De nuevo había llegado el lunes, los últimos cuatro días se habían esfumado a una velocidad de vértigo y es que la vida de Aiko era tan rutinaria que tan sólo cambiar el sabor del café parecía una aventura vivida. Se hizo una coleta alta que daba más vida a su negra melena pero dejó suelto un pequeño mechón que se ondulaba de una manera sencilla y atrayente.
Recorría los pasillos aún vacíos en dirección a los baños. Al otro lado oyó un ligero susurro, una chica hablaba desde dentro de uno de ellos.
- En este instituto sólo hay vándalos y profesores sin carrera... el año que viene iré a uno privado cuando mi madre se case con el director, además aquí sólo tengo problemas... claro, te veo mañana.
La puerta se abrió dando paso a una chica que asistía a su otra clase de bachillerato. Al verla su cara se volvió pálida como la pared, ella le hizo una corta reverencia.
- Será mejor que vayas a clase antes de que te suponga un problema - Dijo con tanta amabilidad que hasta ella se quedó un poco sorprendida. La chica abrió los ojos asustada pero le devolvió una sonrisa antes de salir de allí dejando a la muchacha como una estatua plantada en medio del baño.
En la primera hora se dedicaría a corregir unas redacciones en la biblioteca donde sólo iban los alumnos que llegaban tarde o los que aprovechaban su hora libre para estudiar. Pasados unos minutos llegaron dos chicos que tomaron asiento a una distancia prudencial de ella aunque no los conocía. Casi cuando pasaba media hora de estar allí alguien se sentó a su lado.
- Eres tan aplicada, yo aún no consigo espabilarme - El aroma a fresas le indicó que se trataba de Tashi, una profesora de lengua unos años mayor que ella con la que había congeniado al entrar a trabajar ahí.
- Quitando que llevo dos cafés en sangre en menos de dos horas - Encogió los hombros.
- Y que eres trabajadora, organizada, precavida, perfeccionista, un poco obsesiva - Aiko levantó la cabeza silenciándola con la mirada - No es malo.
- Lo malo es que me lo digas con ese tono.
- Vale, vale, perdón - alzó las manos en señal de paz - Ya he escuchado tu nueva tarea de espía.
- No te burles.
- Al contrario, siempre has tenido alma de psicóloga, no sé tienes ese aura.
- Pienso que me lo han pedido porque soy el fichaje más reciente y quieren ver como me manejo.
- Eso y que buscan tutores que conecten con los chicos. El año pasado tu evaluación fue muy buena para ser tu primer curso.
- No quiero convertirme en tutora, es demasiada responsabilidad.
- Eso dices ahora, pero cuando lleves unos años como profesora lo pedirás tú misma.
- ¿Y tú? Aún no lo has solicitado.
- Mis evaluaciones son un poco justas - Echó un vistazo al reloj y amontonó las carpetas - Tengo que ir a preparar la clase ¿quieres ir esta tarde a por una copa? Me hace falta, invito yo.
Aiko asintió, sonriendo.
- De acuerdo, nos juntamos donde siempre a las ¿ocho?
- Hecho. No te esfuerces mucho - bromeó con cariño.
- Me quedaré unos minutos más yo también tengo clase.
Continuó con lo suyo, solo restaban dos para acabar. De fondo escuchaba la puerta de la biblioteca abrirse y cerrarse, disimuladas risas y gente que iba y venía.
- Vaya, esto si que es la primera vez que lo veo - Aquella voz le provocó un pequeño susto, miró por encima de su hombro. Iko permanecía de pie tras ella, con su índice señaló su nuca - Una profesora con un tatuaje.
Aiko tapó el tatuaje con su mano, era tan discreto que no entendía como había sido capaz de verlo. La risa de Iko sonaba llena de energía, se colocó a un lado de la mesa quedando a la vista para ella.
- Es muy bonito, son dos pájaros ¿verdad?
- Sí.
- ¿Qué significa?
- El poder de un abrazo, por eso un ala de cada uno se tocan como si necesitasen estar cerca - Bajó la mano avergonzada pero sin poder levantar los ojos hacia él.
- Pega mucho con tu personalidad - Fijó su mirada en él, su labio casi estaba curado pero su mano todavía estaba con la venda.
- ¿Cómo estás?
- Mejorando, gracias.
- ¿Y qué haces fuera de clase? Si te veo debo avisar al profesor.
- Estoy siendo un buen chico, no tenía clase a primera hora - Aiko se puso de pie echándose el bolso al hombro.
- Hora de volver al trabajo.
Él se quedó quieto viendo como ella recogía sus cosas, de repente le entraron ganas de asistir cuanto antes a clase de historia, de nuevo cruzaron una mirada creando un agradable silencio. Aiko sonrió levemente, Iko nervioso apartó la vista de golpe.
- Espero que tengas todos los ejercicios hechos, saldrás a hacer un esquema de la guerra fría.
- ¿Yo? Ni siquiera estamos en eso.
- Empezamos hoy, hasta luego.
La despidió con la mano y una sensación extraña.
- Profesora Hisaki - Murmuró cuando ella acababa de cruzar la puerta.
Fuera el ambiente empezaba a ser frío, el calor iba desapareciendo poco a poco a medida que octubre avanzaba.
El restaurante donde solían quedar estaba situado en una calle principal aunque el local era de aspecto y precios económicos. Fue a la mesa que se encontraba pegada a la pared y alejada de las ventanas, pidió una copa de vino tinto y comenzó a jugar con una servilleta de papel que enrollaba y desenrollaba en su dedo. Tashi llegó cuando daba el primer sorbo a su copa.
- Oye ¿qué ha pasado con eso de la que viene primero espera a la otra?
- Estaba sedienta.
- Y el vino es el mejor aliado.
- En parte si.
- De acuerdo a la segunda ronda invitas tú.
- De eso nada, hoy todo corría por tu cuenta.