Travis, él y yo tenemos varios años conociéndonos, él era y es un muy buen amigo mío de la escuela. Muchos como por ejemplo mi hermana no entiende el por qué él y yo no nos juntamos fuera de la escuela, pero era que simplemente así habíamos llevado nuestra amistad y hasta ahora así funcionábamos bien, no recuerdo la última vez que discutimos y para mí ha sido un excito poder coincidir en esta vida con una persona como él.
Me sentía feliz, me sentía bien con su presencia, él era mi único amigo, el único que he tenido y para mi estaba bien, estaba cuando lo necesitaba y siempre podía contar con él para lo que sea siempre y cuando sea en la escuela. Muchos se encontrarían extraña esa relación que solo tenemos en la escuela, para mí es normal, muchas personas tienen amigos en línea que nunca se han visto en persona, pero confían más en ellos que en sus propios vecinos. Nuestra relación no es más allá de eso, nosotros somos así y de esta forma nos encontramos bien, a mí me gusta que sea así, no sé él.
Travis es un chico listo, no es un Nerd, pero es muy inteligente. Es bueno en matemáticas, en física, química. Le cuesta un poco los idiomas, pero tampoco es una cosa del otro mundo. Le gusta estudiar como a pocos, le gusta la idea de que el mundo se volverá menos complejo para él mientras más sepa cómo es que funciona este, por eso estudia todo lo que puede, no para pasar materias, sino para saber cómo llevar la vida. Lo que es algo para mí realmente admirable porque él chico es fantástico de verdad. De su familia no sé mucho, pero creo que sé lo suficiente como para solo verlo en la escuela. Tiene una hermana llamada Neah: tiene trece años, es de tez india y ojos claros. Cabellera castaña hasta los hombros, lisa y abundante. La niña tiene una singular belleza, no sé si es su cabellera o sus ojos como almendra, los que hacen que me derrita al verla. Su esquelética figura, reflejo de su hermano. Su madre, a la que he visto en muy pocas ocasiones. Nunca vi a un hombre salir de su casa, aunque tampoco es que me la pasaba pegada de una ventana observando quien entraba o salía de la casa. Él tampoco hablaba de su familia, no recuerdo una vez que se quejara o alabara a sus padres o a su hermana, si lo hizo ni me acuerdo.
Él no es el tipo de chico que lloriquea por todo y por nada, no. Él es una persona fuerte, capaz de soportar lo que sea, él tiene el poder de convencerte, él sabe persuadir, sabe cuándo y cómo tiene que decirte las cosas para hacer que caigas donde él quiere que caigas y claro, no con esto digo que siempre le sale bien ese jueguito, porque muchos han querido golpearlo por eso, pero así es él, así es como él hace sus cosas. Es un chico encerrado, no habla de sus problemas personales ni de sus memorias. A veces siento que él solo está para mí porque yo soy siempre la que comento la que digo que tengo que hacer esto o aquello y a veces me siento mal porque siento que es una persona que nació con ningún otro propósito además de escucharme y tratar de ayudarme y no es que me siente incómoda cuando lo hago, sino que cuando dejo de hacerlo siento que no tenemos nada de qué hablar. Es mi amigo y todo, pero me gustaría que me hiciera saber qué le pasa por su mente cuando se queda viendo un punto fijo, pero todos sabemos que no está viendo eso, sino que está pensando en algo. Quizás sea verdad cuando me dice que no estaba pensando en nada, sino que solo se había quedado en el aire, lo cual era algo que pasaba muy a menudo con él.
Estoy en la escuela, sentada en mi asiento junto a Travis, lo miro, estaba muy concentrado en lo que el profesor decía. Yo sonrió al verlo, me divertía su rostro. Él se voltea al escuchar mi risa.
—Shuuhhh… Cállate, nos van a mandar a callar —dice él en tono serio.
No puedo parar de reírme.
—Señorita Coleman, ¿Qué es lo tan divertido? —Pregunta el profesor parándose derecho frente al pizarrón.
Me muerdo los labios para parar de reír, pero las lágrimas se me derraman de la risa.
—Sálteme de la clase, quiero que te salgas, por favor —su tono de seriedad hace que me lo tome en serio.
Todo el salón se mantiene en silencio esperando qué más va a pasar. Ellos miraban hacia donde mí: empezó a invadirme la sensación de vergüenza.
—No profe. Yo me comportaré —ruego.
—Que te salgas dije, no quiero que me boicoteen la clase, además he perdido ya mucho tiempo por tu impertinencia.
Ya empiezo a enojarme, me pongo de pie y tomo mi mochila que estaba enganchada en el espaldar de mi asiento, la engancho en uno de mis hombros. Camino hasta el profesor.
—Elevo mis dos dedos hasta mi frente —Como usted diga capitán—. Salgo del salón y a mi espalda escucho las carcajadas de los chicos: en ese momento suelto una sonrisa de lado sin separar los labios.