Después de pasar unos cuantos días en la cabaña de Nivea en Centroamérica, Doroteo decidió ir directo a Invernalia, ponerse a ordenar y limpiar, actos que ayudaban al joven o quizás no tan joven, mejor llamémosle hombre, las actividades ayudaron al hombre a despejar la cabeza de su drama amoroso con la novia inmortal.
Estaba en el corredor entre las enormes columnas del palacio divisando el dichoso jardín abandonado y, aunque estuviese casi muerto y descuidado por tanto siglo permanecer vacío, todavía se podía observar muy detenidamente la belleza del lugar y un toque de misticismo por la antigüedad del sitio.
El sonido de un par de tacones se escuchó con tremendo eco que hizo vibrar los tímpanos solitarios y sensibles de Doroteo, hecho que lo llevó a concluir dos cosas en el momento, la primera: que no estaba sólo, así que volteo a ver en dirección del sonido. Y la segunda: que sabía quién era, porque en esa parte del mundo solamente tres personas entraban y salían del olvidado lugar, él suponía que Nivea no era porque estaría de lo más lindo y romántico con el hombre Edurne, así que únicamente quedaba una persona de quien sospechar.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó Doroteo con cara de disgusto, saliendo del corredor frío y vacío para dirigirse al interior del palacio.
—Después de atender un parto tan difícil usando una imagen que no es para nada mi estilo, ¿esa es la forma tan arisca de recibirme? —Dijo esa persona—. Un poco de amabilidad conmigo no te hará más maldito de lo que ya estás.
—Tú sabes muy bien por qué soy así —replicó el hombre que, enseguida suspiró y se calmó—. ¿Qué quieres? Y ¿Por qué atendiste un parto?
—Pues vengo a mostrarte algo en el gran Sauce —contestó la recién llegada con una sonrisa pícara—. Sabes que a veces ustedes necesitan un empujón para hacer las cosas y ese fue el caso de tu ama con el parto.
Doroteo se quedó callado, pero sabía que esa persona quiso decir que intervino para que pasara algo especial o determinante en la vida de la novia inmortal. Decidió no seguir tocando ese tema y regresar al principal o terminaría enfadado.
—Si me muestras de nuevo mi condena y las razones por las que la recibí, yo...
—Nada más lejos claro que no —le interrumpió—, eso ya te lo sabes de memoria y hasta es aburrido volver a ver tu cara de confusión y temor cuando recibes la condena.
Doroteo puso los ojos en blanco y su irritación comenzó a aflorar desde la boca de su estómago para dejarse mostrar por su rostro.
—¿Entonces? —Preguntó él, curioso y un tanto preocupado.
—Es el futuro de Teodoro y Breena...
—¿El futuro? —repitió, incrédulo—. Ellos no existen más ―replicó Doroteo alzando la voz—. ¿Cómo pueden tener un futuro dos personas muertas?
Con una pequeña sonrisa socarrona, esa persona en forma de mujer elegante y por supuesto de traje rojo, giró sobre sus tacones blancos y salió caminando en dirección al Sauce en el centro de Invernalia, aunque Doroteo se quedó inmóvil por un breve momento esperando una posible respuesta y quizás negarse ante la exigencia de la incógnita mujer, pero flaqueó, su negación duró tanto como el tiempo en pestañear porque la curiosidad pudo más en él.
❆❆❆
La misteriosa persona con clase y cierto aire de grandeza, ya estaba sentada sobre una banca frente al árbol, esperando a Doroteo con paciencia.
—¿Por qué quieres mostrarme el futuro? —preguntó él, algo impaciente mientras llegaba hasta donde estaba ella sentada.
—Porque tu condena está llegando a su fin —respondió esa persona, causando estremecer a Doroteo por la sorpresa—. Ahora ven y siéntate.
—Sé que el prometido está cerca...
«Y su tío al lado de ella», pensó él como frenético. Tragó saliva de inmediato. «Y yo aquí sentado en el fin del mundo con frío, pensando en ella».
—Así es, pronto la dejarás y descansarás de tu largo castigo —afirmó esa persona.
Entonces ella se agachó más al suelo y con sus manos pálidas y los dedos extendidos tocó las raíces del gran Sauce, de inmediato este hizo un enorme capullo de ramas blancas y en su centro una luz clara y tenue apareció, dando paso a un tipo de reflector mágico que mostraba imágenes de las personas que vivían en la antigua Invernalia.
Las imágenes del pasado hicieron que el pecho de Doroteo se acongojara por un breve momento, pues toda clase de recuerdos iban y le venían como una ráfaga de remembranza.
—¿Esa es... la princesa Breena? —preguntó Doroteo con cierto brillo en los ojos por ver a la mujer antes mencionada.
—Corrección, allí es la reina Breena —aclaró ella.
Atónito de las palabras de su acompañante, Doroteo volteó a verle, pestañeando incrédulo para que le volviese a confirmar.
—Te vas a perder el espectáculo ―sermoneó la persona—. Además, no me gusta tener que describirte las cosas a detalle si tienes oportunidad de verlas.
―¿Qué futuro es este? —preguntó él sin entender lo que veía.
―El futuro que les esperaba a los tres de haber seguido el destino trazado —respondió ella, sin dejar de ver el Sauce con las imágenes.
―Breena se ve un poco más adulta de lo que era cuando...
—Es porque allí está casándose con Teodoro unos cuantos años más adelante de la fecha en que ella se casó con el descendiente de las nieves ―seinterpuso bruscamente la persona.
La interrupción constante de ella le fastidiaba a Doroteo, pero en esa ocasión, debido a la emoción de las imágenes que ambos veían, el arrebato le pareció caído del cielo porque unas cuantas veces este no podía formular las oraciones completas debido al nudo que tenía formado en la garganta.
—No comprendo... ―balbuceó Doroteo, observando el espectáculo con el ceño fruncido―. ¿Cómo se supone que llegó a ese punto?
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Editado: 13.12.2023