Cuando los cielos lloran

Prólogo:

 PRÓLOGO

SOBRE LA CAÍDA DE LOS ÁNGELES Y EL ORÍGEN DEL ARCÁNGEL BARAQUIEL

<<Se dice que los ángeles son seres creados por Dios, para proteger a la humanidad desde sus inicios, pero la verdad es que la historia dista mucho de ello. Los humanos tienden a colocarse como el centro del universo, cuando en realidad los ángeles ya existían mucho antes de que los primeros vestigios de la humanidad existieran. Siempre obedientes, leales y acatando ciegamente las órdenes de su amado Padre, todo eso iba muy bien, hasta que aparecieron los primeros humanos...>>

Samael, el arcángel encargado de las tentaciones fue enviado al Edén, para que vigilara a aquellos nuevos seres, creados en el planeta tierra, Lilith y Adán. Ambos creados como iguales, desde el barro, se les fue dado el soplo divino de la vida, pero hubieron algunos, que no vieron con buenos ojos los excesivos mimos, que su Padre les daba a estos recién llegados.

De entre ellos, el ángel considerado más hermoso entre sus iguales, Luzbel, de apariencia andrógina, cabello corto y plateado, ojos violetas y piel pálida, sus grandes alas parecían traslucir con todos los colores conocidos del universo, bendecido con el respeto y admiración de sus pares. Siguió de cerca la existencia de los humanos, recibiendo reportes de vez en cuando que iba a dejar Samael al Dios de dioses, pero hubo un momento en el que ya no pudo más ocultar su desagrado, frente a lo que veía de ellos

— ¿No crees que les has dado demasiado, Padre?— Luzbel, se mostraba dubitativo frente a la decisión de Dios—Creaste seres iguales a ti, los colocaste en un lugar donde se pueden abastecer sin mover un solo dedo y además de ello, mis hermanos ángeles, ¿Deben de asistirlos?

Dios por su parte, guardó unos minutos silencio, pues cierto era que no tenía obligación alguna de responder a las interrogantes de su hijo, sin embargo, por amor, lo hizo

—Mi amado hijo "Estrella de la mañana", esos son los seres humanos, y sí, los he creado a mi imagen y semejanza, porque así lo he decidido, ellos, al igual que tú y todos tus hermanos, son mis hijos, por lo cual deseo, que todos puedan vivir y coexistir en paz, pues en su totalidad se encuentran en mí y en mi amor incondicional

— ¿Acaso les amas más que a nosotros, los ángeles, que te hemos servido desde el inicio del universo?—Le preguntó Luzbel a Dios, notoriamente molesto—Les has dado comida que jamás se acaba, agua que no se seca y un lugar confortable, ¿Y para nosotros?, ¿Ahora debemos encargarnos de que ellos estén cómodos en el jardín?

—Así es, Luzbel, tú que eres de entre todos, la estrella que ilumina al alba con su conocimiento, debes llevar las buenas enseñanzas a tus hermanos, a todos los de este basto universo que he creado. Siempre lo has hecho de buen grado, incluso con los otros habitantes de las galaxias, entonces, ¿Por qué ahora te siento tan perturbado?

Luzbel dudó de sus propios pensamientos, no entendía aquello que estaba surgiendo en su interior, pero lo redujo todo a una frase, la cual sintió que era la correcta para expresar su inquietud

—Padre... Siento que, es probable que esta vez te hayas equivocado con la creación de los seres humanos, tú les amas y les demuestras tu amor, colocándonos a nosotros los ángeles como su servidumbre y facilitándoles todo, para que ni siquiera deban esforzarse en absoluto en obtener algo, sin embargo, cierto es que yo dudo de que este amor tan puro que les ofreces, sea recíproco, es más, ni siquiera entre ellos se toleran, la mujer llamada Lilith se atrevió a dejar el Edén y salir al exilio a procrear su progenie de la oscuridad, mientras el humano al que has dado por nombre Adán, llora por su agónica soledad.

—Luzbel, el tiempo te demostrará que estás equivocado, pues sé que nada de lo que yo pueda decir, te hará cambiar tu punto de vista. Sólo quiero que sepas querido hijo, que mi luz siempre brillará para ti, de la misma manera que para todos tus hermanos y entre ellos también se incluye a los humanos

El hermoso querubín bajó la vista, asintió a su Padre y se marchó arrastrando las alas, de regreso a su sagrada tarea, hacer brillar la luz sobre el universo entero. Sin embargo, el vacío en su corazón, lejos de llenarse, fue intensificándose poco a poco, sus hermanos ángeles más cercanos, se extrañaron al ver la actitud de Luzbel, no entendían lo que pasaba, ni la causa de su amargura. Entre ellos, se encontraba Baraquiel, el arcángel regiente de los rayos y uno de los subalternos cercanos a Luzbel, fue así como se acercó a él y le saludó:

— ¡Bienaventurado, Amado hermano Luzbel, Portador de la luz!—Mientras colocaba su mano derecha sobre su pecho y hacía una pequeña reverencia—Dichosos y benditos son nuestros caminos al encontrarse

— ¡Bienaventurado seas tú, Baraquiel, señor de los rayos!—Luzbel se acercó hacia él rápidamente y le abrazó con ternura—Ciertamente me siento dichoso, de verte en este momento

El arcángel dio un par de pasos hacia atrás, conmovido por la infinita magnificencia y luminosa presencia de su hermano

—Luzbel, he venido a verte, pues es notorio entre nuestros hermanos, que se te ha visto taciturno y decaído

El bello ser de luz, miró triste al arcángel, se alejó flotando unos centímetros y se mordió los labios con frustración

—He hablado con nuestro Padre, sobre algunos temas en los que no estoy de acuerdo con sus decisiones, pero... no me ha escuchado

Baraquiel no daba cabida a lo que acababa de escuchar, Luzbel estaba colocando en duda la palabra de Padre y además, Dios que es toda luz y bondad, ¿No quiso escucharle?

Se sintió incapaz de entender ni al uno ni al otro, jamás pensó en la posibilidad remota de cuestionar alguna decisión del creador, ni menos que este, no tomase en cuenta las ideas del querubín más bello de toda la existencia

— ¡¿Qué tú no estás de acuerdo?!—Gritó Baraquiel, haciendo que muchísimos de sus hermanos se voltearan a verlos— ¡Hey!, ¡Hola a todos!, Aquí no pasa nada ja, ja




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