Las palabras de Doroteo hacían eco en la mente de Nivea, pues era muy obvio que él quería decir algo importante, pero por una u otra razón, él no podía decirlo más claro. Eso le sucedía con frecuencia a ella debido a su falta de memoria en su primera vida y la maldición que poseía; ambos, tanto Doroteo como ella, habían aprendido a como descifrar entenderse en esos casos.
Doroteo buscaba la manera más clara de decirle las cosas a ella, y ella buscaba la manera más clara de entenderlas, puesto que cada vez que Doroteo intentaba decir un recuerdo del pasado, este enmudecía instantáneamente, si lo intentaba escribir, este parecía piedra, pues sus manos no se movían hasta que su cabeza desistía la idea de revelar algo. Cuando Nivea intentaba adivinar, ella padecía un dolor intenso de cabeza y ceguera temporal, hasta que esta desistiera de la idea.
Ese día había decidido devolverse a Invernalia y pasar el resto del invierno de ese año en su palacio, que por lo que según ella entendió de su ‟comunicativo siervo" y las cosas que todavía quedaban en el inmueble, el susodicho le pertenecía a ella y a su larga línea de antecesores. Por medio de pinturas viejas e imperceptibles, adjunto de tres estatuas que yacían en un enorme salón, al cual Doroteo le dijo que se llamaba: ‟el salón de los retratos y estatuas de los gobernantes"; ella pudo deducir que provenía de la realeza, pues las estatuas de los que estaban al lado de la suya, tenían una cierta semejanza con ella y lucían coronas, también sus ropas parecían particularmente muy finas para la época.
Por supuesto que hubo más esculturas en ese enorme salón, pero el tiempo se llevó muchas cosas como las ya susodichas, además de algunas que estaban incompletas y otras destruidas. Cuando Nivea llegó al palacio de invierno, este parecía que había sido habitado y descuidado, hecho que ella ignoró debido a su falta de memoria. Llegado el día en que Doroteo y ella lo arreglaron, limpiaron y ordenaron, entonces fue que ella desató su desesperada curiosidad de la vida pasada que tuvo, lo que la llevó a hacerla de detective y sacó sus propias conclusiones sin ayuda de nadie.
No quería tener nada que ver con las cosas que le recordasen a Adriel; lo bueno de su situación fue que todo con él, ocurrió en un país lejano, en un lugar al cual no regresaría por muchos años más, específicamente cuando ella no padeciera más su maldición ya que su prometido estaba a meses de nacer y se acercaba su hora.
De regreso con lo que Doroteo le había dicho, Nivea atravesó el portal del gran Sauce de Invernalia para ir directo a la pequeña arboleda de Pinabetes en Centroamérica, su cabeza parecía trabajar a mil, desenfrenada como una enorme explosión que destruye todo a su paso. Ella entró en la pequeña cabaña buscando alguna pista que le pudiese decir el paradero de Adriel, debía buscarlo y por supuesto, debía encontrarlo; debía decirle que lo amaba, que estaba dispuesta arriesgarlo todo por él y que lo anteriormente dicho y hecho por ella, era solamente para alejarlo y que estuviese a salvo de lo que ella arrastraba; tenía que decirle el miedo que ella sentía de su rechazo y el abandono por parte de él.
Su pecho estaba agitado, sus pupilas muy dilatadas y sus manos sudorosas, sentía que perdía la oportunidad invaluable de ser feliz por primera vez desde su maldición, sentía que él le sería inalcanzable si no lo encontraba en ese día, que para variar era noche buena, el veinticuatro de diciembre las personas se volvían locas por las preparaciones de navidad y eso le sería más difícil de localizarlo, pero ella era determinada y no descansaría hasta encontrarlo.
❆❆❆
Finalmente, después de varias horas recorrer kilómetros por kilómetros de tierra por medio de los árboles, ella dio con el contacto de Venecia, la hermana parlanchina y jovial de Adriel, por medio de sobornos a los hoteles en los que él se había hospedado y, por supuesto contactos de inversionista que era.
—¿Por qué me llamas? —cuestionó Venecia al otro lado de la línea.
—No andaré con rodeos —respondió Nivea que, estaba en medio de la calle de la ciudad, ajetreada de gente loca con bolsos y regalos—. Supongo que sabe lo que pasó entre su hermano y yo, así que le llamo para que me diga, ¿dónde está?
—¿Quieres saber dónde está mi hermano? —dijo Venecia con un tono de voz despectivo.
—Así es —respondió Nivea brevemente.
—¿Cuál de mis tres hermanos? —preguntó arrogantemente la descendiente de las nieves.
—Venecia —dijo Nivea lentamente con un tono amenazante y bajo.
—Lo digo porque tengo tres hermanos, dos mayores y uno menor —agregó ella con cierto sarcasmo.
—Venecia. —Alzó la voz para hacer una breve pausa y respirar profundo—. Usted sabe que solamente conozco a uno de ellos y es al que busco con urgencia —dijo lo último con cierto tono silábico.
—¿Y por qué rayos le diría el paradero de mi hermano menor a la mujer que le rompió el corazón? —replicó Venecia dejando de lado el tono sarcástico.
—Porque deseo repararlo, porque deseo decirle que lo quiero y que lo necesito, porque deseo hacerlo feliz de todas las formas posibles que él me lo permita, porque yo... —Hizo una breve pausa y respondió en un susurro—. Lo amo.
El silencio entre las dos se produjo al instante, hasta que en la llamada se escuchaba muy al fondo que Venecia moqueaba y suspiraba.
—¿Venecia?
—Eso era lo que realmente quería escuchar, sabía que ustedes dos se aman, pero no entiendo por qué motivo se alejaron uno del otro, en lo personal creo que ustedes dos necesitaban hablar tranquilamente y verse a los ojos para...
—Venecia... —Interrumpió Nivea a la mujer que comenzaba a parlotear sobre lo que debían o no hacer—. Podría decirme dónde está su hermano, ¿sí o no? —Así fue como con paciencia volvió a preguntar.
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Editado: 13.12.2023