❆ Doroteo Winter
Al salir de la reserva natural, los cuatro viajeros fueron a otro pueblo que tenía casas muy coloridas y con diseños de pinturas muy diferentes a todo lo antes visto, era un arte maya y textil a la vez, porque los diseños también se encontraban en los trajes y telas típicas, con sus colores vivos y dibujos extravagantes.
El mercado del pueblo estaba cerca del hermoso y seductor lago, siempre que lo divisaban este se llevaba las alabanzas de lo precioso que es y el protagonismo, las mujeres lucían con orgullo sus trajes tradicionales de tejidos hechos a mano con telares, los aromas y sonidos era algo totalmente nuevo, todo era de otro mundo.
En cuestión de minutos los cuatro viajeros estaban en otro de los pueblos asentados en la orilla del hermoso y grande lago, donde Nivea y Adriel tomaron batidos de frutas con vista al lago, mientras Venecia se había llevado a Doroteo a hacer yoga y también con vista al depósito de aguas. Todo en esos pueblos era alrededor o con entorno a la maravilla acuática, era su mayor atractivo y por el cual los turistas iban de visita a los pueblos porque salían enamorados de esa joya acuática.
En medio de la clase de yoga, Doroteo se impresionó de la agilidad que poseía la señorita Edurne, su cuerpo escultural parecía serpiente: tan elegante, versátil y letal, porque quisiera o no, él era un hombre y miraba todo lo que se dejaba mirar.
Doroteo se mostraba impresionado de todo lo que veían, pero estaba más impresionado por la energía que tenía su acompañante, todo le daba felicidad y entusiasmo; por el contrario, a él ya nada le entusiasmaba ni emocionaba, ya que su felicidad había muerto dos veces, una en su primera vida con el primer amor y años después al tratar de burlar el destino solitario en busca de felicidad, todo le era efímero en su larga vida.
Lo que había aprendido hacer era fingir placer al estar en compañía de otros, fingir emociones delante de otras personas que no fuesen Nivea para no quedar tan mal ante la sociedad de los siglos vividos. Excepto una vez en la que fue muy feliz a pesar de su carga.
Después de pasar cierta hora haciendo yoga con Venecia tratando de disimular su mirar hacia aquellas curvas de la singular mujer, los cuatro viajeros fueron a otro de los pueblos, donde se vive bastante misticismo, el lago tiene el nombre de dicho pueblo y los trajes tradicionales los llevaban puestos desde el más viejo hasta el más joven, tanto hombres como mujeres vestían con orgullo sus trajes tradicionales que cambiaban los colores y algunos diseños, cada pueblo tenía su propio diseño y colores predominantes en los textiles, una costumbre muy bonita y de identidad. No pasaron mucho tiempo allí más que para comer un almuerzo de comida nativa, exquisita y sin igual con sabores tropicales y nuevos para paladares turísticos.
Los cuatro viajeros visitaron otro pueblo que tenía alta calidad de artesanía como pinturas, textiles, cerámica, fibras vegetales y madera, este último enamoró en gran manera a Adriel, pues según lo que Venecia le contaba a su acompañante, su hermano era amante de los trabajos con la madera, desde una casa hasta un pequeño detalle para adorno hecho por manos de artesanos entregados a los troncos de los árboles. Todas las artesanías eran coloridas y con diseños singulares, dignos del arte maya.
Entraron a una galería de arte donde los colores vivos eran predominantes, había desde retratos, paisajes del lago, frutas y verduras, personas con trajes tradicionales, casas, animales, flores, textiles, hasta símbolos mayas, era todo un festín para los ojos de todo el que entrase a ver el arte que mostraban en la galería.
—Quiero un cuadro, uno del lago con sus volcanes —dijo Adriel, observando una enorme pintura frente a él que mostraba lo que este decía querer.
—También quiero uno —mencionó Nivea que se posicionaba al lado del descendiente de las nieves.
Venecia se acercó a Doroteo para susurrar unas palabras al oído de este:
—Tal parece que su amiga y mi hermano se llevan muy bien, hasta el punto en que quieren lo mismo... hacen una linda pareja.
—A mí también se me antoja obtener un cuadro del lago —expuso Doroteo en voz alta, interrumpiendo a los dos primeros—. Quizás compre este. —Señaló con el dedo índice derecho la pintura que Adriel y Nivea veían.
—Está bien, puedo ver otro cuadro, por favor compre este que es muy bonito —contestó Adriel con una sonrisa para caminar hacia otra dirección y seguir observando las demás pinturas.
Una mirada desaprobatoria fue lo que obtuvo de parte de Venecia y una mirada asesina fue lo que obtuvo de parte de Nivea, sin duda alguna, Doroteo había actuado llevado por los celos; la impotencia lo carcomía por dentro, la cercanía de Adriel con Nivea le hacía un nudo enorme en la garganta deseando morirse o al menos estar lejos de ellos dos para no presenciar cómo el ser que amaba se iba con otro hombre y que para el colmo no era el prometido que tanto esperaban los dos.
***
La noche iba cayendo y los cuatro turistas todavía estaban paseando en los pueblos que rodeaban el hermoso lago; al parecer les faltaba uno que les habían dicho que era muy especial por las noches y por esa razón lo habían dejado de último. Nivea había buscado un hostal porque era peligroso viajar por el lago de noche y aunque la novia inmortal y su siervo no podían morir, sus acompañantes sí y eso no estaba en juego ni en discusión.
El hostal tenía un local nocturno en el primer piso, donde había música latina y en especial música con marimba en vivo, Venecia invitó a Doroteo a bailar y este se negó porque no sabía cómo moverse con el antedicho ritmo.
—Solamente debemos observar como lo hacen ellos para después imitarlos —dijo Venecia, jalando de la mano a Doroteo que no tuvo más remedio que aceptar.
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Editado: 13.12.2023