Cruzando barreras

• Derrota •

—Lara—

El fuerte olor a agua salada, mezclado con un toque vegetal y un poco de ácido en la punta de su nariz la despertó. Lara apenas podía mantener los ojos abiertos, le costaba trabajo respirar y se le dificultaba poder moverse, su cuerpo se sentía adormecido y las punzadas en su cabeza cada vez se hacían más recurrentes, sobre todo el dolor en la parte inferior de su maxilar. 

Intentó levantarse, pero la posición en la que se encontraba se lo complicaba, estaba hecha un ovillo en un espacio muy reducido, sus manos y pies estaban atados detrás de su espalda, con una cinta que prácticamente le cortaba la circulación; las puntas de sus extremidades casi estaban cianóticas, aunque no fue algo que le importara demasiado, estaba viva y eso era lo que importaba, no obstante, no sabía por cuánto tiempo más iba a estarlo.

Pensó que estaba viviendo una pesadilla, que no era real lo que le estaba pasando. Que nadie la había secuestrado, pero el vívido recuerdo de ver a un hombre enmascarado frente a ella, sonriéndole maliciosamente y tomándola por la fuerza para llevarla consigo hacia una camioneta pequeña le decía que no estaba soñando. Que no era mentira el dolor que sentía en sus mejillas, sus brazos o en sus costillas.  

Ahora que sus emociones comenzaban a enfriarse y que la adrenalina había disminuido todo comenzaba a tomar sentido. Se maldijo en su interior y de pronto como si algo en su cerebro se hubiera iluminado, una gruesa lágrima rodó por su rostro cuando recordó a Leonard y a su genuina desesperación.

El pobre hombre había enfurecido y al mismo tiempo palidecido frente a sus ojos, sus gritos y angustia al llamarla con una voz que desgarraba hasta su propia alma, le habían incitado a despertar algo más que gratitud por él en su interior. Había sido un momento confuso. Lara no creía amarlo, ella no lo amaba. Solo era apreció lo que sentía por él, no había nada más y no lo habría, eso era lo que ella pensaba mientras lo miraba pelear. Todo había sucedido en cuestión de segundos, Leonard había sacado un arma mientras corría hacia ella y disparaba, tratando de rescatarla, entonces, un sentimiento de necesidad apareció en su corazón.

Lara también quería correr y llegar hacia él, tomar su mano y sentirse segura. Ya no importaba nada más, la chica estaba segura de que si se hubiera tratado de Edward también hubiera hecho lo mismo, aunque en esos momentos solo quería abrazar a Leonard y quedarse junto a él, recargada sobre su pecho, sintiendo la protección, el cuidado y el cariño de sus cálidos brazos.

—¡Leonard… Leonard! —Le gritó en varias ocasiones. Sin embargo, el fuerte golpe en su rostro a puño cerrado, la calló instantáneamente.

Pronto, una nube negra opacó su mirada, pero antes de que cerrara los ojos pudo ver en la distancia como Leonard caía y como Edward también trataba de alcanzarla.

—Edward… —susurró en voz baja, cuando dejó de lado sus pensamientos.

Los sentimientos que también tenía por él eran complicados. Él era el padre de su hija y el “gran amor de su vida”, sin embargo, Leonard de alguna forma también era especial, él era la única persona que le había demostrado lo verdadero de sus sentimientos, él nunca había jugado con ella o le había mentido. Apenas y suspiró. Lara nunca antes se había sentido tan confundida, pero no cambiaría de parecer. Si es que llegaba a salir con vida, su decisión seguiría siendo la misma. No se lamentaría por nada. Dejaría a ambos hombres y se dedicaría por completo a sí misma.   

Hizo un gran esfuerzo por levantarse, necesitaba luchar todo lo que más pudiera si es que quería cumplir con lo que ya se había planeado, un secuestro no iba a impedir que dejara de ver a su hija o de tomar por completo las riendas de su vida.

Ya era una mujer madura y debía de actuar como tal.

Elevó lo más que pudo la vista y miró con gran dificultad a su alrededor, aún se encontraba en el interior de lo que parecía ser la misma camioneta. Lara no tenía idea de cuánto tiempo había pasado ni mucho menos del lugar en dónde se encontraban, aunque ya lo suponía, a juzgar por la oscuridad del parabrisas aún era de noche y debían de estar cerca del mar por el fuerte olor que comenzaba a rodearla.

No debían de estar a más de veinte o treinta minutos del centro. Lara podía escuchar como las olas del mar chocaban no muy lejos de ella.

Tal vez un puente, un muelle o la orilla debían de estar cerca o lo que era mejor, deberían de estar en uno.

Trato de imaginar varios escenarios e intentó por un momento reconocer algo.

Como pudo y con las pocas fuerzas que tenía, se arrastró hacia el frente, apoyándose de algunos objetos que tuvo cerca, cajas de varios tamaños que parecían descuidadas y herramientas mecánicas en su mayoría. La chica estaba por visualizar su exterior cuando de repente un duro golpe en uno de los costados de la camioneta la asustó, lo que provocó que se resbalará. Alguien se había estrellado contra el sólido metal, al igual que su sien izquierda que recibió un profundo golpe al chocar contra la cabeza de un mazo.

Su visión inmediatamente se volvió borrosa y comenzó a sentir el cálido flujo de su sangre correr por su rostro. Sus fuerzas también le fallaron. Lara ya no podía hacer más por permanecer despierta. Estaba tan cansada que parecía que la vida la estaba dejando. Sus ojos se estaban cerrando mientras veía por el cristal del parabrisas la intensa luz de una lámpara que emitía una vieja luz amarilla, de ese tipo de luces que parpadean por horas hasta que alguien llega a arreglarlas. Se parecía como a la luz de un faro o quizá a la luz que se proyectaba al final de un túnel.




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