Entonces dije: “Prendieron fuego a mi mundo; ahora voy a prender fuego al suyo”. Entonces dejé caer una cerilla en la
cama.
—No lo hiciste.
—Lo hice.
Benja estalla en risas.
—¡Santa mierda, Tigre! Si fuera alguien más, diría que estaba
mintiendo… pero te puedo ver haciendo eso totalmente. Entonces, ¿qué pasó después?
Me encojo de hombros, a pesar de que no puede verme.
—Bueno, toda la cama se prendió en fuego por la gasolina.
Enloquecieron y salieron corriendo de mi apartamento, todos desnudos y esas cosas. Me metí en mi auto y me alejé. Conoces el resto.
—Sí, pero nunca me contaste eso de prender fuego a la cama. —El tono de Benjamín es de admiración
—Hombre, no puedo creer que vas a ir hasta allí a ayudar a esos imbéciles.
—No lo voy a hacer por ellos, lo voy a hacer por mi tía —respondo agudamente. Luego, en una voz más suave, añado.
— No está muy bien.
—Lo siento, VickyVic. —La voz de Benja también baja— Oye, si hay algo que necesites, no dudes en pedirlo, ¿está bien? Sabes que haría cualquier cosa por ti.
Aclaro mi garganta. Porque está seca.
—Gracias.
—Ni lo menciones. Entonces, ¿dónde te vas a quedar? Con ellos no, ¿cierto? Podría llamar a Erica Jane y ella podría arreglar que te quedes en el mejor hotel que tengan en Sea Horse.
Me rio.
—Sea Wind. Y gracias, pero no. Me voy a quedar con mi abuela Ellen.
—¿Esa es la que es, como, treinta años más joven que tu abuelo?
—No, esa es tu tercera esposa, Gina. Ellen es su segunda esposa.—Muevo mi teléfono a mi otra oreja.
— Tiene una asombrosa casita justo en la playa.
—¿Sí? Genial. Tal vez tu pálido culo recibirá un bronceado este verano después de todo. —Benja ríe entre dientes.
—Quizás. Y quizás tu culo será mordido por un tiburón —replico.
—Nah, no les gusta mi sabor. Tan pronto como la boda haya terminado, vas a volar, ¿sí? Guardaré el nado con el tiburón para cuando estés aquí.
—Dios, gracias. —Pongo mis ojos en blanco, sabiendo que podrá sentirlo mágicamente a través del teléfono.
—Tengo que irme. Dile a Nate y a los otros chicos que dije hola.
—Solo si le dices a tu ex novio que dije que es un imbécil.
Termino la llamada con una sonrisa. Siempre puedo contar con que Benja esté de mi lado sin importar qué cosa psicótica admito haber hecho.
Incluso sabe sobre la cosa con el doctor Pawlak. Y podrías torturarme, pero nunca le diría cuánto me gusta escucharlo hablar. Su voz es distintiva y ronca, ligeramente áspera como si recién se estuviera recuperando de un resfriado. Y siempre está ese indicio de cálida risa en esta. Es se… agradable.
Ahora que pienso en ello, prender fuego a la cama fue algo bastante extreme de hacer. Me gustaría decir que estaba enloquecida por el dolor, pero… estaba pensando bastante claramente en ese momento. Agarré el bidón de gasolina que Bran mantenía en el patio y una cajetilla de cerillas; luego volví al dormitorio que compartía con él y vertí la gasolina sobre toda la cama mientras un Bran desnudo y una Megan desnuda me gritaban tonterías, como: “¡¿Qué estás haciendo?!”, y “¡Detente, por favor!”. Luego dije lo que dije —qué línea tan tonta, no sé en qué estaba pensando— y dejé caer la cerilla encendida. Y puf.
Supongo que Bran y Megan nunca le contaron a nadie lo que hice porque nadie me persiguió nunca, o me dijo algo al respecto. Sabes, Megan fue quien me presentó a Bran justo después de que me mudara. Comenzamos a pasar el rato y eventualmente nos convertimos en pareja. Sí, él fue mi primer… y último novio. Triste. Él y Megan fueron una gran influencia en mí.
Ja ja.
Es un largo pero agradable trayecto hacia el pueblo costero de Sea Wind, Oregon. He hecho el recorrido un par de vez en los últimos años, pero generalmente en avión. No me quedo por mucho tiempo, no queriendo arriesgarme a encontrarme con los traidores. Un par de veces, he recogido a Talon y ha volado conmigo, y hacemos todos los parques temáticos, razón
por la cual él piensa que soy el hombre. También puede maldecir como un pirata frente a mí, y no me importará. Para ser sincera, nunca se me ocurrió regañarlo cuando comenzó a maldecir frente a mí. Si le hace feliz decir “mierda” y “culo” aquí y allá, ¿quién soy yo para juzgar? Yo estaba diciendo cosas peores a los cinco. Era precoz.
