Alysa Wilson
Han pasado tres días desde que vi por última vez a Jones, no ha venido a la facultad y ni siquiera conozco su dirección para visitarlo y no responde mis mensajes, así que espero poder pedirle a algún directivo donde pueda encontrarlo.
—¡Alysa! — escucho una voz a mi espalda y giró para encontrar a la pelirroja.
—¿Ginette? — cuestiono.
—La misma — sonríe y se acerca a mi.
—Creí que nos veríamos seguido, pero faltaste dos días completos — habla mientras frunce su ceño.
—Eh, sí se presentaron algunos problemas y tuve que pedir permiso — digo colocandome un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—Ok, acepto tu excusa pero me debes una salida de al menos media hora — expresa dejándome su número de teléfono.
—Y ahora me retiro ya que es tarde — concluye corriendo hacia un chico y plantandole un beso en sus labios.
Aburrida decido caminar a mi facultad y es ahí cuando lo veo.
Harry Jones está sentado en mi puesto, con un buzo color negro y jeans del mismo color. No trae su capucha puesta por lo que puedo notar su ondulado cabello negro peinado hasta al punto de parecer lacio. Observó su rostro y este esta igual que siempre, no hay ninguna ojera debajo de sus ojos pero estos parecen cansados.
Avanzó hacia donde está él y tomó asiento a su lado.
—Buenos días Jones — pronunció y él me da una sonrisa amable.
—Hola sirenita.
—¿Espera sirenita? — suelto asombrada.
—Deja de llorar por favor — habla Harry sacudiéndome.
—Ella... — mis palabras son ahogadas por mis sollozos.
—Yo te lo dije Junie, era el cuento que se basa en la película no el cuento original — habla frustrado.
—Debiste haberme convencido antes — habló entre llantos.
—Junie, deja de llorar — ruega mientras limpia mis lágrimas con sus pulgares.
—¿Aún lo recuerdas? — digo incrédula.
—Claro, ¿cómo podría olvidar a mi sirenita?
—No puede ser cierto.
—Se convirtió en espuma de mar para salvar la vida de su amado que amaba a alguien más, ¿verdad? — dice juguetón.
—Era una niña — refuto.
—Teníamos 16 años — contraataca.
—Eres la primera persona en mi lista roja.
—¿Cuál es la de personas que amas?
—La de las personas que odio.
—Junie, no te mientas a ti misma — me erizo al escuchar el apodo por el que me llamaba cuando era una niña.
La diferencia es que esta vez no sonaba infantil y cariñoso, sonaba seductor y profundo como si estuviera saboreando cada letra de esta palabra.
—Se que tuviste un pequeño amor conmigo durante la secundaria — dice victorioso y yo me paralizo, ¿él lo sabía?
—Chicos, empezaremos la clase ahora — habla nuestro maestro poniendo sus maletín en el escritorio.
—Haremos un debate sobre lo que el sentimiento del amor significa y causa — informa.
—Señorita Wilson, ¿puede decirme que es el amor según la filosofía?
—El amor según Platón es buscar la trascendencia humana para conectar con aquello que es eterno, este no tiene que ser físico o idealizado, sino espiritual él sostenía que amar a una persona era adorar su conocimiento y la belleza de su alma — respondo de una forma concreta.
—Entonces señorita Grimaldi, ¿qué cree usted que es el amor? — pregunta nuestro docente a una chica de cabello castaño.
—El amor es definir que tus sentimientos van más allá que los de una amistad por una persona, estando dispuesta a aceptar sus risas y lágrimas, sus logros y sueños, sus pérdidas y sus victorias — termina y la reconozco es la chica con la que vi a Jones el primer dia, es muy inteligente.
—Alumno Jones, ¿el amor tiene que doler?
Observó como él traga saliva y aprieta el esfero en sus manos.
—El amor duele — habla.
—Pero para amar ¿es necesario que duela? — cuestiona nuestro profesor agudizando su mirada.
—El amor lastima y destruye, amar es condenarse a un sufrimiento perpetuo por otra persona que quizás no te valore lo demasiado para no afrontar el mismo dolor que tu — dice.
—Es agotador e intenso, consume todo de ti hasta que te deja sin nada y aun así no le es suficiente — prosigue y siento que cada palabra que dice es como si le quemara.
—Amar es como arder en llamas en las llamas del infierno, no tiene un fin— finaliza y suena el timbre de cambio de clase.
—Gracias a todos por su participación, nos vemos en nuestra próxima clase — habla el docente y todos empiezan a marcharse del salón y yo solo observo el perfil de mi compañero.
—Es hora de irnos Junie — rompe el silencio mientras toma todas sus cosas y yo decido hacer lo mismo con las mías.
—Vamos Jones — digo mientras camino hacia él.