Di un grito desgarrador en medio de la noche, y aquello mismo hizo que volviera mi razón, como abrir los ojos en medio de una pesadilla. Mire a mi alrededor perdida sin saber en dónde me encuentro. Solo siento que alguien sostiene mis brazos con fuerzas abrazándome para detener mi inconsciente locura. Mis manos manchadas de sangre se quedaron quietas y temblando ante mi expresión aterrorizada. ¿Qué ha pasado? ¡¿Que he hecho?! ¿En qué momento yo y mi mente descontrolada nos habíamos vueltos enemigos? No soy yo y sin embargo sucumbo ante la necesidad desesperada de sangre viva, llevándome a una locura que comienza a consumir mi razón.
Víctor solo me abrazaba en silencio sosteniendo mi cuerpo para que no me mueva. El sentirme inmovilizada me produce rabia, ganas de soltarme, de huir, salir de aquel lugar y... matar. Si matar, desgarrar, sentir la tibieza de la carne bañada en aquel liquido rojo que ansío con desesperación. El poder de sentirme superior hacia las otras criaturas, hacia los seres humanos.
No recuerdo cuantos días llevo en esta lucha contra mí misma, y solo Víctor evita que termine quitándome la vida, mi único escape ante la inquietantes ganas de matar. No soy yo y por eso comienzo a temer, a perder la batalla y convertirme solo en una criatura asesina sin conciencia, en un ragaz. Me creí fuerte contra esto, pero ya no puedo, no puedo controlar más esta angustiosa necesidad.
—Te prometo que pasara, aguanta, no te rindas —murmuró dolorosamente Víctor sin levantar su cabeza.
No puedo evitar pensar en todas aquellas historias de fantasías de vampiros que te muestran un mundo romántico semi erótico con vampiros de una belleza superior a los humanos. Esto no es así, los vampiros no eran ni más bellos ni más feos que los humanos, tal vez lo que pueden tener de "atractivos" es esa especie de mirada asesina y psicópata, pero no en el sentido de que fuera algo que uno quisiera ver, al contrario, es de aquellas cosas que jamás olvidabas y preferirías nunca haber conocido.
Viven de la sangre que les proveen, pero sus ansias salvajes les obligaba a organizar tres veces al año, una noche sangrienta. Necesitan desahogar esa crueldad y necesidad de matar para mantener controlado aquel oscuro lado que les impediría seguir el contrato de paz con las otras especies.
Discriminan a los convertidos, les asquean los híbridos, y se apegan a sus absurdas ideas de clases puras las cuales habían causado sus problemas de genéticas que solo la sangre de un descendiente, de un vampiro original, es capaz de corregir momentáneamente.
Pero lo que más olvidan aquellas historias es que una mordida es tan dolorosa como debe sufrir un ciervo en manos de un león, que convertirse en uno de ellos es sucumbir a horribles dolores y por lo cuales puedes terminar muerto con tus entrañas reventadas y ahogado en tu sangre, que si lograbas sobrevivir rogabas por no quedar en manos de un maldito loco como Marcos, o de alguien peor como aquellos que por años realizaron experimentos macabros con los convertidos. Y además si probabas la sangre directamente de un ser vivo, en un acto de sumisión, podías ver una parte de ti que no creía que existiera, una parte de un ser asesino que buscara apoderarse de tu razón, aquello que ahora me tortura.
Una especie de lucha interna entre tu ser consciente y tu ser salvaje, mientras tu vida pende de cuál de los dos resultara ganador. Me doy cuenta de que el enemigo más fuerte y más difícil, que hasta ahora había conocido, se encontraba en mi interior.
Respire fatigada sintiendo el sudor correr por mi frente. Mi corazón comienza a calmarse y mi visión a recobrar el sentido dándome cuenta de que me encuentro en la habitación de Víctor. No recuerdo en qué momento habíamos vuelto ni por qué no estamos en el hospital.
—¿Ya te dieron el alta? —pregunte con las palabras entrecortadas, agotada.
—Ha pasado un mes —me respondió con una leve sonrisa triste—. No te has dado cuenta durante ese tiempo lo que pasaba a tu alrededor, estabas cegada por la ansiedad de sangre.
—¿Un mes? —lo miré sorprendida y aunque quise levantarme mi cuerpo se negó a obedecerme.
—No te esfuerces, estas cansada, por fortuna has ganado la primera batalla —murmuró seriamente, tragó saliva—. Sino yo hubiera tenido que...
—Lo entiendo, no me hubiera gustado ser una de esas criaturas —traté de sonreírle, pero me siento invadida por un sentimiento de angustia, sobre todo al escucharlo decir que he ganado solo la primera batalla ¿Acaso esto me perseguirá como una maldición por siempre?
Corrió con suavidad mi cabello desordenado que me cubría el rostro. Quedándose atento ante mi angustia que no puedo esconder. Apretó los labios, preocupado, es claro que no hay palabras para darme consuelo. Me abrazó en silencio, apoye mi cabeza en él, observando como el Sol comenzaba a asomarse en aquel frío día. Un cielo tan azul cuando uno se siente atrapado en una inquietud imborrable es como una especie de burla de la naturaleza, tan radiante, tan bella, y yo sumida en el temor de un futuro en el en que deberé acostumbrarme a controlar mi sed de sangre.
—Será mejor que duermas un poco —susurró sin soltarme. Escuché su voz a través de su pecho en el cual mi cabeza sigue apoyada. Cerré los ojos sin responderle hasta que sentí su beso en mi frente—. Descansa, después comeremos juntos.
Me dormí sin darme demasiada cuenta, cerré los ojos y todo se volvió oscuridad. No tuve sueños, era tal mi cansancio que de seguro hasta mi cabeza estaba demasiado agotada para ofrecerme imágenes creadas. El susurrar lejano de algunas aves era lo único que escuchaba, creo haber escuchado voces, y luego un silencio que pareció sumir todo en oscuridad. El sonido de una puerta, y pasos alejándose.