Es cerca del mediodía cuando llego al pueblo. Es un agradable día soleado y las tiendas alineadas a la calle directamente al otro lado de la playa están repletos de turistas. Bajo mi ventanilla para que los aromas del mar mezclado con las palomitas de maíz acarameladas y pescado muerto llenen mi auto. No, no me provoca una sensación de nostalgia, aunque sí considero a Sea Wind como mi pueblo natal, y no a Boise, de donde soy originaria. Me gusta Sea Wind lo suficiente. Es un pueblo de buen tamaño, y aunque no hay mucho para hacer en los meses fuera de temporada, aun así es un pequeño lugar pintoresco. Bran y yo (y a veces Megan, cuando no estaba ocupada con sus otras amigas) solíamos pasar mucho tiempo en la playa. Siempre era una experiencia relajante el sentarme en la arena y observar las olas llegar a la orilla.
Conduzco pasando Libby’s Diner, reconocible por el gigantesco
cangrejo pintado en las grandes ventanas frontales, y noto a un hombre saliendo de la puerta lateral. Es pelirrojo con piel rubicunda, y lo reconocería en cualquier lado.
Estaciono rápidamente en el estacionamiento, interrumpiendo su curso con mi auto.
—¡Doctor Pawlak! —grito, sacando mi cabeza por la ventanilla.
Sobresaltado, salta, sus ojos se desorbitan hacia mí a través de sus gafas. Puedo decir que me reconoce porque sus pálidos ojos se agranden y su rostro pierde color.
—¡Santo Dios! —suelta—¡Has regresado!
—No para quedarme —digo con una sonrisa amigable. Y no hago lo amigable con cualquiera—Solo estoy de visita. ¿Cómo ha estado?
—Bien, bien. —No para de moverse, jugando con la banda de su reloj de plata—¿Y tú?
—Genial —digo brillantemente— Voy a estar en el pueblo por unas semanas. Deberíamos juntarnos en algún momento. Para almorzar, o algo.
El doctor Pawlak comienza a parpadear, continuamente y tan
rápidamente que siento que voy a tener sufrir un ataque solo observándolo.
Entonces tose; ¿o se ahoga, quizás?
—Oh, sí, bueno… eso sería… horrible. Realmente tengo que volver a la oficina. Tengo un paciente después del almuerzo.
—Oh, claro. Fue agradable verlo.
—A ti también —murmura, y prácticamente se va corriendo.
El doctor Elijah Pawlak es el terapeuta que la tía Susan me hizo ver cuando llegué a Sea Wind. Es bastante genial hablarle, aunque tiene el hábito de mirar porno en su laptop cuando se supone que esté escuchando a un paciente. Hice que Bran se escabullera dentro de su oficina una vez para grabarlo durante una de nuestras sesiones. Tengo que aclarar: no estaba chantajeándolo. Solo lo hice para asegurarme de que no le estuviera dando más que buenos reportes de mi progreso a mi tía y tío.
Verás, el doctor Pawlak pensaba que mis problemas eran más profundos que la abrupta pérdida de mis padres, e intentó ahondar en los tempranos años de mi niñez. No me gusta la gente entrometida. Le mostré el video, y llegamos a un acuerdo. Él me permitía controlar la dirección de nuestras charlas, y me gusta pensar que aprendimos muchas cosas divertidas uno del otro durante esos cincuenta y ocho minutos, tres veces a la semana. Solo lo vi durante un año, le di mi copia del video que tomé, así que siento que debería ser cosa del pasado para ahora. No debería tenerme tanto miedo.
Giro a la derecha en la calle Dawson, hacia el barrio de clase media donde viven mi tía y mi tío. Voy a dar una vuelta por la casa. Si ve el auto de Bran estacionado allí, voy a dar la vuelta e ir directo a casa de Ellen. No puedo lidiar con esos chicos después de un viaje tan largo.
Giro en Sunnyside Court, y la familiar casa Victoriana azul aparece ante mi vista. Veo la minivan verde oscura de la familia estacionada en el camino de entrada, pero ninguna señal del Civic de Bran, o de la camioneta de trabajo de mi tío Charlie. Estaciono en el bordillo, pero no salgo enseguida.
Me estoy sintiendo vulnerable en este momento. Tengo que prepararme.
Mierda, he sido divisada. La puerta principal de la casa es abierta de golpe y mi primo de nuevo años sale volando de la casa, gritando mi nombre.
—¡Vicky! ¡Estás aquí!
Talon corre hacia mi auto antes de que pueda salir, una gran sonrisa casi dividiendo su rostro en dos. Es un niño adorable, pequeño para su edad, con pálido cabello rubio y los rasgos delicados de su madre. No le gusta ser llamado lindo o bonito.
—¿Qué me trajiste? —exige, sus ojos brillando en anticipación.
—Maldición, recién llego. —Lo ahuyento para poder abrir mi puerta—¿Qué te hace pensar que te traje algo?
Talon pone sus ojos en blanco en esa manera exagerada de un niño de nueve años.
—Siempre me traes algo. ¿Dónde está?
—En el asiento trasero —digo, ablandándome— En la bolsa roja. ¡No mires dentro de las otras bolsas!
Soltando risitas maníacas, abre la puerta trasera, prácticamente buceando dentro de mi auto. Sé que ha encontrado la genial nueva consola de juegos y los juegos que le traje cuando deja salir un pequeño y divertido chillido.