Han transcurrido tres días del incidente de la biblioteca, Francisca no ha vuelto a saber de Nicolás. Tampoco se atrevió a preguntarle a nadie. Al parecer los estudiantes no quieren saber nada de ella, porque si antes tenía poco contacto con ellos ahora tratan de evitarla completamente.
Y la verdad es que es así. Antonio ha hecho correr el rumor de que Francisca es similar a Nicolás. De que es peligroso acercarse a ella. No solo debían tolerar la presencia de esa criatura demoniaca para tener además que aguantar la presencia de otro más. No entiende las intenciones del director de haberla admitido, incluso darle una beca para permitirle estar en el corazón mismo de una de las escuelas de más alta categoría de los cazadores.
—Vaya la soledad —murmuró Antonio con tono burlesco a sus amigos al ver a Francisca caminando por el pasillo con sus cuadernos en la mano—. Hay quienes necesitan entender por las malas cuando se meten en dónde no les corresponde.
—Los monstruos se merecen estar solos —agregó otro mirándola fijamente.
Francisca se detuvo por un leve instante dirigiéndoles la atención, es claro que hablan de ella, y aunque esto turbó un poco su ánimo fingió no oírlos y siguió caminando. Es algo que se esperaba al entrar a una escuela de elite como está, no la consideran ser como uno de ellos porque no viene de una clase alta y adinerada. Es evidente que el mal trato e indiferencia es algo típico hacia los becados que incluso los mismos maestros hacen vista gorda y fingen no ver.
—Cuando entenderán que no son bienvenidos aquí —señalo Antonio con molestia por la indiferencia de la joven.
La chica apresuró el paso al notar el tono con que aquel ha hablado. No se detuvo hasta que salió al jardín, en donde respiro aliviada al ver que no la han seguido. Tensó su rostro ya cansada de está situación y ya piensa si será bueno pedir una cita para hablar con el director. Si esto sigue así se le hará más difícil tolerar los pocos años que debe estudiar en ese lugar.
—Maldito grupo de clasistas mimados —murmuró para sí misma con tono molesto y cruzando los brazos.
—Es más que eso, pero me gusta lo que has dicho.
Apenas escuchó esta voz se sobresalto aunque el tono le fue conocido.
—¿Nicolás? —preguntó mirando a su alrededor.
—Estoy sobre el árbol, tonta —señaló con tono poco simpático, esta acostado sobre una gruesa rama en las alturas—. ¿Qué pasa? ¿Me buscabas?
—No deberías... digo el Sol se supone que...
—El día sigue claro pero el Sol ya no está sobre el cielo, se acaba de ocultar —le interrumpió con gesto aburrido, como si tener que explicar esto le es molesto—. Eres bastante torpe al no notarlo.
Tensó su rostro, sin responderle, es solo un niño odioso, no debe rebajarse a seguirle el juego. De todas forma no deja de despertar su curiosidad no ver ningún golpe en el rostro de Nicolás, se supone que el matón de Antonio lo había golpeado, sin embargo, su rostro luce limpio sin ninguna herida.
—¿Estás bien? por el golpe, ya sabes... — guardó silencio, no supo que decirle. Aquel niño la contempla con fijeza, y por momentos sintió que sus ojos lucían como los de una serpiente a punto de devorarse su presa.
Pestañeó confundida, de seguro la falta de sueño le hizo imaginar eso. Se restregó los ojos mirando con disimulo el rostro del niño. Aquel sonrió con cierta indiferencia.
—Como si un golpe así pudiera dañarme —respondió con tono despectivo, dirigiendo su atención al cielo—. No soy como tú, que se mete en la boca del lobo sin tener idea de nada.
Francisca suspiró, para ser un niño es bastante poco agradable para tratar e intentar hacer una conversación sin que salga con frases hirientes. Guardó silencio contemplando también el azul cielo. Luce tan tranquilo que por momentos le hace olvidar su complicada situación en está escuela.
—Me alegro que estés bien —fue lo único que dijo pero no pudo evitar escucharse algo molesta.
—Ese tipo... —habló sin mirarla —, el tal Antonio Yarel ten cuidado con él. No te fíes de él ni de su familia los Yarel. Tampoco de los Strayer. Ambos son unos ambiciosos que por poder están dispuesto a todo.
Francisca confundida lo observó en silencio sin entender por qué le dice eso. La familia de Yarel los recuerda como ese particular y llamativo matrimonio, y no se olvida como el padre de Antonio le dirigió una mirada extraña y poco amistosa. En cuanto a los Strayer debe referirse a Katrina Strayer, la estrella de la escuela. La hermosa chica que llama la atención de todos pese a tener siempre una expresión seria y poco amistosa, no entiende como puede tener tantos admiradores cuando no parece tener nada más que su lindo rostro y figura. Y claro los rumores que Antonio y Katrina son novios.
—Lo otro, evita hablarme, si sigues haciéndolo te ganaras la enemistad de todos aquí —agregó sonriendo con burla.
La muchacha bufó alzando ambas cejas.
—Ya es demasiado tarde para preocuparme por eso —se sentó sobre una de las bancas de piedra del jardín—. Antonio Yarel me llamó monstruo y dijo que yo no debía estar aquí. Y siendo el popular de la escuela ya todos le siguen con eso.
Nicolás se rio sin mirarla, la chica un poco molesta lo miró sin entenderlo.
—Estoy de acuerdo con eso de que deberías irte de aquí, aun no entiendo las razones de que te hayan dejado entrar a esta escuela. Es curioso, no deja de inquietarme, porque no eres como yo, tampoco como ellos...
Notó que habla seriamente, en esta última frase se escuchó tan seguro que la joven titubeó, pero en una cosa tiene razón, este no es su lugar. Sintió una leve amargura, ya no se siente fuerte como para aguantar los años que debe permanecer aquí. No es querida, todos la rechazan y ahora el chico popular le pone sobrenombres del tipo "Monstruo" Quiso decirle algo, pero un nudo en la garganta se lo impidió.
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Editado: 07.07.2024