Cruzada de sangre

Capítulo 39

Es injusto, a veces el destino escoge a ciertas personas con las cuales ensañarse, hacerles sufrir empujándolos al borde de la muerte burlándose de sus fuerzas y sus ansias de aferrarse a la vida.

Víctor teniéndolo solo cinco años huyó del orfanato, lo acusaron de intentar matar a otros niños, Cristóbal nunca lo creyó así cree que todo se debió a que siendo el demasiado pequeño no podía evitar que al sentir rabia y frustración sus ojos cambiaran de color y sus colmillos se asomaran amenazantes y es seguro que por eso fue tratado como un monstruo, y que aquellos niños de quince y dieciséis años que lo acusaban eran los agresores, querían golpearlo y probablemente matarlo.

Si me pongo a pensar que en esos tiempos aún había demasiados vampiros que atacaban sin piedad era lógico que la gente ante aquellos que presentaban características de vampiros actuara con agresividad. Él se defendió, tal vez quiso matarlos o fue algo que no se propuso, pero eso fue lo que lo empujo a huir. Un pequeño híbrido rechazado por los vampiros, y temido y odiado por los humanos, solo encontró cariño hacia quien se podía señalar como el mayor enemigo de los vampiros, El elegido, el cazador principal, líder de los clanes de cazadores. Puede que al verlo tan solo y desamparado sintió compasión hacia el pequeño vampiro, a quien cuido y enseño como defender, que incluso fue capaz de entregarle un arma tan preciada como la daga Aeternus. Sin embargo, en su adolescencia Víctor se alejó, desconocemos las razones que lo empujó a eso, a alejarse de la única persona que había mostrado preocupación por él, al único ser que estaba interesado por su vida. Fue ahí donde se encontró con Cristóbal y desde ese entonces él se convirtió en el hermano mayor que no había sido antes.

 

Una de las maquinas conectadas a Víctor produjo un extraño sonido sacándome de mis pensamientos. Lo observé fijamente, con tantas mangueras conectadas a su cuerpo es difícil no sentir pesadumbre y angustia. Su rostro se ve cansado, y una triste expresión que se apodera de mi cabeza haciendo que la falsa expresión tranquila de mi ser se perdiera dejando salir el dolor de mi pecho.

 

Me incliné tomando su tibia mano y le sonreí luego de dejar mis cosas sobre una silla. Saque un libro, imaginaba que conectado a aquellas máquinas y sin poder moverse se aburría.

 

Mi voz sube y baja tratando de imitar los diálogos de los personajes y haciendo énfasis en la lectura. Muchos me dicen que es inútil, que Víctor no me escucha que él se encuentra lejos, perdido en una mente que no reacciona, inducido a un coma profundo debido a sus graves lesiones.

 

El medico ya me ha advertido que probablemente él no volverá, pero en estas instancias uno se aferra a lo único que queda, a la esperanza, a la fe, incluso empujándome a entrar a la pequeña capilla que se encuentra dentro del hospital.

 

Sé que siempre ha existido la creencia que los vampiros no pueden entrar a una iglesia, y yo lo creí así y me pareció extraño y curioso encontrarme con esta pequeña sala en un hospital creado para atender vampiros, en el hospital creado por Víctor. La fe no distingue a las criaturas, solo a quienes viven rechazando al resto de las personas.

 

Cada día que vengo a ver a Víctor paso a esta pequeña sala inclinándome a rezar, no puedo evitar que cada mañana temo entrar a su habitación encontrándome con una mala noticia.

 

Los días han pasado a semanas, de las semanas a dos meses, he pasado todos los días en el hospital. Le hablo a Víctor de lo que he hecho, de lo que pasa en casa, y aun cuando siento que todo se empieza a desmoronar en mi interior me obligo a mostrarme fuerte y optimista. No lloro en el hospital, menos frente a Víctor, solo en aquella sala de fe frente a Dios suplicándole por la vida de mi persona amada.

 

Cuando vuelvo a casa no puedo evitar que toda la tristeza acumulada aparezca, y mis lagrimas brotan recibiendo como único consuelo el abrazo cálido de Cristóbal que parece consumirse por culpa de mi debilidad. Solo se limita a acariciar mi cabeza en un silencio que me asusta, es como si escondiera algo, y sus ojos evitan mirarme.

 

Cerré el libro sin que mi mente pueda alejarse un poco de la realidad que me abofetea en el rostro, el continuo y repetitivo sonido de las maquinas son como crueles puñales que se divierten en burlarse de los dos. No es justo, no lo es. Me acerque besando la frente de Víctor y prometiendo que mañana estaré puntualmente aquí. Cuanto ansiaba ver siquiera una ligera sonrisa en su rostro, extrañaba aquellos ojos oscuros y el sonido de su voz.

 

Esta oscureciendo por lo que me apresuré a tomar un taxi. Avanzábamos con calma por la solitaria carretera rumbo a la casa, mientras que intento que mis pensamientos no me lleven a un abismo de dolor que me haga perder el control. Llueve, irónicamente llueve, como si aquello quisiera empujarme a caer en la desesperación. La lluvia suele ponerme triste y en este estado de soledad y miedo mi armadura empieza a resquebrajarse. Suspiré tratando de no pensar en nada desviando la vista hacia mi teléfono celular.

 

Entrecerré los ojos, lo odiaba. Odiaba al culpable de llevarnos a esta situación, pero aun así la rabia y las ganas de matar a Marcos ya han disminuido, por ahora toda mi mente y energía solo están enfocadas en la recuperación de Víctor. Mis ansías de venganza pasan a segundo plano.

 

El taxi dio una brusca frenada que casi provocó que me golpeara con el asiento delantero. Levante mi mirada asustada y sorprendida sin entender lo que ha pasado. El Taxista molesto tocó la bocina y asomó su cabeza por la ventana gritando un par de improperios. Y ahí está, parado en medio de la calle acompañado de Rosa, Marcos. Aquel maldito infeliz que ha herido casi hasta la muerte a Víctor. Nos miraba con una expresión sería y adusta. ¿Qué es lo que busca?




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