—Lara—
Un fuerte zumbido en su oído izquierdo la despertó. Lara no entendía lo que estaba pasando, tampoco sabía en donde se encontraba, parecía que estaba desorientada mientras se encontraba detrás de un tablero deforme y un asiento mal acomodado.
—Ah… —suspiró apenas.
Su visión no era muy buena, estaba borrosa y las cosas parecían moverse doblemente de un lado para otro. Lara estaba mareada, sin embargo, pronto su malestar desapareció dejando solo el molesto y constante sonido en sus oídos. Apretó los ojos y para cuando se dio cuenta un poco mejor de la situación en la que estaba, su corazón se aceleró. Comenzó a hiperventilar. Su pecho subía y bajaba descontrolado mientras trataba inútilmente de liberarse del asiento; el cinturón de seguridad se había atorado.
—Maldición… —vociferó una y otra vez en un estado de pánico al mismo tiempo en que sacudía el artefacto con violencia hasta que por fin, se liberó.
Sólo entonces, pudo echar la cabeza hacia atrás y descansar. Al fin había tenido un minuto de paz. Tragó duro, aunque su garganta estaba seca, le raspaba y le dolía como el infierno. De pronto, su cuerpo se estremeció. Lara comenzaba a sentir intensos escalofríos, lo cual no era nada bueno porque una vez que dejará de sentirlos sabía que sentiría mucho dolor. Eso en el pasado ya le había sucedido. Su cuerpo en esos momentos sólo estaba anestesiado a causa el choque y sólo era cuestión de tiempo para dejará de hacer su efecto.
Asustada se revisó sus manos, sus pies, su pecho e incluso su cara. Lara se palpaba por todos lados tratando de encontrar algo, sin embargo, la única herida en su cuerpo no era algo que hubiera deseado. Lara hubiera preferido mil veces tener un hueso roto e incluso una fuerte contusión, pero lo que tenía era algo tan trivial que por un momento se echó a reír. Ella no sentía nada más que un mísero dolor en lo profundo de su corazón.
Cerró los ojos y ahora dejó caer su frente sobre el tablero, necesitaba pensar y acomodar sus ideas para aclarar su mente.
Lara no sabía del todo lo que estaba pasando.
Entendía que había tenido un accidente, el humo blanco que se despedía del auto en el frente, el fuerte olor a gasolina a uno de sus costados y lo retorcido de los fierros solo lo confirmaron. Lara había tenido mucha suerte de haber resultado solo con unas cuántas heridas; tenía un pequeño hematoma en la cabeza junto a su ceja derecha y uno que otro edema por aquí y por allá; también había ligeros cortes en sus dedos causados por lo impulsivo de su desesperación al tratar de soltarse, en realidad su cuerpo pese a todo el ajetreo y lo violento del choque, estaba bien.
—Carajo…
Se quejo y entonces, como si de repente todo el dolor que se había acumulado en alguna parte de su cuerpo por la adrenalina, y todo lo que había acontecido durante estos días llegó a ella, impactando de mil formas dentro de su mente. Recordó su secuestro, su dolor, sus pérdidas. Su cerebro prácticamente se reseteo. Lara aspiró hondo y de inmediato volteo a mirar a su lado. El asiento estaba vacío.
«Sebastián…»
Inmediatamente pensó en él con el cuerpo tenso y el corazón acelerado.
Su ceño se frunció.
¿En dónde estaba aquel hombre? ¿Dónde se había metido? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había desaparecido, desde el choque? ¿Por qué la había abandonado, si es que así había sido? Mil y una de preguntas inundaron sus pensamientos hasta que de pronto, unos extraños quejidos le hicieron levantar la mirada.
Sus pesados párpados apenas pudieron alzarse, sin embargo, fue muy claro lo que vio.
Tumbada boca abajo y apoyada sobre las palmas de sus manos y sus rodillas sobre una superficie suave pero incomoda, observó a dos hombres en la distancia. Uno usaba un traje oscuro sin saco, su camisa clara estaba hecha un verdadero desastre, parecía como si le hubiesen arrancado los botones; y su pantalón estaba sucio por todas partes, igual de desgarrado, era una visión increíblemente fuera de contexto. En comparación con el hombre elegante y de cabellera larga y sedosa que Lara había conocido en el pasado, este era un completo desastre. Su cabello suelto estaba desparpajado y sus movimientos no iban acorde con su cuerpo; se veía cansado. Leonard soltaba fuertes golpes hacia su oponente a diestra y siniestra atinando muchas veces hacia su objetivo mientras que otras más, solo golpeaba al aire.
Entre tanto, Sebastián quien era un hombre más pequeño parecía ser más diestro, sin embargo, lo casual de sus ropas y su apariencia eran iguales a las de Leonard; camisa rota, pantalones rasgados, zapatos mugrosos, un cabello desordenado y un perfil frustrado.
Fue entonces cuando Lara se acercó un poco más, quería brincar hacia el asiento contrario, necesitaba salir de ahí y correr hacia ellos para detenerlos, mas sin en cambio, cuando estaba a punto de hacer un simple movimiento, su cuerpo se paralizó al ver la última de las escenas. Se echó para atrás y se dejó caer de nuevo en el asiento mientras olvidaba como respirar.
Sebastián de alguna forma había golpeado tan fuerte a Leonard en el estómago que logró derribarlo. Sus rodillas crepitaron cuando chocaron contra el piso deforme. Indefenso, sin fuerza y sin aire en los pulmones, Leonard levantó la vista hacia Sebastián con unos ojos verdaderamente fríos, cargados de un aura asesina, pero a este no le importó, al contrario, le sonrió, luego inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado. Sonrió aún más, pensando en que ya había ganado. Sin borrar la expresión de su rostro, los ojos de Sebastián dejaron de mirar a un hombre agotado para dirigirse hacia una Beretta que no estaba muy lejos de sus cuerpos.
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Editado: 08.08.2020