Me removí bajo las sabanas de mi cama. Solté un bostezo y me acomode para volver a dormir tranquilamente, pero la luz que se filtraba por la ventana no me dejaba.
Gruñí y me levanté. Caminé todavía bostezando a la entrada del baño. Me bañé y luego me lave los dientes. Al salir me cambio con una simple camisa de algodón y unos pantalones de chandal. Mi cabello enmarañado y despelucado lo sujeto en una simple cola.
Salgo de mi alcoba -- ¡Mamá!-- nada, no responde. Luego un dolor profundo y la añoranza se clavó como una escata en mi pecho.
Mi madre habia muerto.
Me habia dejado.
El dolor en el pecho empezó a hacerce mas fuerte y empecé a marearme. Mi vista fue nublada por las lagrimas que empezaban a salir.
Camino a tropezones hasta la sala y me recuesto del mueble. Torbellinos de recuerdos pasaban por mi mente.
– ¡No! ¡Sueltame! – Una risa psicopata se hizo presente.
– Callese, viejo de mierda. – De nuevo esa risa. – No eres mas que un desgraciado intentando ser feliz. Pero no, padre. Jamas, jamas lo serás. – Las imagenes estaban contorsionadas y borrosas. Un grito se oyó y no cesó.
– Dejame, por favor, hija. Pido piedad, sabes que te amo. – De nuevo esa risa se escuchó.
– Tu no amas a nadie, padre. Ni siquiera sabes lo que te haré pasar, no, mejor te lo digo. Desde aqui huelo tu apestoso miedo. Te descuartizaré y te sacaré todos los organos que te quedarás vacio, sin nada, sin vida...
Las imagenes borrosas y voces fueron desapareciedo una a una. El tormento terminó, me pude permitir respirar como es debido.
Cerré los ojos buscando una paz que no tenía.
Tenia miedo, ¿Pero de qué? ¿De qué tenia miedo? No lo sabía. Esa voz se me hacia conocida, familiar, pero no recordaba donde la había escuchado. Otra incognita, otra pregunta aparecia, y ninguna tenia respuesta. Sabia que me estaba consumiendo cada vez mas. Sabia que algo en el fondo de mi ser era oscuro, algo maligno y pesado. Sabia que no era tan inocente después de todo.