Cuando el destino llama

capitulo 17

Miles continuaba recorriendo los largos pasillos del castillo, lo que había escuchado anteriormente podría ser una buena noticia, pero necesitaba más información al respecto.  Al girar en una esquina alguien chocó con él, la chica soltó un ligero quejido y él dejó caer su lanza al ver de quién se trataba.

-Mis disculpas, tengo algo de prisa.- Dijo al reincorporarse.

-¿Jaqueline?-. La chica detuvo sus pasos  al oír su nombre y se giró de vuelta. El guardia se acercó.- Me alegro de que estés bien.

-¿Disculpa?-. Mencionó confundida.

-Supongo que no me reconoces en este cuerpo.

-¿Miles?-. Dijo nuevamente, miró con atención al guardia que tenía en frente, tenía puesto el yelmo así que no podía verlo claramente, pero por los orificios de la celada pudo percibir un par de ojos blanquecinos.

-¿Realmente eres tú?-. Preguntó nuevamente, el chico solo asintió.

-Bueno…. No realmente, mi cuerpo real está con Nycolai-. Admitió, la rubia no acaba de entender lo que había dicho.- Luego te lo explico. Como sea, no tengo mucho tiempo, dime lo que sabes de Camile.

-No la he visto en los últimos dos días. Me he escapado del dormitorio varias veces para buscarla, pero no he tenido éxito. Me preocupa que le haya pasado algo.

-Descuida, nosotros la encontraremos. Por cierto, escuché algo sobre un baile.

-Si, mañana en la noche. Es por el cumpleaños del rey, es un baile de máscaras. Las concubinas hemos estado ensayando un baile para él.

-Ya veo. Eso es bastante conveniente, podemos usar esa oportunidad para infiltrarnos en el palacio,  ahora regresa o los harás sospechar.

La rubia solo asintió y se dispuso a irse, no sin antes dedicarle un “ten cuidado”  al joven. Quien levemente se sonrojó ante el comentario. Continuó recorriendo los alrededores, debía darse prisa puesto que el poseer el cuerpo de un humano era más difícil que hacerse con uno animal. Ya que las personas poseían su propia conciencia y pensamientos, era como una disputa por saber quién tomaría el control. Esa presión lo agotaba. Después de un tiempo, liberó el cuerpo.

-Dime. ¿La encontraste? -. Nycolai estaba ansioso por escuchar la respuesta.

-Si… pero no te gustará saber dónde-. Parpadeaba repetidamente para recuperar todos sus sentidos.

-De qué hablas, ¿Dónde esta ella?

-Fue encerrada en el calabozo, apenas pude verla debido a la oscuridad. Y… no estoy muy seguro pero no creo que esté bien.

Nycolai apretó los dientes con tanta fuerza que los crujidos eran apenas audibles.  Estaba furioso.

Un ruido alrededor los alertó, ambos guardaron silencio y miraron en todas direcciones en busca de lo que fuera que estuviese cerca. El crujido de las hojas secas al ser pisadas, la brisa nocturna romperse por una entidad desconocida. Nycolai invocó dos espadas con sus sombras y Miles sacó un par de dagas del interior de su chaqueta. Ambos preparados para luchar.

Algo salió disparado desde una de las ramas de los árboles del fondo y golpeó directo a la cara del ojiazul, quién cayó al suelo con leve quejido. Miles sólo observó.

-¿Pero que demonios es esto?-. Dijo el chico tratando de quitarse aquello que aún se encontraba en su cara. Lo tomó de la arenosa y mohosa ropa para verlo de frente.

-Es el zahorí.- Comentó Miles guardando sus dagas nuevamente.

-Ah sido despertado. ¿Pero por quién?-. Nycolai se levantó y sacudía el polvo de su ropa.

-De seguro fue por Ginger. Debió haber llegado al valle-. El duendecillo asintió y le entregó la carta al pelinegro, quien la abrió al instante y leyó su contenido. Cerró sus ojos y soltó un suspiro un poco aliviado.

-¿Vas a decirme que es lo que dice?-. Miles estaba un poco impaciente por saber la nueva noticia.

-Al parecer Ginger quiere que nos veamos en Minra en tres días.

-¿Algo acerca del valle?

-No, nos dirá las noticias estando en persona.

-Solo espero que sean buenas-. Comentó rascándose la nuca.- Ahora sólo debemos concentrarnos en sacar a las chicas de ese maldito lugar.

Nycolai asintió con seriedad y el zahorí se posó en su hombro.

A la mañana siguiente, todos los sirvientes del palacio estaban atareados, moviéndose de un lugar a otro colocando adornos y limpiando cada rincón en el que pudiera esconderse alguna pelusa. El salón principal, dónde se encontraba el trono, estaba repleto de banderines con el escudo de la familia real, listones de vivas tonalidades  y un candelabro de cristal más brillante que cualquier farol. Los pisos relucían de limpios y los tapetes y alfombras habían sido reemplazados por otros nuevos.




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