Cuando éramos tú y yo.

Capítulo XXI

Brianda se despertó sintiéndose plena.
Recordaba perfectamente lo que había pasado la noche anterior. Y sonreía como una boba.
Sabía que podía estar mal, pero ella se sentía feliz.

Miró a su lado y ahí estaba él, durmiendo plácidamente. 
Acarició suavemente su rostro, era completamente hermoso. No había otra palabra para describirlo.
Su piel blanca parecía brillar con el sol mientras la estaba alumbrando. 
Su barba perfectamente recortada, su precioso cabello... Todo en él parecía como dibujado.

Miró el despertador. Las 7.

¡¡¡¡¡LAS 7!!!!!

Trató de levantarse sin hacer ruido, pero Oliver la sintió nada más puso un pie en el suelo y tiró de su brazo, haciéndola caer en la cama y comenzó a hacerle cosquillas.
Ella rió a carcajada mientras trataba de devolvérselas, enredándose así en una pelea de cosquillas y olvidándose de la hora.

Cuando Oliver cayó encima suya, éste se quedó mirándola fijamente y luego la besó. 
Ella no pudo contener una sonrisa en medio de aquel beso, Oliver le hacía sentir que no estaba sola y que la quería. Y ella quería creerlo.

Una hora y media después bajaron al salón, donde la señora Petra y Milagros se disponían a salir para ir la pequeña al colegio.

Al ver a sus padres, Milagros corrió hacia ellos y los abrazó, se despidió de ellos y se agarró nuevamente a la mano de su abuela, que al verlos también sonreía feliz, pues ella siempre había querido volver a ver a su hijo con esa sonrisa en los labios.

Desde lo lejos, Shara los miraba, en silencio. 
Rosi, que se percató de ello, lo puso en conocimiento de Oliver nada más Brianda se marchó al trabajo.

Éste, preocupado por su mujer, reunió a los empleados y los mando a diferentes tareas lejos de la casa Anderson.

Una vez se hubo quedado solo, la empresa de las alarmas vino a instalar las cámaras de seguridad y los sensores por toda la casa.
Oliver les pidió absoluta discreción, quería que las cámaras fueran lo más ocultas y precisas posible. Y así fue, nadie salvó él sabía de la existencia de las cámaras, las cuales estaban conectadas directamente a su móvil.

Cuando regresaron los empleados, nadie notó nada raro, ni la propia Shara a pesar de rastrear cada rincón de la enorme casa.

En la oficina, Brianda estaba teniendo un buen día, hasta que recibió la llamada de Violeta.

Ella le aseguró que seguía con Oliver y que quedaban los miércoles para verse.
Brianda apretó los dientes, molesta. Pero aún así, no entró al juego. Siguió escuchándola mientras enrollaba el cable blanco del teléfono de su despacho en sus dedos, intentando parecer desinteresada, aunque en su interior la duda estaba flotando.

-Mira, si no tienes nada que hablar de negocios conmigo, lamento decirte que no tenemos nada de qué hablar tú y yo. -dijo, colgando el teléfono después, sin dejarla hablar.

Creyendo que se había librado de ella, se puso a trabajar nuevamente en su ordenador, buscando una buena idea para lanzar su campaña, pero pronto el teléfono sonó con un mensaje. Nuevamente era esa pesadilla de mujer.

"Oliver sigue estando conmigo lo creas o no. Si quieres confirmar mis palabras, esta tarde vendrá a verme alrededor de las 7"

"¡Maldita mujer!" pensó.

Mordió su labio inferior y luego llevó sus manos a su cara. No sabía que debía hacer. Leyó nuevamente el mensaje y decidió dejar nuevamente el teléfono sobre la mesa. 

Tomó su maletín en sus manos y salió en dirección al restaurante donde había quedado con Oliver para comer. Decidió no decirle nada, y fingir como si nada pasase.

-Brianda, ¿estás bien? te noto muy seria. -Comentó Oliver tras darse cuenta de que no le había mirado a la cara en la media hora que llevaban en aquel lugar que tanto les gustaba a ambos.

-No es nada, sólo son cosas de la oficina, no te preocupes. -respondió ella mientras llevaba a su boca el último trozo que le quedaba de postre.

Hablaron entonces de hacer cambios en la casa y así Brianda consiguió evadir el tema hasta que se despidieron con un dulce beso.

De nuevo en su despacho, intentó en vano centrarse en lo que estaba haciendo. 

Envió un sms a Oliver, invitándole a que cenasen juntos, sólo para comprobar si sus dudas eran o no infundadas. Pero la respuesta de Oliver no tardó en llegar y lo único que logró fue hacerle creer todavía con más fuerza en las palabras de Violeta.

"Esta noche tengo una cena importante, pero te prometo que mañana cenamos donde tu elijas, princesa."

Esperaba que todo fuera una coincidencia, pero ya no estaba segura de absolutamente nada.

A las 6 y 40 de la tarde recogió sus cosas y salió a la dirección que le había enviado Violeta, rezando para que sus palabras fueran falsas.

Pasó treinta minutos esperando, creyendo que se había equivocado con Oliver pues nadie había aparecido por allí. Pronto sus pensamientos cambiaron.

Del coche de Oliver no sólo bajó el mismo, sino que del asiento de copiloto salió Violeta, mirando hacia todos lados, como buscándola, pero no logró verla.

Vio como ambos caminaban hablando tranquilamente y entraban a la casa de Violeta, pues ella misma le había indicado el número.

Traición. Eso era lo que había sentido.

Y no, esta vez no sería la estúpida que le daba más oportunidades.



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En el texto hay: amor, amor tristeza, amor desamor

Editado: 30.06.2020

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