Cruzada de sangre

Capítulo 37

Cristóbal me ofreció una taza de té caliente mientras no dejaba de contemplarme preocupado. Evité su mirada y tomé la taza jugando con la cuchara. Al levantar mi atención lo vi observando por la ventana con expresión melancólica. Me perdí en su imagen, tal y como me pasaba en clases, ese mismo rostro, ese mismo dolor oculto en aquellos ojos claros. Volteó repentinamente encontrándose con mi mirada e incómoda trate de desviar mi atención volcándome en el reflejo del contenido de la taza, el doloroso recuerdo de lo que consideraba el rechazo de Víctor se hace presente. Me duele más de lo que alguna vez imagine. Y no puedo evitar recordar su respuesta seca y fría y en la que solo me ha tratado de mentirosa.

 

—No suele ser fácil —exclamó Cristóbal—. Por mucho que la persona que está cerca te ame y tú la ames, aun así es doloroso siempre.

 

—Más doloroso es cuando amas y no te aman —murmuré con rencor sin mirarlo.

 

Guardó silencio. Y levante mi atención ante esto. Fue ahí que volvió a fijar sus ojos sobre mí, hay algo en aquel rostro, como si algo le preocupara o le doliera demasiado. Se acercó a mi lado sin apartar sus claros ojos sobre mí.

 

—Sé que Víctor es un poco difícil de entender, pero él te quiere, Catalina.

 

Sonreí con ironía, quise decir algo pesado, pero al ver su mirada seria y dolida solo afirmé con mi cabeza evitándolo nuevamente.

 

—Si es así, entonces ¿Por qué me rechaza? —murmuré—. Por otro lado, me pide que no lo abandone. Vivo en una especie de vaivén en que no se si siente algún cariño hacia mi o solo me cuida porque se siente obligado a hacerlo.

 

—Lo conozco tanto para saber que jamás haría algo obligado, si ha asumido este matrimonio, si lo ha aceptado, es porque siente algo por ti. Pero es tan testarudo y cabeza dura que ni el mismo se da cuenta de ello —me tomó del mentón levantando mi cabeza—. Vamos arriba ese ánimo.

 

Levanté la mirada, pero no pude sonreír, me seguía doliendo demasiado. Es claro que mi rostro reflejaba todo eso porque Cristóbal me miró con tristeza. Nos quedamos en silencio. Al notar que está demasiado cerca no pude evitar sentirme avergonzada, quise retroceder, pero notando su seriedad y esa melancolía que empezaba a dibujarse en su rostro me quedé preocupada por los pensamientos dolorosos que pueden estar rodeándolo.

 

—Cris... —indique suavemente sin poder terminar ya que se acercó tanto como si fuera a besarme.

 

Puede que sea una idea absurda de mi parte, pero ante el susto de lo que podría pasar me levante de golpe haciendo que nos diéramos un cabezazo. Retrocedí sobándome la cabeza mientras Cristóbal se cubría la frente donde había recibido el golpe.

 

—¡Lo siento! —exclamé sintiéndome tonta.

 

No me dijo nada, bajo la cabeza sin dejar de sobar su frente y empezó a reírse, lo mire confundida.

 

—Gracias —indicó sin dejar de reír.

 

—¿Por qué? —no puedo entenderlo.

 

—Por ser tú —agregó sonriendo con sinceridad.

 

Lo quedé mirando y sonreí levemente, aunque no tenía claro él porque me daba las gracias. De seguro porque lo he hecho reír aun a causa de mi torpeza.

 

—Se fuerte, Cat. Las cosas se arreglarán. Y si Víctor no te quisiera hace mucho que ya hubiera intervenido en su relación.

 

Quise preguntarle porque lo decía. Pero me di un repentino beso en la frente, lo miré guardándome todas mis dudas, mientras me sonreía dándome ánimos. Ojalá, Víctor, fuera tan dulce como su hermano. Sería todo más fácil.

 

—Vamos, es hora de que tú y Víctor conversen.

 

Me llevó a la habitación que compartía con Víctor, pero él no se encontraba. Me despedí de Cristóbal tratando de sonreírle, aunque lo único que quiero es tomar mis cosas y huir, como siempre. Me sonrió dándome un fuerte abrazo como si con eso pudiera darme fuerzas. Pero al levantar la mirada me encontré con la fría y molesta expresión de Víctor, titube dudando que la mejor idea fuera quedándome ahí, es muy probable que ninguno de los dos quiera hablar.

 

Sin decirnos nada luego de mirar con gravedad a su hermano abrió la puerta de la habitación y entro, dejando la puerta abierta para que entrara. Me siento como el condenado que está a punto de ver a su verdugo. Al entrar la expresión severa de Víctor se quedó detenida solo por un instante en mí. Cerró la puerta, levante la mirada molesta, pero él ahora me ignora.

 

—Alguna vez, ¿te has sentido tan impotente de no ser capaz de tener la fuerza de proteger a otros?, de ser débil... —señalé tratando de romper el tenso ambiente.

 

—Si —respondió seriamente sin mirarme, luego de unos minutos de su silencio —. Muchas veces, porque a pesar de que no lo queramos hay cosas que están fuera de nuestro alcance. ¿Por qué lo preguntas?

 

—Solo por curiosidad —murmuré—. A veces me gustaría que las cosas del pasado pudieran ser cambiadas.

 

—También me gustaría, cambiaría el día que te convertí en uno de nosotros —agregó sin mirarme.

 

—Lo sé, para ti siempre he sido solo una molestia, serias más feliz si hubieras mordido a la Catalina que querías —respondí sintiéndome herida por lo que acababa de decir.

 

—Dudo que hubiera sido más feliz, pero hubiera estado más tranquilo —su mirada hiriente se posó sobre mi rostro. Y como dándose cuenta del dolor que había causado agregó preocupado—. Yo no sé si...

 

—Dejémoslo ahí —musité dándole la espalda—. Con esto empiezo a entender por qué te estás comportando así.

 

—No, tu no entiendes, porque si lo hicieras... —apretó los dientes y se levantó tomándome entre sus brazos—. ¿Cómo crees que me siento al descubrir que te encontraste con Marcos? y después te veo tan cariñosa con Cristóbal, es que tu no entiendes yo...




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