dispuesto hacer todo, lo que sea.

—¡Vamos mujeres esto esta, echo una porquería!

—¡No te acerques a nosotras! Límpialo tú.

—¡Melissa, no me contestes!¡O te arranco, la piel a tiras!

—¡Déjanos tranquilas, queremos estar solas!

—¿Dónde está Amanda, acaso os habéis liado?¡Furcia asquerosa!

—Amanda no quiere saber nada de ti, y yo tampoco, no sirves para nada escoria, borracho. ¡Mírate bien!

—¡No me llames escoria, nunca has servido para nada, ni para tener hijos! ¡Ni en la cama, eras buena!

—¡Menos mal, no me habría perdonado, pobres hijos, tener que tener un padre así! ¡Le doy gracias, a Dios!

—¡Pero, me las pagaras, todas juntas, estúpida! Morirás aquí, y no en otro lugar. ¡Amanda, será mía!

—Ni lo sueñes, estúpido engreído, ¡estás loco!

—¡Te arrancare, la cabeza! Y te tirare al mar, ahí nadie sabrá de ti, tendré hijos de Amanda, ella será mi mujer. Lo queráis a no, es lo que os va a suceder, ¡a las dos!

—¡Aléjate de nosotras!, o tírate al mar, le harías un favor al mundo, y a ti mismo.

Damián, está cada vez más enfurecido, Melissa le saca de sus casillas y se acerca a pasos agigantados donde ella se encuentra, ella sale corriendo, pero se tropieza con una cuerda que se le lía en el tobillo, y no puede soltarse.

Se agacha y la coge de los pelos, poniéndola en pie, y atándola en una barra de hierro, y amordazándole la boca con un trapo.

Le da un golpe, en la cabeza y Melissa, se queda entontecida.

Damián ve, que sus trampas van a surtir efecto, tiene todo el yate lleno de ellas, se ha pasado toda la noche, colocándolas.

Amanda aparece, al echar de menos a Melissa.

—¡Melissa, por Dios! Suéltala, asqueroso, ¡te odio!

—Bueno, sí está aquí, ¡mi gatita salvaje!

—¡Déjanos en paz, monstruo!

—¿En, paz? Con una preciosidad como tú, en un yate, ¡juguemos!

—¿Jugar, estás loco? Claro, estas como una cabra, a la vista esta.

—¿No quieres salvar, a tu amiguita, Melissa? Tu a cambio de ella, y la dejare libre.

—¡No, No, No, ni caso Amanda ¡No, lo hagas!¡ ¡Prefiero morir!

—¡Cállate, estúpida! Te puse la mordaza demasiado floja¡, tendré que darte una paliza, para que no vuelvas a abrir la boca!

—¡Esta bien, suéltala! Me voy contigo Damián.

—¡No Amanda, no lo hagas!¡No te preocupes, por mí!

Damián se acercó a Melissa, y le puso la mordaza más apretada, y un saco sobre la cabeza, la dejó con las manos atadas a la espalda, la cogió y la traslado a una suite, allí la tiro sobre la cama.

—¡Te quedaras aquí, estúpida, calladita estas más guapa, y sin moverte, ya me ocupare más tarde de ti, ahora tengo otros asuntos más importantes!

Cerró, la puerta y regresó a la proa, pero Amanda, no le estaba esperando, se había ido.

—¿Quieres jugar, gatita? Tenemos todo el tiempo del mundo...

 




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