Cuando nos volvamos a encontrar

Capítulo 16

El fin de semana pedí permiso para ir al centro del pueblo, lo haría en compañía de Tato y su hermano, Gracie se me pegó como chicle y accedí a que nos acompañara, al parecer, sus «amigos» no gustaban mucho de salir con ella.

El parque estaba rodeado de ventas y juegos pertenecientes a una feria improvisada. También un escenario puesto de igual forma, donde habrá una especie de concierto o show.

—Quiero jugar lotería, por favor, sé que la suerte está de mi lado, no seas aguafiestas Magaly —berreaba Graciela.

Accedo a su petición para evitar un mal rato para todos, aunque Estuardo ya tenía mal semblante con la situación. Y pues, la suerte no quiso acompañar a mi hermana tampoco, pues a una figura de llenar El cartón… otra persona cantó “lotería”. Y no fue una, ni dos, fueron cuatro veces, cosa que la hizo despotricar en contra del animador del juego.

—Ahora entiendo porque sus “amigos” no salen con ella —bufó Samuel.

Después de un rato de visitar cada puesto de comida (sin comer), llegamos a un puesto de tiro al blanco. Y los dos hermanos se dispusieron a competir entre ellos. Fue bestial la derrota de Samuel, este se quejó de que le hicieron trampa, que el rifle no servía, que estaban fijos los blancos, hasta que a regañadientes aceptó que su hermano sólo había tenido un poco de suerte.

Quise probar puntería y cuando me disponía a dispararle a la estrellita de metal, pasó lo impensable.

—Hola, gatita —susurraron a mí oído.

Como acto reflejo me giré, pero en el proceso accioné el gatillo del rifle, con tan mal tino que el balin de acero salió disparado directo al ojo del encargado del juego. Este al sentir el golpe pegó un grito soltando maldiciones y palabrotas al por mayor. ¿El causante? Henry Salguero.

—¡Lo lamento, no fue intencional! —en vano intenté disculparme, el señor está tan molesto que nos mandó a la fregada y no quiso devolverme el cambio.

Samuel al ver de quien se trataba se alejó casi de inmediato de nosotros, como quien da a entender que viene solo. A veces sus acciones no concuerdan con lo que sale de su boca.

—¿Ves lo que provocas? Por tu culpa salió lastimado el pobre señor, lo peor es que ya no pude jugar.

—No sabía que tenías dedos suaves y flojos —dijo divertido.

—Vamos Mag, no te conviene estar cerca de este… tipo, ya te cuento el porqué cuando nos vayamos —decía Tato mientras me jalaba del brazo.

Henry no se quedó quieto, empezó a caminar detrás nuestro. Por más que se disculpó, Estuardo solo lo ignoró al principio, pero cansado de la necedad de Henry lo encaró. No pude escuchar bien, que tanto le reclamó mi amigo a este, que alzando una mano y mostrándole el dedo medio se alejó. Ahora sí, tendré que preguntarle quien es y desde cuándo lo conoce.

Samuel era otra cosa, desde ese incidente se ha mantenido callado y alejado, y en mi cabeza circula la pregunta ¿alguien entiende a los hombres? Pero hay algo que me queda claro, y es que eso de andar rogando a la gente, simplemente no se me da.

Cuando llegó la hora del espectáculo buscamos lugar entre las bancas de concreto que rodeaban el escenario. Hubo desde comediantes, acróbatas, y para terminar, la participación de una banda de música tropical. Que envidia da ver a las personas bailando punta, los más excepcionales indiscutiblemente fueron los garifunas. Yo creo que no tienen huesos en la cintura, porque intenté copiar un paso y casi me rompo el alma en el intento.

El regreso fue diferente, se podía palpar la tensión en el grupo, Graciela iba refunfuñando por el hecho que ninguno de los que llama "amigos", le habló al verla. Estuardo aunque iba al lado mío se veía ausente en ese momento. ¿Samuel? Este se perdió, no sabemos si se quedó rezagado, o se fue antes del lugar.

Cuando estamos por entrar a la casa, se escucha una discusión muy acalorada entre mi padre y Leticia. Nunca había presenciado una pelea entre ellos, y debe ser muy grave el problema como para que no les importe que sus hijos lleguen.

—No mientas Julio, tu le has comprado ese teléfono a tus hijas, y cuando te pedí antes que me ayudaras a comprarles uno a mis hijos te negaste —vociferó ella, pero mi estómago se revolvió al entender de qué hablaban.

—Como te hago entender que no sé cómo obtuvo una de ellas ese aparato, lo que menos quiero es que tengan comunicación con Lucía.

Me apresuro a entrar y soy casi arrastrada a una silla con brusquedad por mi padre, mi hermana entra rápido y se sienta a mi lado, está temblando por el miedo, no la había visto así desde cuando mis padres vivían juntos y discutían.

—Ahora mismo me van a decir dónde carajos consiguieron este aparato —dijo mientras en su mano balanceaba mi móvil.

Gracie no esperó a que yo respondiera y se adelantó a defenderse, diciendo que ella no tenía dinero para eso, que tal vez era de Andrew. Ah, no, no iba a dejar que se quedaran con mi teléfono.

—Es mío papá, y antes que pregunte cómo lo obtuve, mi mamá fue quién me envió el dinero para comprarlo, como regalo de cumpleaños ¿puede devolvérmelo?

—¿Tú mamá? Ella no sabe dónde estamos, además no puede acercarse a ustedes —¿escuché bien?

—Pues si quiere comprobarlo, marque el único número registrado y hable con ella, no estoy mintiendo, pero no entiendo eso de que no debe acercarse a nosotros —respondo con la confusión dibujada en el rostro.




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