Mientras estábamos en la parte de fuera de la casa, viendo al techo, porque el escándalo se escuchaba más fuerte. Y lo que vimos nos dejó estupefactos.
—Papá ¿eso eran unas alas? —creí que tal ves solo yo había visto aquello.
—¡Es un demonio! Ya no quiero estar aquí, yo me regreso a casa de mis padres julio. —lloraba Leticia, y casi le ofrecí ayuda para llevar sus cosas.
—Parecían serlo —respondió mi papá —ve por la manguera y abre la llave del agua.
—El agua va a mojar todas las cosas dentro de la casa, recuerde que es de madera —le recordé.
—Subiré en una escalera, y veré que hay allí, porque eso ya no es normal — dijo con valentía, espero no se le acabe.
Minutos después venía con una escalera extensible, dispuesto a descubrir que se escondía en ese espacio. Estaba por llegar al respiradero, cuando Graciela pegó un grito, de esos que te hielan la sangre…
—¡Pero que te pasa¡ casi resbalo del susto que acabas de darme —en ese momento don Julio supo lo que era el miedo, nah! Mentira, ya se había asustado antes.
—Es que algo salió volando, era de color negro… y … —volvió a gritar cuando salió otro animal alado del lugar.
A todo esto, los espantos, no lo eran. Lo que había en el espacio del techo y tejas era un enorme nido de diferentes aves.
Todo este tiempo, los ruidos de pasos, eran los malditos pájaros acomodándose en el reducido espacio. Las «voces» que decían “uuuu, uuuuuu” eran sólo palomas, ja, ja, ja, y el escándalo que nos llevó a descubrir todo eso, era un gato montés que había logrado subir y estaba en pleno banquete.
Mi papá y los hijos de Leticia ocuparon una semana para desalojar a tanto intruso. Era recordar las noches de pánico y terror para terminar muertos de risa. Por el barrio, se corrió la voz del suceso y era común que se rieran de aquellos que aseguraron, en algún momento, ver espíritus vagando cerca de La casa.
Keila no cabía en su asombro al ver con sus ojos tanto animal en el lugar, hasta se atrevió a insinuar un aumento en la renta.
—Ahora no faltará quien desee vivir aquí, puede que hasta me ofrezcan pagar más —pensó en voz alta.
—Lo bueno es que Julio hizo contrato de arrendamiento contigo por dos años —le recordó Leticia.
7 meses después de llegar a esa casa, tuvimos nuestra primer noche de verdadero descanso, hasta llegué a extrañar desearle buenas noches a los «espiritus».
En el instituto la amistad con Estuardo se hacía más solida, a pesar del poco tiempo que teníamos hablando. Con Evelyn también logramos ingresar al equipo de basquetbol que representaba nuestro grado. Allí descubrí que no me iba tan mal en deportes.
—Se les recuerda que el sábado, dará inicio el campeonato de basquetbol interaulas, deben traer el uniforme rojo que se asignó a inicio de clases… —eran las instrucciones del profesor de educación física.
Ya camino a nuestras casas, ese día viernes, Estuardo volvía con nosotros, a él siempre lo llegaban a traer, aunque últimamente había optado por caminar con nosotras.
—¿Vendrás mañana Tato? —pregunte a mi amigo.
—No me perdería por nada la paliza que les darán —decía serio.
—Eso no lo verán tus ojos, ademas, ¿Dónde quedó tu solidaridad con nosotras? Eres pésimo amigo —reclamó Evelyn.
—Estuardo tiene toda la razón, van a perder, mejor no se presenten, tengan dignidad —esta vez fue Graciela la que se burlaba.
—Valiente porra la que tenemos —reí con ellos.
—Yo solo necesito los puntos extras por la asistencia, ya si ganamos, será un bono extra —habló Evelyn. — ¿Vendrás solo? O traerás a tu hermano.
¿Estuardo tiene hermanos? Creí que era hijo unico.
—Ya sabes que el no se pierde esos torneos, siempre viene de pesca —.
—¿Pesca? ¿Traen de esos juegos que hay en las ferias, supongo ? —la curiosidad me asaltó en ese momento.
Ambos soltaron en carcajadas con mi pregunta, lo cual me causa enojo, porque no veo donde esta la gracia.
—Me refiero que viene solo a buscar ligue, novia del rato, ¿entiendes ahora? —respondió Eve.
—Oh, me falta malicia, no había entendido, ¿Pues cuantos años tiene? —.
—Tiene veinte, de hecho estudia la misma carrera que tu «hermano» —se rió ante su propia broma.
—No me jodas con eso tu también, ya bastante tengo con las burlas de los demás, pero cuéntame — pedí mientras alzaba las cejas de manera pícara.
—No se si sean amigos con Andrew, pero si están en la misma carrera universitaria —.
Entre charla y charla llegamos al frente de la casa de Estuardo, estaba a dos casas de donde yo vivía y me ganó la curiosidad.
—Evelin, ¿Por donde puedes ingresar a la escuela? —solté —porque desde aquí también se ven las instalaciones.
—¿Quieres ir? Según recuerdo, no te gustan los insectos, te da miedo caminar por donde la maleza esta alta —enumeró Evelyn —así que perdóname, pero no creo que quieras pasar por allí —.
—No creo que sea tan malo… ¿o si? —
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Editado: 22.11.2024