Lo que al principio parecía que no iba a ser un buen presagio de amistad, no fue así, poco a poco nuestra amistad fue creciendo, se convirtió en mi mejor amigo y yo en su mejor amiga, ya no era borde ni repelente era simpático y cariñoso, me protegía y me cuidaba, yo era su hermanita pequeña, así lo decía, se lo decía a todos, era algo que a mí no me gustaba del todo no éramos hermanos, no quería que lo fuera, eso si, si éramos inseparables íbamos juntos al colegio, nos veíamos en los descansos entre clases, estudiábamos juntos en su casa o en la mía, él era muy buen estudiante, como yo, nos gustaba repasar juntos nos tirábamos horas hablando en la ventana en vez de dormir, a pesar de estar al lado nos llamábamos por teléfono, yo le veía sentado o tumbado en su cama y él a mí y hablábamos mientras nos veíamos.
Recuerdo que el día de mi doce cumpleaños me dijo que no iríamos al colegio, hicimos novillos y me llevó al parque de atracciones, montamos en todas las atracciones, comimos manzanas de caramelo, helados y algodón de azúcar, nos hicimos muchas fotos de esas en plan «se buscan, recompensa» «los mejores amigos» lo pasamos genial, fue un día inolvidable, al menos para mí, cuando fui a mi habitación saqué las fotos las coloque en mi mesilla y suspire.—los mejores amigos… por siempre.
Murmuré, eso éramos, los mejores amigos, su hermanita pequeña y odiaba esa realidad yo no lo veía así ¿Se puede una enamorar a los ocho años? Por que yo lo estaba, desde que le vi, sentí cosas no sé cómo describirlo, como si de pronto todo desapareciera menos él, una extraña conexión, una corriente eléctrica, no sabía que es el amor pero debe ser lo que yo sentía por Brad, hasta hace poco intentaba no sentir eso, engañarme a mi misma pensando que no podía, que no debía, que no era eso lo que sentía, solo tenía doce años pero mi cabeza y mi cuerpo no querían ir a la par con esa realidad, ahora lo miraba con miedo, nunca he tenido
edo a nada, pero ahora lo tenía, tenía miedo al tiempo a los años que pasaban sin piedad para mí, a la triste realidad que creaba cada vez un abismo más grande, Brad empezaba a salir con chicas, yo para él siempre sería su hermanita pequeña, era lo lógico, solo tenía doce años y el quince aún seguíamos muy unidos pero yo sabía que eso cambiaría pronto, oía en el colegio a las chicas mayores, como él, decir lo bueno que estaba, lo guapísimo que era ¡A mi me lo iban a decir! Todos los días le veía en su habitación, si bien el invierno ayudaba a verle menos, el verano era… le veía tumbado en su cama mientras dormía, le veía despertarse, ir a la ducha y volver a su habitación con sólo la toalla atada a la cintura, por favor tenía quince años pero al igual que yo había dado un buen estirón, estaba BUENO, si con mayúsculas, verle se había convertido en una tortura, una desesperación tal y como me temía, tenía conocidas mayores que yo que de pronto se hacían muy amigas mías para venir a mi casa a “estudiar” todo menos eso, se la pasaban mirando a su ventana, si estaba las saludaba y les daba un poco de charla, se quedaban embobadas mirándole se les caía casi la baba, alguna incluso me dijo que debería cobrar entrada para ver esa maravilla, no era mala idea, encima tenía que reírles las gracias y aguantar ése continuo coqueteo, tenía que aguantar oír a las chicas planeando estrategias para ligársele y para más inri venían a preguntarme a mi, como era casi su hermana pequeña, su mejor amiga, me preguntaban que como le gustaban las chicas, lo que le gustaba, cosas así, era desesperante por que en realidad no lo sabía, Brad no hablaba conmigo de nada de eso, supongo que no creía adecuado hablar de esas cosas conmigo, lo único bueno de todo eso era que cada vez que Brad me veía, me abrazaba y me besaba en la mejilla o en la frente, en esos momentos me sentía la chica más envidiada de todo el colegio.
El tiempo seguía avanzando en mi contra, ya tenía catorce años y él diecisiete, el abismo empezaba a agigantarse, ya no era un crío hacía deporte y su cuerpo ya era… como decirlo ¡Joder estaba