En el presente....
Estaba tomando un trago en el bar del club cuando su teléfono sonó. Era un número que hace muchos años no veía en la pantalla de su celular. Luego de sonreír lastimosamente, respondió a ese amigo que tanto extrañaba. Quizás presintió que no estaba pasando por un buen momento, por lo que no pudo menos que agradecer su llamada. Necesitaba desahogarse con alguien.
“Mi querido amigo Pedro. No sabes el gusto que me da escuchar tu voz después de tanto tiempo. Te he extrañado mi amigo. Hace siglos que no nos hablamos”.
“¿Cómo estás Emilio?”, dijo Pedro aún reticente.
Unos segundos de silencio y Emilio no puede evitar sollozar como un niño ante su amigo.
“Pedro....me siento morir. Mi familia Pedro..... mi familia es un desastre, mi matrimonio es un fraude y me siento solo.....”, luego.... un profundo suspiro se apoderó de Emilio.
“¿Qué fue lo que pasó Emilio?”, Pedro necesitaba saber lo ocurrido antes de soltarle a Emilio el asunto de Sofía y su hija, si es que se daban las cosas para hacerlo.
“Me siento traicionado. Por más de 20 años he estado viviendo una mentira. Mi esposa Antonia, la mujer de mi vida, por quién he existido todos estos años y a la cual amo con locura a pesar del tiempo que ha pasado, me confesó hace unos años que nunca me ha amado, que se casó por obligación conmigo, que amaba a otro hombre y que su padre, con tal de mantener el estatus y la reputación de su familia, la amenazó con matar a ese hombre si no se casaba conmigo. La obligó a actuar como esposa devota frente a mí si quería salvaguardar la vida de ese infeliz. Los años que pasaron desde entonces fueron terribles. Vivir con esa verdad a cuestas fue un suplicio, sobretodo sabiendo que su corazón estaba ocupado con otro. Pero aún así, estuve dispuesto a perdonarla por el gran amor que le tenía, pero ahora la situación cambió. Ahora que su padre ha muerto decidió continuar con sus confesiones y me acaba de escupir que Santiago, mi hijo mayor, es hijo de ese hombre y no mío. Según ella, no podía contarme antes por miedo a que su padre cumpliera sus amenazas, pero ahora que ya no está ese riesgo, ya no tiene nada que temer. Ahora lo único que quiere es el divorcio para ir en busca de ese hombre y volver a su lado. Al parecer, todos estos años han estado en contacto de alguna manera, por lo que es imposible para mi retenerla a mi lado. No sé qué hacer. ¡¡Estoy deshecho!!”, la tristeza y la desesperanza de Emilio eran palpables en su voz y Pedro temía hablarle de la razón por la que lo había llamado.
“¿Tus hijos saben de esto?”, preguntó Pedro.
“Saben todo excepto que Santiago no es mi hijo. Esteban y Lucas habían desembarcado esa semana por lo que estaban en casa cuando pasó todo esto. Santiago, en cambio, está en una misión en Bosnia, por lo que solo sabe a grandes rasgos lo que ocurrió. Tiene aún un par de meses antes de que vuelva. Y es mejor así. Aún no sé cómo enfrentarlo. Tengo sentimientos encontrados. Por un lado sigo viéndolo como mi hijo. Pero de solo pensar que no lleva mi sangre, si no que es fruto del amor de su madre con otro, me perturba a morir. Necesito salir de aquí. Despejar mi mente.
Qué ironía del destino. Dado que ya tengo más de 30 años de servicio, sin decirle a Antonia, solicité mi jubilación para poder disfrutar con ella el resto de vida que nos queda, y resulta que ahora el resto de SU vida, la pasará con otro. Qué mal chiste. El karma está haciendo de las suyas conmigo. Quizás me merezco todo esto que me está pasando”, suspiró otra vez.
“Emilio, ya que necesitas despejarte, ¿por qué no vienes unos días a Talcahuano? Hay tantas cosas de qué hablar. Tengo tantas cosas que decirte. Quien sabe, quizás hasta te lleves una grata sorpresa”. Pedro sopesó las cosas y concluyó que la noticia que estaba por darle a Emilio era mejor decírsela directamente a la cara. Solo así podría evaluar cómo se lo tomaba y si valía la pena seguir moviendo los hilos para el reencuentro de Olivia y su padre.
Una semana después...
Durante el desayuno, Pedro pensó bien antes de hablar y luego le dió a Olivia las buenas noticias. “Olivia, tengo algo importante que decirte”, dijo nervioso.
“Dime, Pedro”, Olivia no sabía de qué se trataba. Pedro miró a su esposa y Rut asintió, dando una muestra de apoyo hacia su marido.
“Hablé con tu padre”, dijo por fin.
Olivia dejó caer al suelo la cuchara con la que estaba comiendo sus cereales. El nerviosismo la hizo temblar y corrió al baño a vomitar. El desayuno de repente le agrió el estómago y no pudo contenerse. Tenía miedo de preguntar, por lo que Pedro simplemente le contó todo lo que había hablado con él. Le dijo lo que estaba pasando en su familia, excepto lo de Santiago, así como también los planes de que viniera de visita.
“¿Estás segura cariño que serás capaz de enfrentar todo esto?” , le preguntó Rut abrazándola y secando sus lágrimas.
“Sí. Muy segura. Quiero recuperar el tiempo perdido. Sé que ahora él está vulnerable, pero tal vez es la ocasión precisa para presentarme ante él. Ahora más que nunca necesita sentirse querido. Mi madre sufrió más de 20 años por culpa de su traición y resulta que ahora él también está sufriendo por haberse sentido traicionado toda una vida. Mi madre ya no está, y dentro de todo, aunque suene frío, lo agradezco. Ahora que tengo la oportunidad de conocer a mi padre, no quiero desperdiciarla”.
Editado: 03.05.2022